Italia y el fantasma de la monarquía
MILAN.- ACEPTANDO las tesis del nuestro, el Parlamento Europeo ha negado a los Saboya el permiso de retornar a Italia. Esto era de esperar, en especial después de la contribución para justificar esta negativa dada por el jefe de famila, Vittorio Emanuele, con el último de sus pronunciamientos extravagantes. Hubiera bastado que dijese: "Los Saboya nos comprometemos a respetar, como todos los ciudadanos, las instituciones y las leyes de la República Italiana y pedimos ser tratados como simples ciudadanos." Y, en cambio, no; ante la provocación sobre las culpas del abuelo termina siempre por desbocarse, sin tener jamás la presencia de espíritu para responder: "No me parece que a la honorable Alessandra Mussolini se le haya pedido nunca que reniegue de su abuelo". Tal vez tenga razón un coterráneo mío, monárquico y loco, que sostiene que este locuaz príncipe es un infiltrado del fundamentalismo republicano en el campo monárquico para hacer que la causa sea cada vez más impopular.
Pero una vez dicho esto acerca de esta causa y de su campeón, es necesario también reconocer que los de la causa republicana no son mucho mejores. Los argumentos del honorable Violante, portavoz, más que del Parlamento, de cierta izquierda nacional, son más correctos en su sintaxis. Pero sólo en su sintaxis. El rencor antimonárquico de que están impregnados los vuelve, además de ridículamente anacrónicos, indignos de la banca desde la que son propinados y que debería tener un poco más de respeto por la historia. Los Saboya pueden ser echados de las instituciones, del Quirinal, de donde se quiera, menos de la historia de Italia.Y una nación que no tiene respeto por la historia, que es la conciencia y el orgullo de la propia identidad, no será nunca ni una nción ni un Estado. "Es extraordinario -dijo una vez DeGaulle al embajador Quaroni y a mí en uno de sus Tischreden de Colombey- que los franceses hayan mandado al patíbulo a uno solo de sus sesenta reyes, entre los que son tantos los subdesarrollados y los megalómanos. Pero aun ellos eran capítulos de la historia de Francia, de la que no podían ser expulsados.
Yo espero que los republicanos serios -en especial de la Romagna, pero también de Toscana y las Marcas, de corbata negra- no se reconozcan en las palabras del honorable Violante, dignas de un comité de descamisados . Se puede muy bien rehusar a los Saboya el reingreso en la patria. Pero con otras motivaciones, aunque no alcanzo a ver ninguna plausible. Si la República se siente amenazada hasta por la presencia de un Vittorio Emanuele como éste, quiere decir que después de más de cincuenta años todavía necesita una carpa de oxígeno.
Precedente histórico
No creo siquiera que Europa insista. Nos conoce. Nos conocen todos. Saben muy bien que nuestra especialidad son las medallas sin valor. Y por lo tanto no les asombrará que hasta nuestra historia sea rescrita como tal. Además, hay precedentes que hasta podrían sugerir una de esas soluciones cómodas en las que somos maestros. La Italia monárquica no consintió oficialmente, nunca, el regreso al país de Mazzini, peligro de un peso bien diferente del que el pobre Vittorio Emanuele representa para la República. Además, hubiera debido arrestarlo por los litigios penales que su pasado de conspirador seguía acarreándole. Pero consciente del hecho de que él también representaba un capítulo de la historia de Italia, se limitó a "descubrir" su presencia sólo cuando se esparció la noticia de su muerte en la hospitalaria casa de sus amigos pisanos.
Otros hombres, se dirá, otro estilo. Por desgracia.
© La Nación (Traducción de Julio Crespo)