Educación financiera: la hora de las escuelas
La educación fue una de las áreas de la vida en sociedad más afectadas por la pandemia. En la Argentina, si bien todavía no hay datos oficiales, se calcula que la deserción por la suspensión de la presencialidad ronda el millón y medio de alumnos. Alrededor del 13% de la matrícula. El dato más inquietante, en un país que en su última medición registró una pobreza infantil del 63%, es que los chicos que abandonaron la escuela pertenecen sobre todo a sectores vulnerables.
La infraestructura tecnológica, tanto de las escuelas como de las familias, no estaba preparada para un esquema 100% virtual. Y atravesamos un año y medio donde una generación de argentinos perdió un tiempo crucial para su vida. Los costos sociales de esta tragedia serán muy difíciles de reparar. Sin entrar en la discusión política, esta experiencia solo puede ser útil en la medida en que comprendamos que la educación es una de nuestras mayores prioridades: la llave para que cada persona se desarrolle y crezca con libertad y autonomía. Para que todos podamos acceder a una vida mejor.
Al lado de esta crisis, cualquier otro debate queda chico. Pero entre los muchos pendientes de la modernización de la educación en la Argentina está la educación financiera. Increíblemente relegada durante décadas, desde el inicio del siglo XXI, organizaciones supranacionales como la ONU o el G20 insisten en la importancia del asunto: las herramientas para comprender la oferta y utilidad de los servicios financieros son invaluables. Los ciudadanos capaces de tomar decisiones inteligentes de ahorro, crédito, inversión o renta, están mucho mejor parados que los que no. Y una ciudadanía informada y preparada para hacer el mejor uso posible de estas opciones necesariamente producirá un mejor sistema financiero, con menos espacio para la deslealtad e incluso la negligencia.
Según una encuesta de la CAF (Banco de Desarrollo de América Latina) de 2018 sobre educación financiera, la Argentina quedó en el puesto 37 entre 39 países evaluados. El puntaje fue de 11,5, detrás no solo del promedio de la OCDE (13,7) sino también de Chile, Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú. Las respuestas de los encuestados sobre tasa de interés, ahorro e inversiones quedaron por debajo de casi todos los otros países. Solo en un punto nos destacamos: inflación. En esa materia, los resultados fueron superiores a los de Alemania, por ejemplo.
Afortunadamente, la educación financiera en la Argentina ya no es solo una idea. Su promoción fue establecida por la Ley de Financiamiento Productivo de 2018 y ya cuenta con un Plan Nacional de Educación Financiera, que tuvo su primera reunión de trabajo en mayo de este año. Allí participaron autoridades públicas, de la CNV, de Adeba y también de la Cámara Argentina de Fintech, cuyo aporte es muy importante en la era de la digitalización. Porque, si hay otra lección para aprender de la crisis de la pandemia, es que la tecnología es un aliado fundamental en esta materia. Además, hoy hay tres proyectos presentados en la Cámara de Diputados para que la educación financiera sea una materia obligatoria en la escuela secundaria.
Este esfuerzo común necesita ser respaldado por un cambio cultural. En mi experiencia, hablando informalmente sobre este tema con otras personas, la reacción habitual es desestimarla. Pero una vez que profundizamos un poco, la idea tiene más sentido. ¿Cuál es la razón por la que no les enseñamos a los chicos qué es la tasa de interés? Cuál es su razón de ser y cuál es su utilidad. ¿Por qué no los preparamos para una decisión tan importante como tomar un préstamo para comprar una casa? ¿Por qué no hablamos del financiamiento o del mercado de capitales?
En 2020 observamos un boom en las plataformas digitales de inversión bursátil y casos paradigmáticos como el de Gamestock, donde una multitud de novatos parecieron dar vuelta Wall Street. Las criptomonedas también muestran que cada vez más personas -y especialmente en la Argentina- están interesadas en un sistema financiero diferente. A muchos les preocupa esta suerte de “gamificación” de las inversiones. Con más razón aún, es nuestra responsabilidad como adultos preparar a nuestros hijos para manejarse en este nuevo mundo.
El cruce entre finanzas y tecnología ya mostró buena parte de su potencial. Pero estoy convencido de que lo mejor está por venir. Para eso, el conocimiento y las capacidades de las nuevas generaciones será crucial. No nos demos el lujo de perder el tiempo.
CEO de Miiii