Dos velocidades
La velocidad soñada corona la imagen. El hastío del embotellamiento se demora a sus pies. Podría ser un montaje, un juego entre gigantes –la carrocería del auto de carreras, allá arriba– y enanos –los autos apelmazados, acá abajo. Sin embargo, no lo es; hay recorte, punto de vista, simetría, encuadre. El gigantismo de lo que parece ser un afiche se encabalga con la fila de autos reales que avanza lentamente. Se aproximan a la pista que rodea un predio ferial de Wiscosin, atenazado, como tantos otros espacios en el mundo, por el coronavirus. Por eso este año sus organizadores convirtieron la caminata por entre puestitos rebosantes de tartas, bombas de crema, frituras y pizzas, en un goloso rodar de autos. Hacia allí se dirige la caravana, hacia los puestos cuyos aromas quizás ya perciba el perrito del auto, una módica fiesta en medio de un año cada vez más extraño.