Opinable
Están los que opinan sin saber y están los que opinan sobre temas que desconocen. El apagón del domingo es un caso de manual. Allí donde era posible, legiones de opinantes aportaron su granito de arena. Gracias a internet, la cantidad total de arena habría alcanzado para construir unos cien rascacielos.
También están los que opinan para llevar agua a sus molinos, hacer campaña, descalificar o calumniar. Por supuesto, hay incluso personas que opinan con la mejor de las intenciones. Ojalá sean mayoría.
Es un derecho fundamental: todos podemos opinar sin que se nos persiga por eso. Se llama libertad de expresión. Pero eso no significa que todas las opiniones sirvan.
Para que una opinión ayude a solucionar un problema o de algún otro modo contribuya al bien común, debe ir precedida por años de estudio, la lectura de cientos de documentos y muchísimo análisis descarnado. Lleva tiempo y esfuerzo, y en no pocas ocasiones terminamos viendo la realidad de un modo por completo diferente. Opinar conduce muchas veces a cambiar de opinión. Así que no hay que tomarse tan en serio los juicios al paso, lanzados a las redes con la suficiencia del que no duda y la convicción del que no sabe.