Implantes cerebrales para interactuar con las máquinas
A pesar de no tener conciencia y de hacerlo instintivamente, los movimientos y actividades de nuestro cuerpo se realizan porque en nuestro cerebro se produce un estímulo neuronal que activa todos los sistemas corporales necesarios para ejecutar esa acción que manda el cerebro. Así, caminar es resultado de una compleja relación de neuronas que emiten impulsos eléctricos al sistema nervioso, que transmite señales a los músculos que hacen que se muevan articulaciones, huesos y distintas partes de nuestro cuerpo, en una acción armónica, coherente y coordinada.
Se están diseñando aplicaciones de inteligencia artificial que traducen las ondas que emite el cerebro frente a determinados estímulos o como fruto del pensamiento, en acciones que puedan ser recibidas por dispositivos mecánicos o electrónicos. Las interfaces cerebro-computadora están ayudando a recuperar movilidad a personas con daños neurológicos con impacto en su movilidad o con imposibilidad de comunicarse con otras personas. Algo parecido es lo que ocurrió con el científico británico Stephen Hawking, que a los 21 años fue diagnosticado con una esclerosis lateral amiotrófica y que, gracias a un dispositivo de interfaz ocular, pudo seguir aportando a la ciencia el resto de su vida.
Existen dos formas de captar estas ondas cerebrales para transferirlas a una máquina para que pueda “decodificarlas” y eventualmente realizar determinadas acciones. Las primeras se denominan “no invasivas” y se logran a través de una especie de casco con electrodos conectados a una computadora y la otra forma es a través de un dispositivo que es implantado directamente en el cerebro.
El desarrollo de estas interfaces ha sido un tema creciente de investigación en ámbitos académicos y, principalmente, vinculado con la salud y las discapacidades. Pero en los últimos meses, y a pesar de la pandemia, se han sumado empresas como Neuralink –del dueño de Tesla–, Google, Amazon o Huawei que intentan diseñar estos dispositivos con fines comerciales. De hecho NextMind está anunciando un artefacto que permite controlar dispositivos y sistemas con un sensor no invasivo y Elon Musk anunció que su empresa Neuralink comenzará con los primeros implantes cerebrales de microchips en humanos a fines de 2022 para tratar lesiones en la médula espinal y trastornos neurológicos. Pronostica además que pronto una persona con parálisis podrá usar un celular solo con la mente.
Imaginemos abrir las puertas de nuestra casa, encender las luces o abrir las persianas con solo pensarlo. O también comunicar un mensaje por Facebook o WhatsApp sin necesidad de escribirlo. Los alcances para “sacar” pensamientos del cerebro para convertirlos en instrucciones de una computadora o cualquier dispositivo diseñado para esos fines son increíbles. Pero ¿podrán estos aparatos “ingresar” información externa a nuestras cabezas o permitir la comunicación entre cerebros? Imaginemos qué pasaría con la educación y el aprendizaje humano en todas sus formas. Aunque esto parece bastante más difícil, ya se realizaron algunas experiencias que lograron comunicar el cerebro de dos ratas ubicadas geográficamente distantes. Los desafíos sociales y éticos son tan extraordinarios como la velocidad de estos avances que parecen hacer realidad lo que hasta ahora eran ciencia ficción.
Sabiendo que las decisiones que tomemos impactarán durante años y décadas, es importante que nos preguntemos: ¿cómo evolucionarán estas tecnologías en nuestro país con cerca de la mitad de pobres? ¿Cómo hacemos para que estas tecnologías no terminen promoviendo mayor exclusión que la actual? ¿Qué cosas de las que hacemos actualmente van a ser reemplazadas por estos dispositivos? ¿Cómo deberíamos prepararnos y qué podemos hacer para que estos avances científicos nos ayuden a construir un mundo y un país más humanos?