En defensa del doctor Cavallo
Los economistas ultraliberales y la centroizquierda vernácula tienen pocos puntos de coincidencia, pero hay uno que, curiosamente, los une: la crítica infundada a Domingo Cavallo. Las razones son diferentes. En el caso de la centroizquierda, es enanismo mental. En el de los economistas ultraliberales la razón es más prosaica: envidia por el prestigio internacional alcanzado por el ex ministro de Economía. En el medio, capitalizando estos odios encontrados, se bambolea el gobierno nerónico del presidente Duhalde, dispuesto a ofrecerle al pueblo circo a falta de pan.
Este artículo no pretende ser un alegato en defensa del ex ministro Cavallo en lo referente a las causas penales que se le imputan u otras en las que se lo pretende involucrar. En el tema del contrabando de armas las sospechas sobre su responsabilidad son tan ridículas que cualquier comentario sobra. Y con respecto al vapuleado asunto del megacanje, las críticas e imputaciones que hacen algunos sectores reflejan, además de intencionalidad política, una ignorancia supina respecto de ciertas cuestiones financieras básicas.
Tres comentarios
Permítanseme tres comentarios. Primero, las comisiones pagadas (140 millones de dólares) guardan relación con el tamaño de la operación (30 mil millones) y fueron distribuidas entre más de diez bancos nacionales y extranjeros en función de sus esfuerzos individuales.
Segundo, los análisis financieros realizados en su momento tanto por la Oficina Nacional de Crédito Público como por los principales bancos de inversión, incluso aquellos no involucrados en la transacción, como el que represento, demostraron de manera concluyente que la operación era conveniente para el Estado argentino en comparación con la situación preexistente. Tercero, recuerdo que cuando asistí a la presentación del mega-canje en el hotel St. Regis de Nueva York había, junto al ministro Cavallo y su equipo, una nutrida representación oficial integrada por gobernadores y políticos del oficialismo y la oposición, quienes estaban allí para dar una imagen de coherencia entre la economía y la política que ayudara a que el megacanje se concretara.
Entonces, usando la curiosa lógica de los jueces argentinos, podríamos argumentar que si el megacanje fue una operación ruinosa para el Estado todos los que estaban allí eran cómplices.
Pero no quiero extenderme demasiado en estos temas, por penosos que sean, ya que estoy seguro de que cuando la era del circo romano termine y empiece la del respeto a las instituciones la mayoría de los argentinos terminará reconociendo en Cavallo al líder luchador y patriota que siempre ha sido. A sus acusadores, en cambio, no los recordará nadie, porque, en el mar de la mediocridad política y judicial argentina, sus nombres son sólo gotas de agua.
Mi defensa principal es al Cavallo economista, cuya figura algunos de sus colegas hoy se esmeran en denostar. Esos colegas, que en su mayoría pertenecen a instituciones académicas reputadas como el CEMA, parecen creer que la debacle argentina se gestó a partir de marzo del año pasado con la segunda llegada de Cavallo al Ministerio de Economía. Culpan a la convertibilidad ampliada, al factor de convergencia, a la supuesta violación de la autonomía del BCRA y al corralito bancario como la raíz de los problemas que acabaron con el 1 a 1 y la convertibilidad. Mi opinión es muy diferente. La convertibilidad estaba gravemente herida desde mucho tiempo antes, y lo único que hizo Cavallo fue tratar de salvarla, poniendo en ello todo su empeño y dedicación. Ciertamente, a juzgar por los efectos causados por la devaluación descontrolada y la pesificación irracional a manos del gobierno actual, la de Cavallo fue una lucha digna, valiente y loable.
No es casual que los técnicos del CEMA sólo miren los problemas de la convertibilidad a partir de marzo de 2001. Un análisis de lo acontecido cuando ellos administraron la economía nacional les revelaría conclusiones inquietantes. Entre julio de 1996 y diciembre de 1999 el gobierno ignoró los pactos fiscales preexistentes que obligaban a las provincias a reducir el déficit y el gasto públicos y, por el contrario, les transfirió cuantiosos recursos a través de aumentos de impuestos tan innecesarios como distorsivos. Y, como si esto fuera poco, el BCRA permitió que los bancos nacionales les prestaran sin límites a las provincias a altísimas tasas de interés y con garantía de coparticipación, abandonando la política de supervisión crediticia implementada en años anteriores.
El resultado fue un aumento explosivo del gasto provincial y la acumulación de más de 20 mil millones de dólares de deuda pública subnacional. A partir de este aumento de la presión impositiva y el gasto provincial los márgenes de rentabilidad de las empresas cayeron significativamente y se debilitaron las finanzas provinciales. Claramente, en esas condiciones el régimen de convertibilidad no estaba preparado para enfrentar la seguidilla de choques externos negativos que comenzó en 1998.
Estoica gestión
Tras la estoica gestión de Machinea, Cavallo se hizo cargo del Ministerio de Economía en momentos en que el sistema financiero soportaba la mayor fuga de capitales registrada hasta la fecha. Como resultado de los anuncios económicos de Cavallo, que incluyeron medidas para robustecer las cuentas fiscales y alentar la competitividad, la fuga se paró. El enfoque de Cavallo (alentar el crecimiento económico sin descuidar las finanzas públicas) debe haber sido el adecuado, porque, de lo contrario, los capitales se hubieran seguido fugando. Sin embargo, tres meses después, la fuga se reinició. Es posible que el mercado le haya perdido la confianza a Cavallo y sus medidas económicas, aunque yo me inclino por pensar que prevalecieron razones de orden superior, tales como la inestabilidad política que acabó en el golpe institucional del 20 de diciembre. De cualquier forma, hay un dato de la realidad que no se puede soslayar. Todas las medidas que tomó Cavallo en los nueve meses de su mandato tuvieron idéntico propósito: evitar males mayores. Así, el megacanje y la refinanciación posterior de la deuda interna, la reducción de gastos primarios del 13% y el propio corralito financiero tuvieron como objeto evitar el default, la quiebra del sistema financiero y la maxidevaluación, que después ocurrieron.
Lamentablemente el gobierno actual eligió la estrategia opuesta, es decir, precipitar la ocurrencia de los males mayores provocando la mayor tragedia económica de que tenga memoria el país. Los beneficiados son un puñado de empresas nacionales con nombre y apellido. Los perjudicados son la inmensa mayoría de los argentinos que asiste desconsolada a la devastadora, y aún inconclusa, licuación de sus ahorros e ingresos.
El autor es economista jefe para América latina de Lehman Brothers.
- El próximo domingo: el columnista invitado será Javier González Fraga .