El adiós a aquella "Turín argentina"
Julio César Moreno Para LA NACION
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Hay nombres que por historia y tradición simbólica significan muchas cosas, aluden a cuestiones diferentes y a líneas que se entrecruzan en el tiempo. Fiat, por ejemplo, es el nombre de una fábrica automotriz italiana, que tiene sucursales en varios países del mundo. Y uno de sus símbolos es el Fiat 600, un pequeño automóvil que todavía circula por las calles y que en algunos casos es como un coche de colección. Pero la Fiat es algo más, ya que estuvo ligada a la historia social, económica y política de Italia durante varias décadas del siglo pasado y fue uno de los baluartes de la izquierda de ese país, particularmente del Partido Comunista Italiano (PCI), el más fuerte de Occidente durante una larga época. Fue una empresa de vanguardia por su tecnología y también un laboratorio político y sindical, que formaba parte de la historia de una ciudad -Turín- considerada la avanzada industrial de Italia. La planta de Mirafiori fue escenario de luchas gremiales y políticas memorables y un centro de experimentación tecnológica de máxima importancia en toda Europa.
Hubo pensadores que reflexionaron sobre la experiencia industrial turinesa en nuevos términos, entre ellos Antonio Gramsci, que tuvo una fuerte influencia en el PCI y otras formaciones políticas, que también se reflejó en América latina, particularmente en la Argentina, en las décadas del 60 y 70. Un pensador cordobés, José María Aricó -que fue uno de los primeros traductores de Gramsci al español- acuñó una fórmula: la de que Córdoba era una especie de "Turín argentina", por el despliegue que tuvieron las luchas sindicales a partir de grandes fábricas automotrices como la Fiat o IKA-Renault. Y si hubo un hecho que pareció corroborar esa visión de las cosas fue el "Cordobazo" de mayo de 1969, esa verdadera explosión social y política que fuera precedida por las grandes movilizaciones gremiales y estudiantiles de los años anteriores y que cambió la historia del país. También Juan Carlos Portantiero, cuya última entrevista fue publicada en LA NACION tiempo antes de su muerte, pensaba en términos similares a los de Aricó.
Las cosas han cambiado, por cierto, y la visión que se tenía de ellas también. Hace poco hubo un plebiscito en la planta de la Fiat en Mirafiori en la que se impuso el "sí" con el 53% de lo votos, o sea un "sí" a un amplio acuerdo entre los sindicatos y la empresa, que legisla sobre salarios, condiciones de trabajo y otras cuestiones. La izquierda pura y dura votó por el "no", pero también esta izquierda tiene una visión distinta de las cosas. Conceptos como "la centralidad de la clase obrera" y el papel decisivo de los trabajadores industriales como "sujetos del cambio" han perdido fuerza, por imperio de los hechos. La clase obrera industrial se ha achicado a un tercio en relación con los empleados públicos y de servicios.
Hay un proletariado disperso, en el que se encuentran cuentapropistas, temporarios y empleados en negro, a lo que hay que agregar los desocupados, los marginales y los hijos de padres que nunca trabajaron. Los "sujetos del cambio" son otros, si es que realmente existe una perspectiva de cambio, ya que lo que aflora en la superficie de la sociedad son los conflictos, la violencia, la inseguridad, o sea una imagen más hobbesiana -o la lucha de todos contra todos- que marxista, socialdemócrata o de reformismo democrático. Córdoba dista mucho de ser la "Turín argentina" que algunos pensaron hace cuarenta años, entre otras cosas porque la Turín italiana tampoco es la misma. Y en el resto del país sucede exactamente lo mismo, porque es la misma sociedad, con sus nuevos problemas.
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