¿Es la economía o es la política?
Hay motivos para llegar y razones para irse del gobierno. Una mezcla intensa de estallidos económicos y hartazgos políticos alimenta los signos de los recambios desde que la Argentina logró normalizar con el voto sus transiciones de poder. Está escrito en una historia que choca con el presente.
El deseo de un cambio de rumbo político puso a Raúl Alfonsín en la presidencia. Su sueño de tercer movimiento histórico y de conseguir otro mandato para su partido fue roto por una crisis económica.
El carisma de Carlos Menem encajó con la voluntad de los argentinos de resolver con un "salariazo" la hiperinflación por la que Alfonsín se fue cinco meses antes del poder. A Fernando de la Rúa lo puso en la Casa Rosada una mayoría de argentinos que querían mantener la convertibilidad, pero que ya se habían hartado de la corrupción y los escándalos del menemismo. La bomba instalada por Domingo Cavallo le explotó al propio Cavallo y arrasó el gobierno de la Alianza hasta desatar una crisis institucional que no dejó vestigios del sistema político bipartidario que se mantenía desde el siglo pasado.
Luego del interinato de Eduardo Duhalde e impulsado por este, Néstor Kirchner fue presidente por el deseo anticipado en los sondeos de opinión de impedir el regreso de Carlos Menem y de encontrar una salida heterodoxa a los repetidos estallidos económicos.
Cristina heredó los resultados del rebote de la economía mientras hacía creer a parte del electorado que llegaba para mejorar la calidad institucional que su marido no se había ocupado de mejorar.
Mauricio Macri ganó con la promesa de sacar al kirchnerismo del poder, cuyas formas autoritarias habían hartado a por lo menos la mitad de los argentinos. Y, también, con la expectativa de recuperar la economía y achicar la brecha social sin seguir escondiendo los datos reales de la crisis. El Presidente busca ahora su reelección con los mismos postulados: ser una barrera al populismo y resolver la crisis económica. Pero durante los tres años y medio de su primer mandato no consiguió lo primero y agravó lo segundo.
Ahora que despunta la nueva campaña electoral (para la política argentina, la vida son esos lapsos insignificantes que ocurren entre una elección y otra), Macri vuelve con el mismo plan. Para ganar necesita derrotar a Cristina, y le resulta casi imprescindible que ella misma sea candidata. Y, a la vez, se siente obligado a utilizar un tono entre emotivo y exasperado para sembrar una expectativa de mejoría económica justo ahora que la recesión y la inflación aflojan la confianza de muchos de sus (¿ex?) votantes.
En el medio, el peronismo alternativo integra a Roberto Lavagna como un nuevo atractivo y ataca a dos puntas: a Macri por la economía y a Cristina más por la intolerancia que por la corrupción. Su capacidad de crecer está por verse. Como en todas las elecciones desde 1983, el enigma a resolver vuelve a concentrarse en la preeminencia de un voto contra la crisis económica o una decisión que privilegie valores políticos. Hay antecedentes para todos los gustos.