Infidelidad y huellas digitales
Suponer que su borrado o su remisión a papelera de reciclaje da tranquilidad es infantil: nada se pierde ni se olvida
Ha comenzado un nuevo año para el universo de las tecnologías de la información que desde diciembre pasado promete sorpresas: los videos hot de "famosos" se siguen replicando con efecto dominó en Internet; luego de una importante acusación penal que ordenó el cierre de Megaupload su fundador ha anunciado un nuevo super archivo digital de contenidos "Mega" que promete mejores servicios, mayor acumulación de datos personales y creciente celeridad en el tráfico de información; la investigación contra Cuevana, el sitio de reproducción de películas on line, sigue transitando los pasillos de Tribunales con una acusación de violación a la propiedad intelectual, mientras Facebook supera ampliamente la barrera de los 1000 millones de usuarios.
Frente a todos los acontecimientos que importa esta realidad 2.0, absolutamente dinámica, el nacimiento de las redes sociales ha generado un cambio sustancial en las relaciones humanas. Internet y las redes sociales han cambiado la vida de las personas y lo seguirán haciendo. Y este fenómeno social ha llegado, con decidida fortaleza, al matrimonio y a las relaciones paralelas.
Una de las causales de divorcio tradicionales previstas en nuestra ley civil es la infidelidad, que puede probarse por distintos medios de prueba tales como fotografías, grabaciones, conversaciones telefónicas y el trabajo de investigadores contratados, entre otros.
A los medios tradicionales de prueba que pueden dar sustento a un divorcio contradictorio por la causal de infidelidad, se ha sumado una nueva "prueba de oro": la constatación notarial de comentarios y contenidos de todo tipo en redes sociales que constituyen "presunciones graves, precisas y concordantes" de la existencia de una relación extramatrimonial.
Los casos de la práctica profesional son variados y es usual contratar empresas de monitoreo de redes sociales para preconstituir pruebas que permiten sustentar una demanda judicial. A este mecanismo probatorio se suma el que propician los dispositivos digitales y teléfonos inteligentes que facilitan nuevas probanzas utilizadas en los pleitos de divorcio, disolución y liquidación de la sociedad conyugal.
Las "huellas digitales" que pueden ser valoradas como prueba por los jueces en estos casos son las siguientes:
- El historial del chat del BlackBerry Messenger, de Facebook o del WhatsApp es lapidario: equivale a "valijas en la puerta de casa".
- Los correos electrónicos, de cargado contenido y tinte sexual, se siguen aún utilizando. Otra prueba de fácil acceso con un pedido de informe judicial al proveedor del servicio de Internet o un peritaje informático
- Los "tuits amorosos" son moneda corriente. Es usual encontrar mensajes de hasta 140 caracteres que proponen encuentros, cenas románticas, o que contemplan expresiones abreviadas como un "tqm" (te quiero mucho). Una presunción que no suma a la hora de dividir el patrimonio común. El tema se agrava cuando el perfil se mantiene abierto al público y es indexado por Google: no hay explicación.
- Un "me gusta" en una foto de una mujer o de un hombre es otro caso. No tiene efectos jurídicos ni suma en el conflicto emocional. Máxime cuando se mantienen abiertos los perfiles en Facebook favoreciendo nuevamente el acceso público vía buscador. Aunque nadie puede predecir el futuro en este sentido: de hecho en los Estados Unidos se debate si clickear un "me gusta" en Facebook constituye una expresión de voluntad del individuo.
- Las fotos publicadas en Facebook son utilizadas como indicios que no suman. Ni hablar si alguno de los presentes filmó con su celular los hechos ocurridos en una reunión o etiquetó fotografías de los presentes. La etiqueta puede afectar derechos personalísimos.
- Y nunca hay que olvidarse de los mensajes de texto. Si bien la aplicación tiende a desaparecer, algunos lo mantienen como vehículo de "chateo erótico a cuenta gotas".
Estos tips probatorios, entre otros, constituyen elementos de juicio en un nuevo escenario del derecho de familia que vincula antiguos medios de prueba con los que ofrecen las nuevas tecnologías 2.0 y el universo de celulares inteligentes bajo la pauta de que todo aquello que se escribe en una plataforma digital es recuperable. Suponer que su borrado o su remisión a "papelera de reciclaje" da tranquilidad es infantil: nada se pierde ni se olvida en el universo digital.