El virus estructural que mata en la Argentina
Estamos conviviendo con un virus que llegó, que se coló en nuestra cotidianeidad y nos está obligando a vivir en una situación excepcional y nos obligará a construir una nueva normalidad, al menos por un largo tiempo.
En los barrios populares, referentes, líderes comunitarios y vecinos/as salieron a responder frente a la emergencia reforzando la ayuda a comedores, creando ollas populares, acompañando espacios de apoyo escolar, brindando asistencia sanitaria, participando en programas como "El barrio cuida al barrio" y generando miles de iniciativas propias que son parte de la dinámica habitual para hacer frente a las dificultades en tiempos de crisis.
Este virus dejó a la vista que en la Argentina convivimos con otro virus. Más silencioso, creado por la ausencia del Estado y potenciado por la indiferencia social y que se instaló en nuestra sociedad de manera estructural. Las primeras personas que responden frente a las emergencias en los más de 4400 barrios populares del país son sus vecinos y vecinas. La misma comunidad organizada, autogestionada y articulada sale a responder frente a la demanda de los propios, pues el sentido de comunidad y los lazos solidarios se realzan ante la ausencia del Estado. Sucede en todos los lugares del país y con más profundidad en donde mayor cantidad de barrios populares hay. Y sucede hace mucho, porque se convive con un virus desde hace décadas: el de la falta de acceso justo al suelo, la falta de acceso a una vivienda adecuada con los servicios básicos garantizados, las calles pavimentadas y el alumbrado público vienen ignorados por los gobiernos de diferentes colores políticos.
La falta de acceso a los servicios básicos, mata. Lo hace como un virus. Mata ahora con el Covid-19 porque no se puede cumplir con las normas sanitarias, mata normalmente cuando a una familia se le incendia su vivienda precaria por un cortocircuito en la red informal que le abastece de luz o cuando la ingesta continua de agua no potable desencadena otras enfermedades. Mata más silenciosamente, porque no está en la primera plana de los diarios y porque nos acostumbramos a la idea de que 1 de cada 10 personas que viven en la Argentina lo hagan con sus derechos de acceso al hábitat digno vulnerados.
Las acciones e intenciones de las últimas décadas no fueron suficientes. Desde hace varios años con otras organizaciones impulsamos una serie de políticas (el Registro Nacional de Barrios Populares, la Ley de Integración Socio Urbana) que dan un marco para avanzar pero a los que no se les termina de dar la jerarquía necesaria para que la integración social y urbana de los barrios populares sea prioridad y eje de gobierno. Quizás lo que logramos ver en este tiempo haga que esto cambie. El problema es tan grande y tan estructural que si no se prioriza, nunca vamos a terminar con este otro virus.
Director de Regiones de TECHO - Argentina