Esa rara mezcla de paz navideña y agitación callejera
Durante mucho tiempo, diciembre, puerta del verano, tiempo de paz y concordia por antonomasia, tuvo reputación de mes calmo. Hasta los golpistas respetaban diciembre. Preferían otros meses del año (marzo en 1962 y 1976, junio en1943, 1955 y 1966, septiembre en 1930, 1951 y 1955) para sacar los tanques a la calle. Imagen que los centennials solo vieron en películas.
Pero algo sucedió después con la sacralidad del mes navideño. Sin ir más lejos, de la última vez que salieron los tanques se están cumpliendo ahora mismo 32 años. En 1990, el coronel Mohamed Ali Seineldín escogió diciembre para levantarse porque no quería cerrar el año sin obtener una respuesta a los reclamos carapintadas. Urgencias de almanaque.
El hecho de que el doceavo mes exhiba hoy la peor ubicación en el ranking de los meses que se esperan apacibles no viene de cuando Menem dispuso el estado de sitio, sino del estado de sitio siguiente, el que De la Rúa firmó el día previo a su estruendosa caída. Néstor Kirchner, quien tenía sensibilidad para captar traumas no resueltos de la sociedad argentina, agitaba diciembre de 2001 sin descansar. Todo el colapso se lo endosaba a la Alianza. Eran los cimientos de la grieta. Con pretensión de Esopo repetía que si se invocaba a la oposición, el monstruoso 2001 se iba a apersonar otra vez. Así fue como fermentó el temor colectivo a los desmadres decembrinos. Un temor que, si es por la estadística, resultó mucho más heliográfico que corpóreo. Los diciembres agitados, con estallidos sociales, saqueos, desbordes, fueron minoría.
La novedad es que como amenazas persistentes, la cuestión social en un país con índices obscenos de pobreza y la explosión de las cuentas públicas ya no están solas. Aunque Sergio Massa cumpla su promesa de no devaluar y la economía siga mansa su firme derrotero hacia ninguna parte, se han agregado nuevos rubros con propensión al derrape. Uno de factura institucional, el otro judicial. Todo con telón de fondo que incide sobre la euforia y la depresión colectiva, telón al que antes la FIFA tenía el buen tino de no superponer con las ansiedades causadas por la terminación del año. Aunque todo el mundo sabe que después de un año viene otro. Lo institucional prometía ser un tedioso conflicto de poderes que a la mayoría le cuesta seguir, el del Senado con la Corte y el Consejo de la Magistratura. Pero el jueves, al hacer metástasis en la Cámara de Diputados, añadió el lenguaje popular del escándalo.
Conviene aclarar: el hecho de que lo más visible sea la chabacanería no significa que al problema le falte profundidad. Desde los peronistas Pierri, Camaño, Balestrini, Fellner, Domínguez y Massa hasta los radicales Pugliese y Pascual, y también el peronista macrista Monzó, todos los presidentes de la Cámara baja de la democracia la condujeron por la vía del consenso. En líneas generales, así fueron elegidos y reelegidos cada uno de ellos en el cargo. La decisión opositora de impedir el jueves la reelección de Cecilia Moreau (cuyo padre, Leopoldo Moreau, hoy cristinista, también presidió la cámara en los últimos dos meses del gobierno de Alfonsín y en medio de grandes dificultades también siguió la línea del consenso) marca un quiebre en las tradiciones, que alimentan la continuidad del sistema. En la casa de la política la imposibilidad de entendimientos básicos supone, en el mejor de los casos, parálisis.
Para el otro riesgo de agitación sin final programado, el de origen judicial, hay que esperar solo 48 horas. Así como es altamente probable que la reacción del kirchnerismo ante una eventual condena de Cristina Kirchner en la causa Vialidad sea en la calle y carezca de lustre republicano, cabe imaginar que los sectores que quieren presa a la vicepresidenta tampoco se quedarían en sus casas. ¿También habría manifestantes autoconvocados de apoyo a la Justicia? Como de costumbre, lo que le importa al análisis político no se refiere al previsible kirchnerismo ni al poco trascendente albertismo ni a la mitad del país (es una manera de decir, no debe leerse como dato estadístico) hastiada de ambos, sino al peronismo vaivén. Pero no a su solidaridad automática con la eventual condenada, sino a su grado de compromiso con la movida antijudicial.
No estaría siendo el mejor comienzo del mes más agridulce del año, el mes de los riesgos aumentados. La palabra clave del momento es bloqueo. Diputados se bloquea como secuela de un bloqueo del Consejo de la Magistratura que busca bloquear las causas judiciales contra la vicepresidenta. Por otro lado, a la Justicia se la pretendería amedrentar, según amenazas kirchneristas, con una “parálisis del Estado”, además de fustigársela urbi et orbi.
Ya hubo expectativas inquietantes que la realidad licuó. Y, viceversa, estallidos que no habían sido anunciados. Queda esperanza.