Cena
Ritos y tradiciones se nos quedan pegados en la memoria para siempre cuando nos impregnan en nuestra más tierna infancia. Hoy, para la mayoría, Semana Santa solo significa un bienvenido fin de semana largo y acaso los huevos de Pascua que asoman en góndolas de supermercados y vidrieras de chocolaterías.
Pero para los que fuimos chicos hace unas cuantas décadas, se trataba de un tiempo repleto de manifestaciones muy ricas, aunque ligeramente inquietantes: las estatuas de los templos totalmente tapadas por grandes telas, lo que les daba un aspecto casi fantasmal; la música sacra, como única melodía que emitía la radio; las mismas viejas películas sobre Cristo que llenaban las pantallas de televisión año tras año. Todo el combo lucía algo ominoso para los más pequeños. ¡Cómo olvidarlo!
Hoy, el calendario cristiano recuerda una costumbre más afable que afortunadamente mantenemos agnósticos y creyentes de distintos credos: la reunión de amigos en torno de una mesa para compartir alimentos y conversaciones. Aun a riesgo de que alguna vez un comensal pueda decepcionarnos -esperemos que no tanto como Judas a Jesús-, bien vale la pena mantener el rito de esos nutritivos encuentros.