El pistacho, esa invitación al delito
Algún día leeremos en este diario un titular que dirá “ACABA DE CAER LA MAFIA DE LOS PISTACHOS” y nos reiremos un poco. Pero en estos tiempos los frutos secos son unas de las mercaderías más codiciadas en el mundo del robo organizado. El pistacho -ese sabor de helado que solamente piden los niños sofisticados y los amigos fastidiosos- es extremadamente caro: un kilo de pistachos pelados hoy cuesta más de cinco mil pesos. En los Estados Unidos solamente se producen en un par de estados y son imposibles de rastrear electrónicamente o por números de serie: es difícil demostrar que vienen de una plantación o de otra.
Un ejemplo: hace unos días las autoridades de la Touchstone Pistachio Company (California) se dieron cuenta de que faltaban 19 toneladas de pistachos. Descubrieron que el ladrón era un empleado de la compañía llamado Alberto Montemayor, que se llevó la carga a una bodega cercana y la reempaquetó para venderla. Estamos en un boom de los robos de camiones cargados de pistacho: si en 2012 había 4 ó 5 robos de camiones por año, para 2015 la cifra superaba los 30, y esto sigue en alza.
Quizás los capos de la Mafia de los Pistachos mantengan esta actividad en secreto para preservar su buen nombre (ser apresado por traficar con pistachos robados sería convertirse, inmediatamente, en el hazmerreír del bajo fondo). Es posible que soñaran con traficar metanfetamina o plutonio, pero muy poca gente delinque cómo y donde quiere; la mayoría, donde puede.
Y además
Junto con el pistacho, en el Estado de California es común el contrabando de productos caros (y ricos) como las ostras, el queso parmesano, las nueces y las almendras. De piratas del asfalto a contrabandistas gourmet, un tipo de delito relativamente seguro y provechoso que la policía intenta desarmar mediante rastreos aéreos y seguimiento de camiones.