El incendio que aterró a París
El 26 de diciembre pasado se estrenó en Netflix la serie El Bazar de la Caridad, basada en el terrible incendio que estalló el 4 de mayo de 1897 en la inauguración de una muestra de beneficencia en París, organizada por la alta sociedad francesa. Aunque el público era muy distinto, el hecho fue parecido a la tragedia de la discoteca Cromañón, de la que el 30 de diciembre pasado se cumplieron quince años. En quince minutos, los dos locales estuvieron en llamas y la concurrencia quedó atrapada por los materiales inflamables y tóxicos. En el siniestro parisiense murieron 126 personas y resultaron heridas alrededor de 200, de un total de 1200 asistentes.
El incendio del Bazar de la Caridad estuvo rodeado de una serie de hechos muy extraños y excepcionales. Hace más de medio siglo, leí el terrible y, al mismo tiempo, irónico relato del hecho publicado por el periodista, historiador y escritor Louis Sapin en la compilación La novela verdadera de la IIIª República, realizada por Gilbert Guilleminaut. Hoy se han difundido varias fuentes sobre el tema.
El 21 de marzo de 1897, un mes y medio antes de la catástrofe del Bazar, Mme. De Maillé recibió "a la flor de la sociedad francesa" en una reunión de beneficencia para la obra de caridad de la marquesa de Saint Chamant. Escucharían las predicciones de la joven vidente de la calle del Paraíso (¡!), Mlle. Conedon, que tenía contacto directo con el arcángel Gabriel. Este hablaba por la boca de la muchacha, que ya había actuado como su heraldo cuando predijo el escándalo del canal de Panamá. En los salones de la marquesa de Saint Chamant, Mlle. Conedon anticipó por los labios del mensajero divino que, cerca de los Champs-Elysées, veía elevarse el fuego, oía gritar a centenares de personas, olía carnes quemadas y contemplaba un paisaje de cuerpos calcinados a paladas.
El Bazar de la Caridad, presidido por el barón Mackau, ese año se levantó en un terreno baldío cedido por el banquero Michel Heine, primo del poeta Heinrich Heine, y padre de Alice Heine, que se casaría con el duque de Richelieu, enviudaría y habría de casarse posteriormente con el príncipe Alberto I de Mónaco. Entre las grandes damas que organizaban el Bazar estaba la duquesa d’Alençon, hermana de Sissi, la emperatriz de Austria, que moriría asesinada el año siguiente. Las dos eran primas de Luis II de Baviera, es decir que pertenecían a la trágica y condenada dinastía de los Wittelsbach, por lo que, después del incendio, algunos dirían: "¡Qué podía esperarse con una Wittelsbach en el comité directivo!"
En 1897, el escenógrafo de la Ópera de París les preparó una sorpresa a los señoras del Bazar: armó un decorado que representaba una calle de la Edad Media en París. Cada una de las casas era una tienda para la venta de objetos. Todo el material era altamente inflamable. Por si fuera poco, otra sorpresa era un stand dedicado al flamante cinematógrafo. Se proyectarían películas de Lumière, por lo que se prohibía fumar en esa sala y en el resto del Bazar. Fue precisamente en el cine donde comenzó el incendio, por un error en la manipulación del proyector; también se dijo que el encargado de la proyección encendió un cigarrillo. El techo, cubierto de drapeados, fue el medio perfecto para que el fuego se extendiera por todo el Bazar en pocos minutos.
En esa época, estaba de moda que los varones de todas las edades, sanos o enfermos, lucieran bastones. A bastonazos y pisotones, los copetudos señores se abrieron paso entre las mujeres; tampoco respetaron a los niños. De los 196 muertos, solo cinco fueron hombres, entre ellos un niño y un anciano. La duquesa d’Alençon salvó la vida de varias jóvenes abriéndoles un salida de escape. Ella dijo que sería la última en salir. Cuando quiso hacerlo, fue tarde. Se la consideró una heroína y una mártir.
Los cuerpos, irreconocibles, fueron identificados gracias a la sugerencia del cónsul de Paraguay: recurrir a las fichas de los odontólogos de las víctimas. Ese hecho marcó la historia de la medicina forense y se convirtió en un método internacional.