
El rescate del Graf Spee: el respeto de una leyenda
Mientras en Montevideo avanzan los intentos de reflotar al acorazado, sus tripulantes cuentan en exclusiva a LA NACION las razones por las cuales los restos de la nave deben permanecer donde están
1 minuto de lectura'
Desde los primeros días de este año, reiteradas informaciones dieron cuenta de los intentos realizados por un grupo privado liderado por Alfredo Echegaray (con el beneplácito del gobierno uruguayo) para reflotar al legendario acorazado de bolsillo alemán Admiral Graf Spee. Hasta aquí, las noticias no se alejaban mucho de las historias que cada tanto llegan a las redacciones de los diarios, reseñando avances tecnológicos y descubrimientos científicos que de tan reiterados ya no nos asombran tanto, aplicados, en este caso, a expurgar los restos de un pasado bélico hundido en el fangoso lecho del Río de la Plata.
Coincidiendo con estos trabajos, un grupo de veteranos marinos (promedio de edad, ochenta y tantos años) se encaminó una abrumadora tarde de fines de febrero a los salones de un tradicional club de gimnasia que la coletividad alemana posee en Zona Norte, para dar a conocer su opinión, en exclusiva para LA NACION, sobre estas tareas que se realizan en las aguas frente a Montevideo.
Los cinco marinos, todos veteranos combatientes de la Kriegsmarine e integrantes del Círculo de Camaradería de los Ex Tripulantes del Acorazado Admiral Graf Spee se han reunido para expresar su sentimiento, totalmente opuesto al reflotamiento de su vieja nave. Aquí y allá, en una garganta que se quiebra, en una parrafada en alemán que nadie se procupa por traducir, en los ojos, en fin, velados por una indecible tristeza, se refleja el sentimiento compartido. Un sentimiento decididamente opuesto a perturbar el barroso lecho del río donde yace su nave. Hasta aquí, se trataría de un ejemplo más de la fuerte alianza que une a un marino con su barco, pero más aún, del recuerdo de su comandante, el capitán de navío Hans Wilhelm Langsdorff, cuya voluntad de hundir el barco donde está, dicen, debe ser respetada literamente.
Al recordar a Langsdorff, claro, viene a la memoria alguna vieja foto que mostraba al comandante alemán, en short y uniforme de verano, departiendo amigablemente en el puente de su barco con el capitán inglés de un barco hundido por él, al que había tratado con las clásicas leyes de la caballerosidad en la guerra en el mar. O si no, sus sobrios conceptos de aquella última entrevista que Julio Heller, redactor de LA NACION, le hizo pocas horas antes de que, volada su nave y puestos a salvo sus tripulantes, cumpliera una de las más viejas tradiciones del mar: hundirse (simbólicamente) con su barco y quitarse la vida. Un comportamiento, claro, que redondea una silueta digna, más propia de un relato de Joseph Conrad que de las sistemáticas carnicerías bélicas del siglo XX.
El Dr. Carlos D´Anna, asesor legal del Círculo de Camaradería de los marinos alemanes, menudo, nervioso y muy activo, nos muestra los documentos enviados a la embajada alemana en Montevideo, al embajador alemán en Buenos Aires, Rolf Schumacher, además del entregado al embajador uruguayo en Buenos Aires, Alberto César Volonté Berro. Este último, textualmente señala: "Mas allá de determinar la propiedad legal de los mismos (los restos del buque), y si se encuentran o no en aguas internacionales, queremos expresarle que ellos son sagrados para quienes servimos a bordo durante aquellos difíciles años de guerra, y aún más, para muchos argentinos y uruguayos que nos quieren y respetan. En su cubierta 36 jóvenes camaradas, que hoy descansan en tierra uruguaya, ofrendaron su vida y 60 resultaron gravemente heridos, sin olvidar a nuestro comandante, el capitán de navío Hans Wilhelm Langsdorff, el cual al sacrificar su vida quedó incorporado definitivamente a la historia como un verdadero héroe.
"Sr. Embajador, es tradición histórica naval, que a los buques de guerra hundidos en acción se los considere como `tumbas bajo el mar´, y este es un principio moral que su Gobierno debe respetar, permitiéndoles permanecer allí donde cayeron.
"Hace tres años, los integrantes de este Círculo, conjuntamente con sus familiares y amigos, viajamos hasta el lugar en que se halla el Graf Spee y emocionadamente arrojamos una corona de flores sobre las aguas que un día lo vieron arder y desaparecer. Dios quiera que esas mismas aguas lo guarden eternamente, porque a las tumbas sólo se las honra y respeta. Por todo lo expuesto, los firmantes, ex tripulantes, familiares, amigos y simpatizantes del Círculo de Camaradería de los Ex tripulantes del Acorazado Admiral Graf Spee, le solicitamos al Señor Embajador que exprese al Gobierno de la República Oriental del Uruguay nuestro profundo desagrado y oposición a un proyecto que nos hiere y agravia, ya que la última orden de nuestro comandante fue la de hundir nuestra nave antes que entregarla al enemigo de entonces."
Pero mucho más impactante para estos redactores que cualquier documento es la expresión misma de los rostros curtidos. Kurt Wecker, Matrosenhauptgefraiter (equivalente al Suboficial Principal) de la 1° División del Buque es, a los 84 años, presidente del Círculo de Camaradería. Manejando un castellano perfecto, acompasado por un suave acento germánico, Wecker es claro en su oposición al reflotamiento del Graf Spee. "Cuando leí la noticia por primera vez en LA NACION me sentí muy mal, y hablé ese mismo día con todos los ex compañeros de nuestro Círculo. Ellos se sentían de la misma manera. No estamos de acuerdo con que se levante el Graf Spee, porque para todos nosotros es un monumento bajo el agua, un sepulcro sagrado. Y eso se debe respetar, honrar, no realizándose una profanación como la que estamos presenciando. Porque hundir el barco fue la última decisión de nuestro comandante, una decisión tomada precisamente para que no cayera nunca en poder del enemigo. Y esa voluntad, todos los ex combatientes del Graf Spee la vamos a respetar, lo mismo que respetamos su sepultura. Porque si bien el comandante Langsdorff está enterrado en el Cementerio Alemán de Buenos Aires, el espíritu de nuestro capitán quedó en su barco, en el fondo del río."
Explosivos peligrosos
El veterano ex tripulante señala, también, los graves inconvenientes a los que, en su opinión, se enfrentan los buzos empeñados en reflotar al Graf Spee. "Es una tarea muy difícil, porque además, según tengo entendido, el buque hoy está cortado en tres partes, además del hecho de que seguramente hay todavía material explosivo a bordo que no explotó en su momento, y que podría constituir un grave peligro para los buzos que trabajan en el lugar."
D´Anna afirma que "las miles de toneladas de barro que hay depositadas sobre el Graf Spee están actuando como preservantes. El barro evitaría así la corrosión de los explosivos, actuando como un aislante, y permitiendo que estos permanezan tan activos como letales".
Pablo Kus (84 años), Machine Obergefraiter (Cabo Superior de Máquinas) de la 8° División del Graf Spee, es de pelo rojizo, histriónico, está lleno de anécdotas y un ligero temblor en un brazo delata cuando la emoción lo atenaza. Se suma a la conversación con LA NACION y afirma: "Mire, la noticia del reflotamiento del Graf Spee me cayó tan mal como a todos. Yo fui uno de los últimos 40 marinos que salió del barco. Hoy soy el único que queda vivo de aquellos 40 que marchamos con nuestro comandante a hundir la nave para que no cayera en manos enemigas. Mi tarea en el hundimiento fue preparar los torpedos (seis en total), que debimos bajar con guinches".
Kus recuerda como si fuera ayer cuando media hora antes de la voladura del barco, el comandante Langsdorff reunió a los mencionados 40 marinos en el comedor de suboficiales y les dijo: "Muchachos, vamos a dejar hundir al barco. Ustedes tienen que cumplir órdenes, todo va a salir bien. ¿Y si saliera mal? Bueno, el buque es reemplazable, ya habrá otros más modernos, pero la vida de cada tripulante es una sola, así que si sale mal, mala suerte, pagamos los 40, pero le salvamos la vida a 1100".
Otro de los marinos presentes es Heinz Berger (83 años), también Machine Obergefraiter (Cabo Superior de Máquinas). Nervioso, expresivo e inquieto, Berger se entusiasma al defender su causa: "Dejémoslo bien claro, el Graf Spee es un símbolo de humanidad en plena guerra, y eso debe ser respetado. Nuestro capitán, después de evaluar la situación de la nave en Montevideo, vio imposible continuar la lucha contra los ingleses. Hay que destacar que el comandante salvó a la tripulación, a "sus muchachos" (como nos llamaba), porque era como un padre para nosotros --aquí la emoción quiebra el firme tono de la voz del relato del veterano--. El Graf Spee tiene que quedar donde él lo puso, en el fondo del Río de la Plata". Berger sirvió en una sección del buque que no permitía, prácticamente, ningún contacto pesonal con el comandante. Sin embargo, lo recuerda con precisión: "Langsdorff era en todo sentido una persona extraordinaria, un caballero. Para todo el mundo, empezando por sus enemigos ingleses, fue un auténtico señor."
Karl Fengler (86 años) Matrosenobergefraiter de la 3ª División del buque, apenas puede hablar de la emoción contenida, explayándose de pronto en una larga parrafada en alemán que nadie traduce. Luego, más calmado, nos ofrece una reproducción ampliada de una antigua postal alemana que mostraba al Graf Spee frente al puerto de Hamburgo, en mayo de 1939, meses antes de la guerra. Más tranquilo, entonces, Fengler nos cuenta una anécdota del final de su capitán. "Un día antes de suicidarse, el comandante vino al patio del Hotel de Inmigrantes con nosotros. Los muchachos de la tripulación le preguntaron qué iba a pasar. ?Ya lo van a saber´, dijo sonriendo enigmáticamente. Y esa misma noche se quitó la vida en su habitación del Arsenal Naval."
El quinto marino convocado es Willi Jacobs (86 años) Funköbergefraiter (Cabo 1° telegrafista) de la 5ª Divisón. Llegó tarde a la reunión, caminando con dificultad. Tocado con una gorra y ayudándose con un bastón, auxiliado por su esposa, se acomodó en el asiento y sólo pronunció enfáticamente, como en una oración: "Que se quede donde está", haciendo por supuesto referencia al Graf Spee.
Para los viejos marinos alemanes, si bien los restos mortales del capitán Langsdorff yacen en el cementerio Alemán en la Chacarita, el espíritu de su comandante yace, en cambio, en el fondo del Río de la Plata, junto a la nave que decidió hundir antes de que cayera en poder del enemigo. Si bien es cierto que, parafraseando el título de una vieja novela de la Segunda Guerra Mundial, "en la tumba del marino no crecen flores", este puñado de veteranos del Graf Spee se han reunido, quién sabe, tal vez por última vez, para que nada perturbe a ese silencioso sepulcro que es para ellos lo que queda de su barco, el otrora poderoso acorazado de bolsillo Admiral Graf Spee.






