El cielo de las tejedoras
Estas cuatro mujeres, muy concentradas en los suyo, parecen estar tejiendo una red infinita. Lo que brota de sus manos laboriosas avanza sobre el mundo y lo cubre, puntada a puntada. Están envueltas en una nube ingrávida que ellas mismas han creado. Viven en su obra. Si estas mismas redes se instalaran en una galería de renombre con la luz propicia y la firma de un artista reconocido, podrían provocar la admiración del público y una venta lucrativa para un marchand de paladar exquisito que sabría adosarles el concepto adecuado. Pero estamos ante una pieza que no está destinada a perdurar, sino a cumplir una función esencial: proveer el alimento. Mañana los pescadores hundirán este cielo que rodea a las tejedoras en las aguas del Mar Amarillo, frente a las costas de la ciudad china de Rongcheng, con la esperanza de traer a tierra la pesca del día. Las mejores obras de arte son anónimas. No tienen dueño ni palabras que las traduzcan.