Estatua de Mar del Plata. Un desenlace aburrido y gris como expediente municipal
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Mar del Plata.- Cuando algunos celebrábamos la aparición de un Banksy criollo o un TV Boy autóctono inspirado en formas antagónicas a la estética de Botero, el episodio que develó el origen y autoría de la Dama de Playa Chica, nos estrelló en el rostro la puesta en escena más políticamente correcta de los últimos tiempos.
Así, se confesó una “travesura” mediante una conferencia de prensa realizada en los jardines de la Villa Victoria, nada menos, uno de los espacios que gracias a su inolvidable mentora guarda misterios y enigmas firmados por sus visitantes y huéspedes durante tantos años.
Es que durante estos días, junto con el resto del país y una buena parte del mundo algunos, repito, supusimos que la instalación de la pequeña escultura en uno de los rincones costeros más emblemáticos de Mar del Plata era el primer paso de la epopeya de un autor dispuesto a sumarle mitos, interrogantes y belleza singular a la ciudad que, por otra parte, se retuerce como pocas por culpa de la peste.
Era una buena oportunidad, pensamos, para que alguien se anime a derramar una estética serena por los lugares que frecuentamos, sin aviso y sin firma, con los puntos suspensivos que nos dejan pensando en cuál será el próximos capítulo.
Hablaba de Banksy, emblema del Street Art, del que se sabe poco y se especula demasiado, con una sola certeza, que pudo haber nacido en Bristol, junto al río Avon. Tal vez. El resto es misterio y asombro, pues pasó de filosos grafitis con ratas como protagonistas esenciales a pintar obras que desembocaron en museos y galerías de gran prestigio en su país y en el resto de Europa. Eso sí, con el anonimato y la sorpresa como emblemas.
Todos queremos tropezar y encandilarnos con una performance de Banksy y viralizarla. No nos importa su edad, su otra profesión, si la tiene, o que le pida a su ciudad un permiso para desplegar a su ratas o niñas con globos. Lo mismo sucede con TV Boy, que mudó sus intervenciones y pinturas callejeras de Milán a Barcelona, con menos misterio que su colega inglés, pero muy lejos de despachos y burócratas. “Una pared es una arma muy grande”, suelen repetir ambos. En nuestro caso, podríamos decir que una roca también lo es y que hay muchos dispuestos a prestar atención al mensaje que allí se exhiba, más allá del repicar de las selfies.
Por eso, aquella ilusión de que habíamos parido un artista con esa impronta en nuestras playas se hizo añicos cuando hace horas apareció el doctor Mario Magrini, sentado en la Villa Victoria, junto a los responsables de la cultura oficial de nuestra ciudad, explicando que “solo fue una travesura artística” y hasta el modus operandi que le permitió cementarla sobre la piedra.
Nada quedó para el misterio y ahora viene el tiempo de papeleo, sellos y autorizaciones. Y hasta alguna declaración almibarada de los curules locales, por qué no…
Una desilusión para los que todavía esperamos arte, transgresión, sorpresa y misterio, si es cerca del mar, mejor.
