Hay que garantizar que la educación llegue a todos los sectores
Paulo Freire solía decir que la educación no cambia al mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo. Entonces, tenemos la obligación moral de garantizar que la educación llegue a todos los sectores, porque la educacio´n es la herramienta más eficaz para que niños, niñas y adolescentes, marginados económica y socialmente, puedan salir de la pobreza; porque de esa transformación del mundo de la que hablaba Paulo deben participar todos y no solo los hijos de los sectores privilegiados.
Nos toca vivir una época en la que el mundo cambia a una velocidad nunca vista en la Historia. En medio de esa vorágine, la educación, además de ser derecho irrenunciable, es un medio indispensable para la realización efectiva de otros derechos humanos.
Si la Argentina puede enorgullecerse de ser uno de los países con mayor movilidad social ascendente, se debe en gran medida a que construyó un sistema educativo igualador que viabiliza los sueños, proyectos, ilusiones, anhelos y esperanzas de los más postergados.
Esta pandemia es un catalizador de nuestras virtudes, pero también de nuestras miserias.
La emergencia que estamos atravesando torna en inmoral cualquier intento de capitalización política de la crisis. No son estos momentos de asignar culpas, sino de aunar esfuerzos para transitar juntos un camino que se nos presenta largo y no exento de dificultades.
Desde la comodidad de nuestros despachos, a veces, perdemos contacto con la realidad. Y no hace falta irse muy lejos, el barrio Playón de Chacarita está a menos de cincuenta cuadras del Congreso. Luisa es una vecina del barrio, con una historia que nos obliga a ser la mejor de las versiones de nosotros mismos y a trabajar en conjunto con el Poder Ejecutivo, para transformarla.
Luisa es recuperadora urbana. Tiene dos hijos, uno en la primaria y otro en la universidad. Ella hace lo imposible para que sus hijos puedan seguir educándose, porque entiende que solo con una buena educación van a lograr ser y hacer todo lo que se propongan.
La pandemia ha hecho que la educación sea virtual. Pero los hijos de Luisa no tienen computadora, ni internet. Un vecino solidario les presta una notebook, pero el barrio no tiene servicio de internet. Entonces, cuando la madre sale a trabajar le deja el celular a los hijos para que puedan conectarse utilizando los datos del teléfono y poder estudiar aunque sea un rato. La tarea se las imprime en una librería del barrio, en la que deja 1200 pesos mensuales solo en impresiones.
Este es un pedazo de la historia de Luisa, y de tantísimos otros que la reman, que la pelean a diario para que sus hijos sigan estudiando. Para darles a ellos una mejor vida, que es lo que todos queremos como padres. En estos momentos donde vemos que todos parecerían tener respuestas me gustaría hacerles una pregunta: ¿Qué vamos a hacer nosotros para ayudar a las Luisas de la Argentina? Entiendo que muchos prefieran pasear por canales de televisión planteando respuestas para preguntas que nadie hizo o darle consejos al Presidente. Pero no es ese el lugar que elegí ocupar cuando asumí como diputado. Nada de lo que hacemos tiene sentido si no podemos empujar ahí con Luisa, tirarle una soga, un centro para que su vida sea un poco menos difícil. Laburo, impresiones, librería, computadora prestada, internet, datos móviles, crédito que se termina, más lo difícil que ya era llegar a fin de mes. Cada vez aumenta más la deserción escolar, y en este contexto de la pandemia, esto se va a potenciar exponencialmente. ¿Cómo podemos ayudar a que personas como Luisa sigan eligiendo el camino difícil, el del laburo, el esfuerzo y la educación como mecanismos de progreso social?
Es por eso que, junto a los diputados y diputadas, Carrizo, Martínez, Zamarbide, Nanni y Del Cerro, presentamos un proyecto de resolución que intenta aportar un granito de arena en la epopeya de vecinos como Luisa. Pedimosa las empresas de telefonía celular la liberación de los datos móviles necesarios para que los estudiantes de todos los niveles educativos tanto públicos como privados puedan acceder a las plataformas virtuales y el material de estudio digital. Porque, si acordamos que la educación es un derecho, entonces, jamás puede ser un privilegio de los que pueden pagar internet.
Según un informe de la UNICEF, se estima que debido a la pandemia 700.000 chicos caerán en la pobreza, llegando a 7.7 millones de pibes pobres en nuestro país. A estos chicos hay que sacarlos de la pobreza, pero además hay que traerlos al Siglo XXI.
Estamos aprobando una modificación a la Ley de Educación Nacional que incorpora la enseñanza a distancia de manera excepcional, siendo conscientes que la brecha digital se profundiza.
Además de trabajar en todas las medidas que se implementan en materia de educación, debemos dar prioridad a los grupos más vulnerables para que no queden rezagados. Tenemos que legislar para ellos, para los que están luchando día a día para llevar la comida a su hogar y garantizar que sus hijos puedan. No basta con el enorme esfuerzo que hacen los padres para educar a sus hijos, o de la epopeya de los docentes para armar cada, cada tarea, cada explicación con vídeos o textos, con mensajes de WhatsApp en cualquier momento del día.
El 70% de los hogares con niños y niñas de entre 6 y 12 años, edad teórica del nivel primario, y de entre 13 y 17 años, edad teórica del nivel secundario reportan tener tareas escolares todos los días. Debemos legislar para que el ejercicio del derecho a educarse deje de ser un ejercicio épico y vuelva a ser algo normal y de fácil acceso. No se puede alcanzar la excelencia educativa sin contar con las condiciones adecuadas.
Si el derecho al acceso no es universal e igualitario, la brecha digital que se abrirá entre los que disponen de acceso a Internet y los que no, duplicará la ya existente entre los estudiantes de distintos entornos sociales. De nosotros dependerá, entonces, que el futuro no sea un reino de poder para los hijos del éxito.