Indignación total. Un modo de ser de nuestro tiempo
Dos nuevos libros indagan en las raíces de uno de los síntomas del malestar contemporáneo, la tendencia de sentirse rebelado en todo momento, que se propaga con facilidad en la era de las redes sociales y los medios masivos
Los medios de comunicación, las redes sociales, el espacio público son escenario, en nuestros días, de un incesante desfile de indignados. Se indignan los periodistas y los entrevistados; los jóvenes y los jubilados; los empresarios y los desocupados. A tal punto que quizá no sea exagerado afirmar que la indignación se ha transformado en un modo de ser característico de nuestro tiempo. Prueba de ello podría ser la aparición casi simultánea de dos importantes textos dedicados a su estudio. Se trata de La época de las pasiones tristes, del sociólogo francés François Dubet y de Indignación total. Lo que nuestra adicción al escándalo dice de nosotros, del filósofo belga Laurent de Sutter. Con enfoques marcadamente diferentes, ambos autores se adentran en diversas manifestaciones de indignación tratando de hallar sus raíces, sus proyecciones, sus consecuencias.
Uno de los principales motores de la indignación es, según Dubet, la desigualdad. Es un hecho que la distancia entre los sectores más pobres y los más ricos se ha agigantado en las últimas décadas en todo el planeta. No obstante -aún sin menospreciar ese dato-, Dubet sostiene que no es esa desigualdad a gran escala la que despierta mayor indignación en la vida cotidiana, sino aquella que se establece entre sectores más próximos. El autor explica esta situación planteando el pasaje del régimen de clases -que considera agotado- a un régimen de "desigualdades múltiples" cuyo correlato es también el de pertenencias identitarias fraccionadas y diversas. Los individuos se definen como iguales o desiguales "en calidad de". De ahí que la indignación suela ser expresada en función de esas micropertenencias. Uno se indigna en tanto que trabajador, inquilino, ciclista, estudiante, usuario de tecnología móvil, vecino, paciente. Es la sumatoria de estas indignaciones múltiples la que, ante la imposibilidad de hallar una representación eficaz, estalla en las redes sociales o ante el micrófono de un movilero de televisión. El problema es que la atomización de las frustraciones no construye una acción colectiva: "La suma de estas experiencias no se transforma en críticas homogéneas y movimientos sociales organizados". La indignación permanente, la denuncia estridente, terminan alimentando una pseudodemocracia acaudillada por líderes populistas que para recibir votos no tienen que hacer mucho más que alimentar los múltiples descontentos, generando una suerte de militancia de la indignación difusa presta a estallar en cuanta oportunidad se presente.
Hacia el final del texto, Dubet intenta hallar señales que le permitan aventurar la posibilidad de construcción de una sociedad sobre cimientos que no sean los de las pasiones tristes (la frustración, el resentimiento, la melancolía, entre otras). Las va a encontrar en actores "desprovistos de palabra colectiva y de relevos políticos y sindicales" tales como los miembros de asociaciones solidarias, culturales, deportivas; en los docentes y el personal de salud que cotidianamente se hacen cargo de paliar las desigualdades brindando contención y apoyo. El desafío a futuro es, para el autor, multiplicar y visibilizar este tipo de acciones, abriéndoles cauces políticos apropiados.
Laurent de Sutter también parte de manifestaciones concretas de indignación, como la de Donald Trump ante un conductor televisivo que lo había parodiado, o la despertada en la opinión pública por la publicación de la foto del cuerpo de un niño sirio hallado en una playa turca, muerto al naufragar el bote en que intentaba migrar junto con su familia hacia Grecia. A partir de esas muestras de indignación, el autor intenta remontarse hacia una caracterización conceptual. Entre los rasgos que destaca, se encuentra la construcción de identidad. "La indignación reúne a quienes indigna en un todo compacto al cual es conferida una identidad propia". Puede parecer provisoria, fragmentada, parcial. Pero, indudablemente, se tratará de una identidad fuerte. El ejemplo que propone el autor es el de la campaña #MeToo. Pero, obviamente, donde hay identidad hay diferencia. Y la indignación hace del diferente, un adversario al que hay que enfrentar y, fundamentalmente, derrotar. Argumentos breves y contundentes, descalificaciones amparadas en la autoevidencia de la posesión de la razón son las armas más usuales a la hora de juzgar y condenar al rival. Cuando no encuentra elementos claros para sustentar su juicio, el indignado será capaz de sostener convincentemente "razones ocultas". A diferencia de los que callan o esconden, él siente que tiene el coraje de vociferar una verdad que no admite objeción alguna, aunque incomode a aquel que es su blanco. Quien objeta al indignado es, desde su perspectiva, cómplice, corrupto, servil.
De Sutter resume el modo de argumentar del indignado: "Estoy indignado porque estoy indignado; y, porque estoy indignado, tengo razón". Argumento que, según el autor, puede traducirse en: "Tengo razón porque tengo razón; y, porque tengo razón, tengo razón". El carácter circular del planteo no le impide al filósofo establecer un vínculo entre la indignación y la razón moderna. De ahí que arribe a una sorprendente conclusión: "La indignación no es lo contrario de la razón; es la razón misma. Es la manera en que la razón heredada de la modernidad se despliega en la era de las redes sociales y los medios masivos". Por ello, su propuesta para romper con el círculo tautológico de la indignación es apartarse de "la rigidez y la pedantería agresiva de los razonadores, de los rezongones, de los quisquillosos, de los demostradores, de los editorialistas y de los intelectuales" e inclinarse hacia una razón débil, alegre, abierta, acogedora, plural.
Tanto Dubet como De Sutter advierten acerca de la fuerza destructiva que alimenta a la indignación. Y coinciden en que los canales más activos de su despliegue son los medios de comunicación y las redes sociales. Desde perspectivas distintas, propias de las disciplinas a las que pertenecen, ambos autores ponen de manifiesto su preocupación por los cauces políticos que abrevan en el resentimiento y hacen un llamado a reflexionar acerca de las pasiones que mueven nuestro pensamiento y acción en la vida cotidiana.
INDIGNACIÓN TOTAL
Laurent de Sutter
Ediciones La Cebra
Trad.: Víctor Goldstein
128 págs./ $ 880
LA ÉPOCA DE LAS PASIONES TRISTES
François Dubet
Siglo XXI
Trad.: Horacio Pons
128 págs./$ 700