El tiempo económico se agota
El Gobierno debe producir un cambio profundo de la política económica muy rápido. El deterioro de todas las mediciones corre a una velocidad tal que, si no se actúa en un plazo corto, vamos a dirigirnos a una crisis, no como la de 2001, sino a una crisis de miseria gris y duradera de efectos más horizontales que la abrupta y vertical caída de principios de siglo.
El medidor nacional de confianza -el dólar libre- se ha disparado como consecuencia de las disparatadas medidas tomadas contra el turismo, contra los viajeros y contra las agencias de viaje. El argumento oficial para aplicar el recargo del 20% a la compra de pasajes y paquetes turísticos ha sido paupérrimo: como se detectaron irregularidades en algunas operaciones, a parirla todos. Se trata de una típica reacción militar, de colimba barata.
En ese sentido, el Gobierno va pareciéndose cada vez más a un cuartel y nosotros somos los soldados rasos. Pero las variables económicas no tienen por costumbre doblegarse ante las ordenes de un gritón. Pueden hacerlo por un tiempo, pero inmediatamente empiezan a acumular tensiones reprimidas que si no son atendidas, estallan.
El impacto de las últimas medidas en el dólar blue ha provocado el paradójico resultado de que ahora es más conveniente viajar afuera del país aun a pesar del 20% de recargo en los tickets. Esta muestra de inconsistencia y de franca chapucería técnica es un ejemplo en superficie de lo que está pasando en la profundidad.
La recaudación por retenciones ha caído, según cifras oficiales, un 35% porque los exportadores hacen todo lo posible para retardar la liquidación de sus operaciones de venta al exterior. Se perdieron 10 mil millones de dólares de reservas. La brecha cambiaria supera el 70%. Las inversiones no llegan y las pocas que había comprometidas se retiran del país. La Argentina sigue en default y ya ni siquiera habla de cómo piensa pagar lo que debe. La inflación supera ya largamente el 30% aun con congelamiento de precios y las empresas se hayan en una especie de letargo viendo a diestra y siniestra por dónde les llegará el guadañazo.
La Presidenta debe actuar rápidamente. La hora de los dogmas ha llegado a su fin. En su propio beneficio debe cambiar por completo su gabinete, empezando por el ¿equipo? económico y la presidenta del BCRA. Mercedes Marcó del Pont está destruyendo la operatoria del mercado, ignora los palotes del puesto que ocupa. Es, al sistema financiero, lo que Moreno fue al mercado de carnes, trigo, leche y maíz.
Para emitir una señal clara, la Presidenta debe archivar de un solo golpe todo su discurso. No es "ella o vos", como dice la publicidad de De Narváez, es "el cambio rotundo o el abismo para sí misma" lo que debe poner en la balanza. Si no lo hace, los desequilibrios se la llevarán puesta.
La otra opción es que la Presidenta no haga nada o intente "profundizar" sus ¿ideas? y el país se dirija a una economía venezolanizada con amplio desabastecimiento, serias dificultades para salir del país, militarización del régimen y una pobreza extendida con paralización económica y pérdida severa de empleos.
Sin las ataduras monetarias de la convertibilidad, la tentación podría llevar a una multiplicación de la ya descontrolada emisión que, combinada con el congelamiento de precios y las múltiples regulaciones estatales para trabajar, van a aumentar la velocidad del deterioro.
La Presidenta tiene delante de sí la posibilidad de demostrar si es inteligente de verdad. Si elige dejar de lado su revolucionismo pasado de moda -que sólo les sirve a quienes cobran fortunas del tesoro público-, y se concentra en salvar su presidencia de un final paupérrimo, es posible que esté a tiempo de evitar no un desastre, sino algo peor que eso: una decadencia hacia la insignificancia y la grisura.
Parecería un contrasentido decir que queda poco tiempo para evitar caer en la intrascendencia porque a la intrascendencia no le importa el tiempo. Pero a los argentinos, empezando por la señora de Kirchner, sí debería importarles. Pues bien: cambie, señora; cambie las ideas que le impiden cambiar de personas y luego, cambie a las personas.
Es mejor hacer eso a que el tiempo la coloque en el lugar de las figuras sin peso de un país sin importancia al que el mundo ignora y desconocería por completo, si no fuera por el hecho de que la silla de Pedro la ocupa alguien nacido en un lugar que muchos conocieron hace una semana, no por sus logros descollantes, sino por entrar a Google Earth para saber de dónde venía el nuevo papa.
© LA NACION