Coaliciones políticas: el caso alemán y el argentino
Para tener éxito en el gobierno una alianza electoral debe tener claro el plan a seguir y la toma de decisiones
En la historia argentina se destacan cuatro coaliciones políticas, que tuvieron desempeños dispares. La Concordancia (1932-1943), integrada por conservadores, radicales antipersonalistas y socialistas independientes, cumplió un rol importante en sacar al país de la terrible crisis del 30, con una faceta negativa: la apelación al fraude electoral. La Unión Democrática, formada en 1945 por radicales, socialistas, comunistas y demócratas progresistas para enfrentar al naciente peronismo, fue derrotada en las elecciones presidenciales de 1946 y se disolvió. La Alianza, creada en 1997 por la UCR y el Frepaso, llevó a la presidencia a Fernando de la Rúa en 1999, quien renunció a fines de 2001 en medio de una gravísima crisis. La cuarta coalición es Cambiemos, hoy Juntos por el Cambio, constituida en 2015 por el Pro, la UCR y la Coalición Cívica, que condujo a la presidencia a Mauricio Macri en 2015, quien luego fue derrotado en las elecciones de 2019. A diferencia de las coaliciones anteriores, permaneció unida hasta el presente y mantiene sus posibilidades de ser competitiva en 2023.
Desde 1945, el peronismo es la fuerza política predominante. Pese a que ha integrado diferentes frentes electorales, el peronismo ha sido siempre el factor decisivo; de allí que esos frentes no puedan ser considerados auténticas coaliciones políticas. Sin embargo, este patrón histórico se modificó en las elecciones presidenciales de 2019, en las que el Frente de Todos tuvo las características de una coalición entre sectores tradicionales del peronismo y el kirchnerismo. Justo por ello, no tardó demasiado tiempo en ser un ejemplo práctico de las dificultades que conlleva pasar de una coalición electoral a una coalición de gobierno y afloraron graves tensiones entre el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Ante esta realidad, es posible afirmar que, por primera vez desde el advenimiento de la democracia en 1983, dos coaliciones dominan la política argentina. De igual modo, el presidencialismo argentino, que otorga un enorme poder al titular del Poder Ejecutivo, se encuentra, y seguramente se encontrará en los próximos años, atenuado en ambas coaliciones. Sus líderes históricos, Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner, no se encuentran en condiciones de ganar una elección, mientras que sus posibles sucesores no tendrán el liderazgo indiscutido que ellos ejercieron en sus presidencias. En consecuencia, deberán gobernar en una dinámica de poder compartido con sus socios. La aceptación de que se compartirá el poder lleva directamente a la necesidad de acordar un plan de gobierno.
En este punto, comienzan las dificultades. Aunque ambas coaliciones tienen perfiles muy diferenciados, comparten un acuciante problema: carecen de un auténtico plan de gobierno. En el caso del oficialismo, esa carencia se potencia porque está a cargo del gobierno. Pero en JxC tampoco se conoce el plan de gobierno que tiene para ofrecer a la sociedad, que sea una propuesta alternativa para salir de la profunda crisis que vivimos.

En la experiencia internacional se ha estudiado el crucial proceso por el cual una coalición electoral exitosa se transforma en una coalición de gobierno eficaz. En un trabajo publicado en Nuevas Generaciones, Julián M. Obiglio analiza el contrato de coalición alemán, “un pacto entre dos o más partidos, de carácter público y particularmente detallado, donde se dejan asentadas las políticas públicas que se van a llevar adelante en el marco de la coalición, al mismo tiempo que se desglosan multitud de cuestiones de la futura acción de gobierno”. El autor agrega que el contrato abarca el funcionamiento de la coalición y sus mecanismos de toma de decisiones y solución de conflictos. Y hace referencia a la gran coalición que lideró Angela Merkel entre 2013 y 2021, que en un documento de 185 páginas, “Organizar el futuro de Alemania”, incorporó un amplísimo número de propuestas sobre todas las áreas de gobierno, sobre la forma de votar dentro del gobierno y la cooperación de los grupos parlamentarios.
En el extremo opuesto, en la Argentina las plataformas electorales suelen ser una mera expresión de deseos generales, que no permiten diferenciar a las fuerzas políticas. Tampoco permiten que el electorado conozca antes de votar las propuestas concretas que la coalición implementará en su gestión de gobierno. Los políticos responden, con bastante hipocresía, que no es posible decir lo que se debería hacer porque ello implicaría perder la elección. Este es un paradigma que debe ser desafiado. Los argentinos han confiado en vagas promesas electorales desde hace décadas: salariazos faltos de recursos, obras públicas sin financiación, reducción mágica de la inflación, incrementos imposibles de las jubilaciones, entre otras muestras de demagogia y populismo. De aquí en más, las actuales coaliciones políticas tendrán que confiar en que la sociedad ha alcanzado, a fuerza de sufrir permanentes frustraciones por promesas incumplidas, un grado de madurez que la predispone para asimilar la dura cuesta arriba que deberá recorrer el país para volver a ser un país normal y tener un horizonte de crecimiento en el mediano plazo. Para ese objetivo, es imperativo desarrollar y comunicar un plan de gobierno integral.
En el caso del oficialismo, sus sordas disputas de poder están paralizando la posibilidad de desarrollar un plan de gobierno. En tanto que en JxC pareciera que se prefiere postergar el debate para la época en que se desarrollen las PASO de 2023, suponiendo que una discusión en el momento actual pondría en riesgo la coalición. Por lo que se conoce, varios de los candidatos presidenciables están armando equipos para elaborar sus planes de gobierno, creyendo que quien gane las PASO impondrá su programa. Este enfoque corre el serio riesgo de que la coalición exhiba fisuras en el momento en que se deberá mostrar más unida. Nada sería más perjudicial que algunos socios de la coalición hagan públicas sus críticas al plan de gobierno a la vista de las elecciones. En cambio, si hoy se debatiera a fondo un programa de gobierno, probablemente no habría acuerdo entre todos los integrantes de la coalición, y hasta podría suceder, con bajas probabilidades, que un miembro decida abandonarla, pero, como contrapartida muy positiva, se la fortalecería ante la sociedad.
Es imprescindible presentar desde ahora un plan de gobierno para el desarrollo y el crecimiento que brinde esperanzas e ilusione a los argentinos. Por ejemplo, se sabe que en materia económica, un factor crucial en cualquier proceso electoral, no será fácil que en JxC coincidan grupos del radicalismo, López Murphy, Margarita Stolbizer, sectores del Pro, etc. Es preferible que la discusión se haga hoy, sin que se sepa quien ganará las PASO, y con tiempo se difunda un plan ante la sociedad. Adicionalmente, un punto muy a favor de adelantar el plan de gobierno radica en la posibilidad de elegir al equipo de colaboradores sin urgencias, entre los mejores representantes de los partidos coaligados, y no una vez que se ha ganado una elección.
Anticipar un plan completo de gobierno sería una novedad en la política argentina. Pero la situación de extrema gravedad del país lo exige. No habrá tiempo para improvisar sobre la marcha. JxC debería escuchar el consejo de Fernando Henrique Cardoso: “el que está en el gobierno ejecuta y el que está afuera piensa”.