Esteban Bullrich, ¿presidente de la Nación en 2027?
Un anuncio inesperado que sorprendió en la escena política
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Un bombazo. No hay otra manera de calificar el impacto que provocó Esteban Bullrich al anunciar que considera la posibilidad de presentar su candidatura presidencial dentro de dos años.
Sucedió el lunes último mientras Carlos Pagni lo entrevistaba en su programa Odisea argentina, en los estudios de LN+. El primer sorprendido fue su conductor. El exsenador le había escrito el 11 de noviembre para preguntarle si le podía interesar que antes de fin de año concurriese a su ciclo junto con Enrique Morad y Jorge Colina, coautores con Bullrich de Una nueva Buenos Aires. El libro propicia dividir esa provincia en una primera etapa en tres para hacerla más ágil y productiva: la del norte, con sede en San Nicolás; la del sur, con capital en Bahía Blanca y la de la costa atlántica, en Mar del Plata.
Pero la noticia de la inesperada candidatura tapó eso. No solo Pagni se sorprendió, sino que sus propios acompañantes se quedaron perplejos al escucharlo. Es más, hasta su esposa se enteró en ese momento. Algo muy típico en el exministro de Educación: su creatividad para asombrar con ideas disruptivas se mantiene intacta.
Esteban le había dado una pequeña pista a Pagni de que se traía algo poderoso escondido bajo el poncho: le adelantó que también revelaría dos “primicias” (palabra mágica para cualquier periodista). Y vaya si cumplió: además de pensar en ser candidato en 2027, dijo que tenía otro libro terminado (trascendió que es sobre liderazgo espiritual y que podría ser publicado por editorial Sudamericana). “Creo que, aunque pierda, puedo unir a los argentinos; esa es mi misión”, argumentó.
Esteban Bullrich padece desde 2021 Esclerosis Lateral Amiatrófica, en su versión más virulenta, que lo dejó rápidamente postrado, de los pies al cuello, y sin habla. Su comunicación con el mundo exterior es tipeando con sus ojos letra por letra en la pantalla de su computadora lo que quiere decir. La ELA es una enfermedad neurodegenerativa, por ahora sin cura, que progresivamente deja fuera de servicio los distintos músculos del cuerpo, sin afectar la capacidad de pensar.
Para no pocos pacientes de esta afección, la traqueotomía es el límite. Si llega ese momento prefieren una sedación terminal antes que exponerse a depender de ese dispositivo para respirar. Esteban eligió seguir viviendo así hace ya tres años.
Profundamente creyente, afirma que carga la pesada cruz que Dios puso sobre sus espaldas porque tiene una misión que cumplir. De hecho, renunció a las formalidades de la política cuando, motu proprio, abandonó su banca en el Senado, a fines de 2021, aunque sin dejar de ser un jugador muy presente en las redes sociales a la hora de expresarse sobre temas de actualidad, siempre con gran contundencia y claridad. Sus periódicos contactos personales con “fuerzas vivas” (dirigentes políticos, sindicales, de la Iglesia y del empresariado) nunca cesaron.
En la mayoría de las personas su porfiada actitud (sus amigos lo apodan “Burro” por su implacable determinación para llevar adelante sus objetivos) genera una enorme y piadosa admiración. Pero también hay una minoría intensa, particularmente en las redes sociales, de filiación kirchnerista o izquierdista, que demuestran cuán tóxicas como personas son al mofarse salvajemente de su desgracia o afirmar que se la merece por medidas que tomó como funcionario, o leyes que votó como legislador, inadecuadas para ese sector. Gente rota y de mala entraña.
Contra viento y marea, Bullrich avanza con su resiliencia blindada al lograr el milagro de mostrarse sumamente inquieto (aunque no pueda moverse) y decir mucho en artículos periodísticos, en sus redes y en presentaciones públicas (aunque no pueda hablar).
Ahora bien: ¿apeló a la estrategia comunicacional, como “zanahoria” que asegura repercusión (como sucedió) de anunciar su candidatura presidencial para darle mayor relevancia a su ambicioso proyecto de subdividir la provincia de Buenos Aires? ¿O, al revés, usó la excusa de esa potente idea para poner en primer plano su ambición, más provocativa que real, de llegar a la Casa Rosada?
Si siguiera adelante con esto último –“Obvio que María Eugenia [su mujer] y mis hijos tienen la última palabra, pero yo me quiero presentar”, aclaró en Odisea–, el impacto sería mundial.
“Lo estamos hablando, pero falta mucho”, confió Bullrich a este columnista. Frente a la decepción creciente que la ciudadanía tiene hacia quienes llegan al poder y no solo no resuelven nada, sino que agravan los problemas, no es difícil imaginar que la adhesión a su potencial candidatura podría comenzar a cobrar inusitado vuelo hasta alcanzar alturas inimaginables.
¿Existe un examen psicofísico como requisito para aspirar a ser presidente de la Nación? De existir, claramente Esteban Bullrich no lo pasaría por su actual condición clínica (otros que se han sentado en el sillón de Rivadavia, tampoco).
Aun con sus limitaciones, Bullrich demuestra que cuenta con ideas muy lúcidas y proyectos valiosos que otros políticos, aparentemente sanos, no presentan ni por casualidad. O pierden el tiempo con iniciativas disparatadas, como la de la legisladora de Unión por la Patria que quiere gravar las flatulencias de las vacas.
Solo imaginar como presidente de la Nación a Esteban Bullrich en su actual estado, pero sin rendirse y siempre con ideas para salir adelante, sería un acto de colosal justicia poética.


