En educación, necesitamos más información y menos política
El debate sobre la última evaluación nacional estudiantil se ha enfocado en el impacto de la pandemia en el aprendizaje. Este foco no solo es incorrecto -la pandemia no fue lo único que cambió entre 2018 y 2021- sino que ignora hechos claves que hoy resaltamos en un informe con Educar 2050.
Las pruebas cada vez cubren menos grados y materias y se realizan con menos frecuencia. Desde 2016, cada vez se evalúan menos materias (ciencias sociales y naturales no se evalúan desde 2017) y menos grados (tercer grado de primaria y segundo/tercer año de secundaria no se evalúan desde 2016). Las evaluaciones censales de sexto grado de primaria y de 5to/6to año de secundaria se hacen cada dos o tres años (antes eran anuales). Esto dificulta la concientización del público sobre la crisis de aprendizaje que atraviesa nuestro país.
Los informes no reportan el puntaje del estudiante promedio en cada jurisdicción. Desde 2019, esta cifra solo se reporta en informes nacionales (de 2016 a 2018 se publicaban en el sistema abierto de datos). Esto hace que solo se pueda comparar el porcentaje de estudiantes en los niveles más bajos y altos, limitando las lecciones para las jurisdicciones.
Los informes no siempre desagregan los resultados por características de los estudiantes y escuelas. En 2017, no se reportaron resultados por gestión escolar; en 2019, no se publicaron resultados por nivel socioeconómico, invisibilizando la desigualdad de aprendizajes.
Por primera vez desde que se realizan evaluaciones nacionales, en 1993, el Ministerio de Educación dio a conocer los resultados sin publicar informes nacionales o jurisdiccionales. Esto imposibilita el escrutinio público de las interpretaciones oficiales de los resultados.
Los informes ya no reportan el porcentaje de estudiantes respondientes por jurisdicción. Desde 2019, esta cifra solo se reporta fuera del informe por escuela, permitiendo comparaciones entre los resultados de jurisdicciones con tasas de cobertura muy dispares.
Cuando se las compara con las evaluaciones internacionales, las nacionales reportan un porcentaje mucho más bajo de estudiantes que no logran aprendizajes mínimos y uno mucho más alto de en niveles de excelencia. Si bien hay varias diferencias entre estas pruebas, las discrepancias sugieren estándares muy diferentes.
El porcentaje de estudiantes que no alcanza niveles mínimos de aprendizaje es alarmante: en matemática, 4 de cada 10 alumnos de quinto/sexto año están en esta situación. Y este porcentaje viene aumentando desde 2016 al 2019.
Las brechas por nivel socioeconómico continúan siendo inaceptables. En matemática, los estudiantes de quinto/sexto año más pobres son tres veces más propensos a lograr aprendizajes mínimos que sus pares más ricos. Y menos de 1 de cada 100 de ellos alcanza niveles de excelencia.
Los estudiantes de escuelas públicas continúan en desventaja. En lengua, 1 de cada 5 estudiantes de 5to/6to año en este sector no alcanza aprendizajes mínimos; en matemática, más de la mitad de estos estudiantes se encuentran en este nivel.
Tanto las decisiones del gobierno de turno para ocultar los resultados de las evaluaciones, como los últimos resultados disponibles, deberían convocarnos como sociedad para demandar mejoras urgentes en la calidad de la educación. No permitamos el encubrimiento de esta crisis y demandemos que se cumpla el derecho de cada niño y joven argentino a aprender.
Profesor Universidad de Nueva York, autor de informes técnicos de Educar2050