Estrategias en defensa del relato
El kirchnerismo se empeña en defender su "modelo" con un relato que choca cada vez más contra la realidad: 2012 cerrará con un crecimiento que será todo o casi todo el producto del arrastre estadístico más un 25% de inflación. En la última década, el país creció pero con poco desarrollo y acumulando una serie de problemas como la inflación, el déficit energético, el tipo de cambio y peleas con nuestro vecinos y países de larga relación histórica. Las otras naciones latinoamericanas también crecieron a tasas altas en la última década, pero sin estos defectos y, si hubiera una crisis mundial, estarían mejor posicionadas para enfrentarlo. La realidad indica que el modelo nunca fue tan exitoso y que hoy estaría agotado.
El empeño en seguir construyendo una narrativa de defensa del modelo implica un gasto de energías que podrían ir a buscar soluciones reales a la encrucijada en que se halla el país. El primer paso para poner en evidencia el carácter construido de la narrativa kirchnerista es reconocer los mecanismos conceptuales con los cuales se construye esa virtualidad.
El primer mecanismo es el lavado de manos de las responsabilidades que le incumben. El kirchnerismo lleva ya diez años de gestión, pero nunca reconoce responsabilidad alguna por los males que aquejan al país. Heredó un país que exportaba energía mientras que ahora la importación de gas por millones y millones de dólares es responsable de una parte importante del agujero fiscal y monetario, pero la culpa es exclusivamente de Repsol o de una privatización que supuestamente le antecede. El gobierno nacional no cumple con los contratos de inversión que él mismo estableció y tiene la responsabilidad de controlar: chocan los trenes, mueren más de cincuenta personas pero la culpa es solamente de TBA o del maquinista. Lavarse las manos es una de las estrategias por las cuales se defiende el modelo y su narrativa.
El segundo es acercar las partes del pasado que le son convenientes. Como en el tango "Volver", esta estrategia busca convencer que "veinte años no es nada?" Acá todo es culpa de personas o de eventos de mucho tiempo atrás: la dictadura, el menemismo, los noventa, el neoliberalismo, etcétera. Funciona, entonces, acercando el pasado al presente. Esta estrategia también sirve para acercar la experiencia de 2001, para que el presente del país se siga midiendo en relación a una crisis que pasó hace ya más de una década.
La tercera estrategia es borrar las partes inconvenientes del pasado. Funcionarios kirchneristas fueron menemistas, duhaldistas, algunos formaron parte del gobierno de la Alianza, apoyaron la convertibilidad y la privatización de YPF, entre otras medidas. Hace menos de un año que Cristina Fernández de Kirchner elogiaba en publico a Repsol y su marido fue aliado de Clarín . Pero todo eso se borra, se extirpan las partes del pasado que contradicen la narrativa.
La cuarta es el silencio: callar voces disidentes o hacer silencio. Así se multa a economistas que contradicen las estadísticas oficiales, se acusa al opositor de golpista o vendepatria, se eliminan las conferencias de prensa, se falsifican datos y se hace del debate televisivo un festival de interrupciones y gritos. La meta es lograr que la única voz que se escuche sea la de la narrativa oficial.
La quinta y más abarcativa estrategia es el maniqueísmo: la división de la sociedad entre buenos y malos. Desde sus inicios, el kirchnerismo se valió de figuras que encarnaban una amenaza real o ficticia para el Gobierno: el imperialismo, EE.UU., el FMI, Clarín, la derecha, Macri, el campo, Inglaterra, la corpo. Por este medio se polariza la sociedad y se justifican los propios errores o fracasos, por el mero hecho de estar luchando contra las fuerzas del mal. De ese modo, se excusa la corrupción en nombre de la revolución nacional y popular. Todo vale, todo se justifica, la racionalidad pierde espacio frente a un fanatismo que no cuestiona, ante la amenaza constante de ese enemigo antinacional y antipopular.
George Orwell alguna vez escribió que quien "controla el presente controla el pasado". Puede ser, pero lo peor del empeño kirchnerista en controlar el presente no es lo burdo de estas estrategias. Lo peor es que al negar el presente con una narrativa falsa nos roba la capacidad de pensar en el futuro, de construir un futuro mejor.
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