Entre el milagro de Macri y la grieta del peronismo
Una pasión tardía empuja a Mauricio Macri a girar por el país en busca de un resultado sin precedente. Como máximo, busca revertir una derrota aplastante en una segunda oportunidad para su reelección, aunque en sus propias filas piensen en ser un buen bloque opositor.
Una moderación inestable maquilla la cara de un peronismo que siente como una realidad su regreso al poder. Mantener bajo cierto control al kirchnerismo radicalizado es una necesidad que Alberto Fernández cumple con dificultades.
Macri ansía una revolución ciudadana y Fernández precisa que nada interrumpa la inercia que lo lleva a la Casa Rosada. Sus respectivos entornos dibujan lo mejor posible esos deberes.
En el rescate del "sí, se puede", el macrismo desnuda como prioridad instalar entre sus votantes que un milagro es posible. La conversión a la fe del optimismo implica para muchos macristas el enojo con quienes siguen mirando a los números del 11 de agosto como una montaña imposible de escalar. Y es que la fe no necesita explicaciones; los hechos políticos, sí.
No ocurre nada tan extraordinario en la Argentina. Una vez más, una crisis económica puede precipitar un cambio de poder; de nuevo, la reunificación del peronismo le facilita el regreso. Esos dos factores, unidos, saltaron en las PASO sobre el ensayo macrista de revertir la tendencia cultural al populismo y burlaron las gravísimas acusaciones de corrupción contra Cristina Kirchner y equipo.
Tampoco resulta novedoso que los votantes soslayen el robo, la coima y el enriquecimiento. Hace treinta años, más enfático que Macri, Eduardo Angeloz también gritaba "se puede, se puede" como freno a la llegada de Carlos Menem. El riojano ganó todas las elecciones durante su década en medio de denuncias. "Roban, pero hacen" es un viejo antídoto contra las pretensiones de honestidad.
El sistema de poder ya adelantó sus relojes sin creer en milagros macristas. Primero fue el sindicalismo el que se reconcilió con Cristina como parte de la reunificación de la fuerza que ella misma comandó al precio de resignar la reelección. Luego de las elecciones primarias, también los tribunales parecen alinearse con los deseos peronistas. Alberto Fernández dijo que rechaza la "doctrina Irurzún" sobre prisiones preventivas y ese criterio fue cambiado en beneficio de la liberación de (hasta ahora) siete kirchneristas en tres causas diferentes. El empresariado, que tanta alegría había manifestado por Macri, ahora se muestra en los actos de Fernández y adhiere a sus propuestas. La Iglesia tampoco tiene reparos en mostrar su simpatía con el retorno K.
Los signos del cambio que Macri desafía con su gira por 30 ciudades también complica el armado del poder que todavía no tiene Fernández. Una pelea por los espacios en un hipotético gobierno y, especialmente, por su línea política ya se disputa con cierto disimulo para no espantar votantes recién llegados. ¿Será, tal vez, que una grieta, hija del conflicto interno del peronismo, reemplazará a la vieja grieta que Fernández promete cerrar?