
El auge de los videojuegos
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El creciente auge de los videojuegos ha dado lugar a una razonable preocupación por las adicciones que su uso intensivo puede provocar en niños y jóvenes. Para contrarrestar sus efectos es fundamental el papel de control que puedan ejercer los padres, en particular respecto de los contenidos de los juegos a los que acceden sus hijos por medio de Internet.
Un sondeo realizado por la agencia de noticias The Associated Press y American Online (AOL) mostró que el 40 por ciento de los estadounidenses juegan juegos de consola o de computadora. La investigación -realizada sobre 3024 entrevistas con adultos norteamericanos, incluidos 1046 jugadores- reveló que los más populares son los juegos de mesa o de cartas, seguidos por los de estrategia, deportes extremos, aventuras, tiro al blanco y simulaciones.
Entre quienes se identifican como usuarios cotidianos de los videojuegos, el 45 por ciento juega a través de Internet. Más de una tercera parte de quienes lo hacen por ese medio gastaron más de 200 dólares el año último en juegos, cuatro veces más que la cantidad empleada por quienes no juegan de ese modo. El mercado de los videojuegos ya superó ampliamente las recaudaciones del mundo de la cinematografía. En la Argentina, el juego en línea 3D Games tiene 280.000 usuarios registrados, en tanto el Counter Strike es uno de los más requeridos en los cibercafés.
Los videojuegos representan un reto continuo para los usuarios que, además de observar y analizar el entorno, deben asimilar y retener información, realizar razonamientos inductivos y deductivos, construir y aplicar estrategias cognitivas de manera organizada y desarrollar determinadas habilidades psicomotrices (por ejemplo, lateralidad y coordinación psicomotora) para afrontar las situaciones problemáticas que se van sucediendo en la pantalla. El jugador siempre se implica y se ve obligado a tomar decisiones y ejecutar acciones motoras continuamente, aspecto muy apreciado por los niños y jóvenes, generalmente con tendencia a la hiperactividad; en este sentido, el juego supone un desahogo de tensiones.
Muchos videojuegos proporcionan distracción y diversión inmediata y en altas dosis. Sin embargo, los valores que promueven otros, algunos de ellos muy difundidos, son el consumismo, la competitividad, la velocidad, el erotismo, el sexo, la agresividad y la violencia. Una de las grandes cuestiones es la adicción que podrían despertar.
Hay quienes sostienen que no existe ningún dato riguroso sobre la posibilidad de una evolución comparable a la de un trastorno adictivo o del control de los impulsos en los jugadores. Sin embargo, cada vez más profesionales de la salud se muestran preocupados por cuanto estos juegos podrían convertirse en una tendencia y muchos psicólogos se han unido a los familiares de víctimas para pedir que se incluyan advertencias a los consumidores respecto de que pueden causar adicción.
El papel de la familia es fundamental para evitar que los niños no caigan en la adicción. Para ello, lo más apropiado podría ser la limitación de los tiempos para esa actividad, la selección y evaluación del contenido de los juegos -acordes con la edad de los niños-, y, sobre todo, que los padres conozcan cómo sus hijos pasan sus momentos de esparcimiento.





