
Equidad en un mundo globalizado
Por Alieto Aldo Guadagni Para LA NACION
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Nunca hubo tanto crecimiento económico como durante el medio siglo que acaba de concluir. A partir del fin de la Segunda Guerra Mundial la producción mundial de bienes y servicios se multiplicó siete veces. El comercio entre las naciones no sólo acompañó esta gran expansión, sino que la lideró, pues su volumen se multiplicó dieciocho veces.
El sistema multilateral establecido en 1948 fue una positiva iniciativa del mundo de la posguerra, que creó el GATT para impulsar el crecimiento mediante la extensión de la libertad de comercio y la apertura recíproca de los mercados entre las naciones. Los Estados adquieren derechos y contraen obligaciones en las rondas multilaterales de negociación, lo cual exige para su legitimidad política que este proceso sea equitativamente balanceado. Hasta ahora ha habido ocho rondas: en la primera (1947) participaron apenas 23 naciones, mientras que en la última (Ronda Uruguay, 1986-1994) negociaron 123 países.
La agenda multilateral de la década del 90 registra como un hecho de la mayor relevancia la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC), sobre la base del anterior GATT y el Acuerdo de Marrakech (1994). La OMC hoy controla la aplicación de un complejo cuerpo legal de carácter multilateral, que se aplica al comercio de bienes y servicios, a las inversiones y a la propiedad intelectual. La agricultura recién fue incorporada a la disciplina multilateral durante la Ronda Uruguay, con lo que se terminó con una situación irregular que durante medio siglo había excluido a este sector de los procesos globales de liberalización.
En 1999, el sistema multilateral sufrió un revés, por el fracaso de la reunión de Seattle, atribuible no sólo a una deficiente preparación sino también a serias discrepancias. Tres factores incidieron en el fracaso de la Conferencia Ministerial:
- La administración demócrata de Bill Clinton insistía en incluir cuestiones ajenas al comercio (normas laborales y ambientales), que eran percibidas por los grandes países densamente poblados (India, Paquistán, Indonesia) como pretextos "progresistas" para cubrir antiguas prácticas proteccionistas.
- La Unión Europea, Japón, Corea, Noruega y Suiza pretendían justificar las enormes barreras al comercio y los subsidios con el endeble argumento de la "multifuncionalidad" de la agricultura.
- Muchos países en desarrollo se sentían excluidos de los beneficios de la globalización. Veían que se les exigía mucho (por ejemplo, patentes medicinales) y se les ofrecía poco en acceso a los mercados de los países industrializados.
Comercio, no ayuda
Ahora, 142 naciones se preparan para negociar en Doha, Qatar. Muchas naciones (Mercosur incluido) acudirán para lograr normas más equitativas para la agricultura, pues la verdad es que los resultados de la Ronda Uruguay han sido magros. Por ejemplo, los aranceles que los países industrializados aplican a sus compras agrícolas son hoy nueve veces mayores que los correspondientes a los bienes industriales, con lo que se sigue perpetuando una notoria desigualdad.
Tampoco hubo progresos en acceso al mercado, porque los países industrializados aplicaron los acuerdos de la Ronda Uruguay sin transparencia y con argucias (por ejemplo, la tarificación "sucia"). Los subsidios, en lugar de disminuir, siguieron aumentando y ya superan los 360.000 millones de dólares anuales. También siguieron creciendo las exportaciones subsidiadas, que deprimen los precios internacionales y comprometen así el riesgo-país de los países deudores que son exportadores agrícolas.
Sabemos que la globalización es un proceso de raíz tecnológica, que impulsa la creciente interdependencia entre las naciones. Pero este proceso presenta riesgos que deben ser controlados y administrados; para esto se requieren fuertes instituciones multilaterales y reglas más equitativas. La OMC debe consolidar la primacía de la ley en el comercio internacional, para asegurar que las ganancias de la globalización se derramen a todas las naciones. Después del fracaso de Seattle, es crucial fortalecer en Doha la confianza en un sistema multilateral que no sea discriminatorio. Es indispensable gobernar la globalización para que sea equitativa, recordando una vez más lo que decía Raúl Prebisch: "Los países en desarrollo no necesitan ayuda, sino comercio".






