EEUU: peculiaridades electorales
Para seguir el proceso electoral en EEUU conviene conocer sus peculiaridades. Todo sistema electoral tiene dos componentes: uno, referente a la organización y administración del proceso de votación; el otro, al método de elegir presidentes.
Sus peculiaridades lo distinguen del sistema electoral argentino y de otros que observé como jefe de Misión de Observación Electoral de la OEA, en Paraguay, Guatemala, República Dominicana y Venezuela. Ellas se vinculan a la naturaleza federal y descentralizada del sistema político, marcado por la separación de poderes y múltiples pesos y contrapesos, por un histórico y fuerte apego a los gobiernos estatales y por la desconfianza en un gobierno central, lejano y tiránico.
Veamos la organización y administración de una elección presidencial: EEUU no cuenta con un código electoral nacional. Cada uno de los 50 estados tiene sus propias reglas electorales, su forma de votar. Tampoco existe una autoridad electoral federal, responsable de organizar, administrar, supervisar, juzgar la validez de las elecciones y certificar al ganador. Carece además de un sistema unificado de conteo de votos, o un centro nacional que agregue y sume los resultados de las mesas. El proceso se maneja en cada estado por una Secretaría de Estado. En el nivel nacional, es el proceso del Colegio Electoral el que certifica y proclama el ganador (aunque son los medios, con sus proyecciones estadísticas los que primero anuncian los resultados).
Tampoco existe un padrón electoral nacional, lo que permitiría –teóricamente– registrarse y votar en uno o más estados; y no se requiere documento “estándar” de identificación nacional para votar. Para algunos, estas prácticas son una invitación al fraude. Por otro lado, tampoco es obligatorio votar, y se vota siempre el primer martes de noviembre, un día laborable (este año el 5 de noviembre). En general sólo vota un poco más del 50% de los aptos para votar. En 2020 votaron 155 millones (81 para Biden,74 para Trump). Para los críticos, ambas prácticas desalientan y reducen la participación.
Sin embargo, otra peculiaridad del sistema, de hecho, facilita el voto: la mayoría de los estados permite el voto anticipado; es decir, es posible votar unos días antes del día de los comicios, en lugares preestablecidos; y también existe el voto por correo. En California, Colorado, Oregon y otros estados es la única forma de votar. Ambas prácticas en teoría generan la posibilidad de violar el secreto del voto. Pero el 70 % de los votantes confía en este modo de votar, y no hay pruebas de fraude, como proclamó Donald Trump. Quizás sea así por predominar en la cultura política el respeto a las normas y el celo de cada uno por su voto.
En la forma de elegir presidente, lo destacable es el Colegio Electoral. Este mecanismo, pilar del sistema de separación de poderes y múltiples pesos y contrapesos, fue creado para prevenir una posible tiranía de la mayoría, que podría resultar de la elección directa del presidente. Los padres fundadores del país buscaban con él asegurar la preeminencia de los estados sobre el gobierno central y evitar la sobrerrepresentación y concentración de poder en los estados más poblados y más ricos. Así lo previeron en “The Federalist.”
De allí la elección indirecta del presidente, en la que los votantes eligen un candidato y una lista de electores en cada estado. Sus miembros son seleccionados por las autoridades partidarias estatales, y su número equivale al número de representantes (diputados) que le corresponde al estado según su población, más sus dos senadores. El triunfador (aunque sea por un voto) se lleva todos los electores del estado (excepto en Maine y Nebraska que otorgan electores al ganador de sus distritos electorales).
Este año, los electores deben reunirse en cada estado el 17 de diciembre, fecha perentoria, para votar por su candidato. El gobernador debe certificar la lista de electores y sus votos y la debe enviar al presidente del Senado Nacional para el 25 de diciembre. En sesión conjunta de las dos Cámaras del Congreso, presidida por el vicepresidente, el 6 de enero de 2025, se contarán los votos y se certificará el resultado y el ganador. Es presidente el candidato que obtiene 270 de 538 posibles votos, y asume la presidencia el 20 de enero de 2025.
Lo peculiar del sistema es que puede concluir con un resultado dual: un candidato puede ganar el voto popular en el nivel nacional, y perder en el Colegio Electoral como ocurrió en 2000, cuando Al Gore le ganó a G. W. Bush por más de 500.000 mil votos en el nivel nacional, pero perdió el Colegio Electoral 271 a 266, porque perdió Florida por unos 600 votos. Igual pasó en 2016, cuando Hillary Clinton le ganó a Trump en el nivel nacional por 3 millones de votos, pero perdió el Colegio Electoral 304 a 227, ya que Trump ganó los estados pendulares de Michigan, Pensilvania y Wisconsin.
En los estados pendulares o “indecisos” de este año (Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, North Carolina, Pensilvania, Wisconsin) cualquiera de los candidatos puede ganar. Allí se concentran las campañas y las encuestas, que dan una pugna muy pareja. En el resto de estados no hay dudas de quién gana.
Las complejidades y peculiaridades electorales le agregan incertidumbre a un proceso electoral ya marcado por la polarización y la intransigencia política. Un nuevo resultado dual bien podría provocar otra crisis política como en 2020.Trump ya anunció que podría no reconocer su derrota, como lo hizo ese año.
Analista internacional