Con el reformismo no alcanza
Al día siguiente del triunfo de Cambiemos en las elecciones legislativas del 22 de octubre pasado, el presidente Macri dio una conferencia de prensa en la que expresó: "Entramos en una etapa de reformismo permanente". Y agregó: "La Argentina no tiene que parar, no tiene que tenerles miedo a las reformas, porque reformarse es crecer, es evolucionar, es progresar".
Para muchos analistas, el reformismo permanente es apenas una estrategia de comunicación, una nueva forma de llamar al gradualismo como método de gobierno, que venía siendo criticado por quienes opinan que el país necesita reformas estructurales de fondo para dejar atrás décadas de retroceso y sostienen que, de no hacerse esas reformas a tiempo, la Argentina podría recaer en una crisis económica y política que traiga de nuevo al populismo. En cambio, quienes defienden el gradualismo plantean que ir más rápido podría generar crisis sociales y políticas muy riesgosas para la gobernabilidad.
Pareciera entonces que en ambas posiciones la Argentina se enfrentaba a sufrir una nueva crisis: o de corto plazo (que deseaban evitar los gradualistas) o de mediano plazo (que deseaban evitar los reformistas estructurales). El presidente Macri conocía perfectamente este dilema, pero se decidió por el reformismo permanente.

Hasta esta crisis, el Gobierno podía exhibir un conjunto de reformas: liberación del cepo cambiario, salida del default, eliminación de retenciones a las exportaciones agropecuarias y mineras, autonomía del BCRA, autonomía del Indec, blanqueo de capitales, reparación histórica a los jubilados, reforma tributaria, ley de responsabilidad fiscal, ley de consenso fiscal, actualización de tarifas de servicios públicos, ampliación de la AUH, realización de un vasto programa de obras públicas, plan de modernización de ferrocarriles, plan de infraestructura público-privada, licitación de energías renovables, líneas aéreas low cost, nuevas políticas para la provisión de medicamentos al PAMI, integración plena al mundo, ley del arrepentido, reforma del Código Procesal Penal de la Nación, ley de responsabilidad penal de empresas, ley de acceso a la información pública, reforma previsional y de jubilaciones de privilegio, lucha contra el narcotráfico, fin de la reelección indefinida de intendentes de la provincia de Buenos Aires.
La lectura de esta amplia lista de reformas favorece la posición de los gradualistas: se han hecho enormes avances en poco más de dos años. La estrategia del reformismo permanente ha sido muy exitosa para incorporar mejoras en muchas áreas del país y seguramente permitirá que otras reformas pendientes se sumen a las numerosas ya realizadas. Se trata de sustanciales e innegables avances. Pero ¿garantizaba el reformismo permanente que en el futuro no se produjera una crisis pasible de ser usufructuada por las ideas que nos llevaron a la decadencia? Esta pregunta dejó de ser una hipótesis: la crisis llegó y antes de lo pensado. Y porque llegó, el corto plazo y el mediano plazo se superponen: han desaparecido abruptamente los matices entre gradualistas y reformistas.
Los reformistas enumeran cuatro objetivos fundamentales: 1) reducción del déficit fiscal, 2) reducción del gasto público, 3) reducción de la presión impositiva, 4) reducción de la inflación. Sostienen que solo se producirá una transformación profunda de la estructura socioeconómica argentina en la medida en que se logren avances significativos en estas cuatro reformas fundamentales.
Ante la crisis, queda comprobado que el reformismo permanente no garantiza que el país abandone carriles de bajo crecimiento y paupérrimo desarrollo muy similares a los de décadas anteriores. Y ello por la sencilla razón de que los niveles actuales de gasto público y presión tributaria son incompatibles con un crecimiento sostenido e incluso con mantener niveles de inversión en infraestructura similares a los actuales. Por la vía del reformismo permanente se ha llegado al momento crucial en que el país entero deberá tomar una decisión: o forjar un Estado al servicio de los ciudadanos o seguir desperdiciando la posibilidad de ser una nación del primer mundo.
Es necesario que el Gobierno les presente a los argentinos un plan de acción concreto hasta el término de su mandato que incluya las reformas de fondo que toda la clase dirigente debiera debatir en profundidad y aprobar con responsabilidad.