Los tibios
Las adhesiones políticas tienen un precio y hay que tener la dignidad de pagarlo. El llamado "voto vergonzante", tan manoseado estos días del lado oficialista y del lado opositor, es una forma de la indignidad y su máscara es el silencio. Claro que con el resultado puesto las cosas cambian. El que antes era tibio se volvió frío o caliente. El que parecía hasta el domingo prescindente o imparcial empieza a poner tímidos likes a posteos partidarios. Se largó la vertiginosa y deprimente temporada de la conversión política.
El carro triunfal resulta irresistible, y no solamente por conveniencias políticas, sino también, a veces, por simple necesidad de pertenencia social: pensar igual que la tribu a la que se quiere pertenecer. Mucho más difícil es mantener la posición en la minoría de la derrota. Hay una anécdota muy repetida que, sin embargo, no perdió su filo de actualidad. En algún momento, quizás en los años 60, Borges decidió afiliarse al Partido Conservador. "Usted está loco -le dijeron-. De todas maneras vamos a perder". Y ahí tuvo la ocurrencia: "A un caballero solo le interesan las causas perdidas...". Caiga del lado que caiga, es más digno ser quien se es que ser según el viento de la mayoría.