ISRAEL / Nacionalidades. Judaísmo, ¿religión o civilización?
La reciente muerte del hermano Daniel, un judío polaco convertido en sacerdote católico que había reclamado la ciudadanía israelí, vuelve a abrir un rico debate judicial, religioso y político.
¿QUIEN es judío? El escritor Eliezer Steinman encontró una definición sencilla: "Uno que no se pregunta quién es judío".
La verdad no es ni tan simple ni tan contundente ni tan perfecta como la atractiva frase de Steinman: en la sociedad israelí, afecta como pocas al ejercicio de la polémica, tal vez no haya tema más discutido que el de la propia condición de judío.
¿Se puede, por ejemplo, ser judío y ateo, como de hecho muchos se reconocen en Israel? Y en ese caso, ¿qué significa ser judío: pertenecer a un pueblo, una tradición, una etnia o una cultura?
El asunto entraña, más allá del aspecto religioso, consecuencias sociales y políticas de enorme importancia. A cincuenta años de la creación de su Estado, los israelíes llevan igual cantidad de años buscando una respuesta apropiada a esas preguntas, que vuelven a llamar la atención de la opinión pública cíclicamente.
En estos días, el tema fue reavivado por la muerte del hermano Daniel, un judío polaco convertido en sacerdote católico y cuyo reclamo de la ciudadanía israelí en 1959, amparándose en el derecho a la ley del retorno, abrió uno de los debates más ricos y agitados que hayan tenido lugar en la Suprema Corte israelí.
Con su muerte, a los 76 años, Samuel Aharón Oswald Rufeisen (el hermano Daniel) se llevó para siempre su más grande deseo: el de ver registrada en su documento de identidad su condición de "católico judío", una expresión que para él no entrañaba contradicción alguna: se reconocía de religión católica, pero étnicamente judío.
Una historia singular
La vida de Rufeisen, rica como pocas, plena de sobresaltos, absolutamente conmovedora y siempre íntegra, se ha ganado un lugar en la memoria de muchos.
Rufeisen nació en una localidad cercana a Cracovia (Polonia), en 1920, en el seno de una familia judía tradicional. Militante sionista en su juventud, durante la Segunda Guerra Mundial la familia Rufeisen fue una de las tantas sometidas a la cacería nazi. Mientras sus padres caían en las garras de la Gestapo para terminar penosamente sus días en Auschwitz, Oswald y su hermano Arie escaparon a Vilna, capital de Lituania. Arie logró seguir viaje hasta la Palestina del mandato británico, mientras que Oswald fue detenido por los alemanes, que aprovecharon su oficio de zapatero para obligarlo a reparar las botas de los soldados.
Meses después, Oswald escapó y terminó buscando refugio en Mir (Bielorrusia), donde al no encontrar la ayuda esperada se arriesgó en una jugada extrema: se presentó ante Hold Hein, un oficial de la policía alemana, a quien le ofreció sus servicios de traductor (Oswald hablaba un alemán perfecto y, por supuesto, ocultó su condición de judío).
Hein llegó a confiar tanto en su intérprete que lo hizo su mano derecha, de manera que le dio uniforme, grado de suboficial, caballo y arma. El fugitivo judío se había convertido, pero sólo en apariencia, en un policía nazi más. Y en ese carácter debió soportar con simulada indiferencia varias masacres.
Rufeisen aprovechó el cargo para salvar a muchos de sus hermanos, advirtiéndoles con antelación de las redadas planificadas. Sobrevivientes de aquel horror recordarían más tarde el destacado papel de "ese buen policía alemán" en el que se había mimetizado Rufeisen. Pero el engaño no duraría todo el tiempo: alguien que conocía la verdad lo delató ante Hein. Rufeisen admitió su "delito" y pidió el derecho a suicidarse, pero las autoridades alemanas se lo negaron y fue encarcelado.
Un descuido de sus carceleros le permitió a Oswald evadirse a un convento cercano, donde cuatro monjas le dieron refugio y lo trasladaron a otro monasterio hasta el final de la guerra.
En una larga entrevista que concedió años después a un periodista israelí, el hermano Daniel dijo que entonces experimentó un vacío espiritual que llenó con la lectura del Nuevo Testamento. "Vi que todos los hechos habían ocurrido en la tierra de Israel, que el mismo Jesús era un judío puro y magnífico".
En 1959, ya ordenado sacerdote, el hermano Daniel decidió emigrar a Israel, donde reclamó la nacionalidad amparándose en la ley del retorno (aquella que permite a los judíos de la diáspora el "retorno" a su tierra y el reconocimiento legal como israelíes). Es fácil imaginar la sorpresa de las autoridades del aeropuerto Ben Gurion al recibir a este monje, de modesto hábito, que se decía judío.
Para la ley israelí, y en esto coinciden dos de las tres grandes corrientes del judaísmo (ortodoxos y conservadores), es judío el hijo de madre judía o que haya adoptado la religión judía. Entre los reformistas (que son la mayoría de los 5 millones de creyentes de los Estados Unidos) hay algunos sectores que, en cambio, reconocen la transmisión de la judeidad por línea paterna.
Sin embargo, el caso Rufeisen generó la modificación de uno de los artículos de la ley del retorno, de manera que quedó establecido que, en la actualidad, Israel considera judío a "aquel que ha nacido de madre judía o que se ha convertido al judaísmo y que no pertenece a ninguna otra religión".
Los rabinos Mario Rojtman y Sergio Bergman, ambos integrantes de la corriente conservadora (aunque a este último parte de la colectividad lo asocia con la reforma), coinciden en calificar el judaísmo no sólo como una religión sino como un universo más amplio: una civilización.
En efecto, el concepto de pueblo judío, desde el punto de vista étnico y no religioso, es, a esta altura, discutible. Una simple visita a Israel convencerá al más incrédulo de la extraordinaria diversidad de "tipos" judíos, tan vasta como la de pueblos de los 150 países de los cuales vienen los israelíes.
En cambio, el criterio religioso no tiene discusión. Primera gran religión monoteísta, "su peso es tan grande que, luego de la dispersión, fue sólo la fe la que mantuvo en el pueblo la supervivencia de la idea de una existencia nacional", según el teórico Ilan Halevi.
Para el rabino ortodoxo Tzvi Grunblatt, desde el punto de vista religioso el hermano Daniel, pese a abrazar el catolicismo, no dejó de ser judío. Sencillamente porque nadie que lo es puede dejar de serlo. "Usted puede ser un buen o un mal hijo, pero nunca dejará de ser hijo de sus padres. El hermano Daniel, nacido de vientre judío, ha sido un judío renegado".
-Supongamos el caso inverso: ¿esto quiere decir que si un católico se convierte al judaísmo, no deja de ser católico?
-No; para nosotros, un converso es auténticamente judío, porque consideramos que sólo ha podido encontrar a Dios en el judaísmo y no antes.
La valoración del pacto
El sector reformista que adhiere al concepto patrilineal suscribe la idea de que es judío quien nace de un matrimonio judío o quien se convierte al judaísmo, pero también incorpora en ese status al hijo de un matrimonio mixto, independientemente de cuál de los padres sea judío, que profesa la religión.
"Para nosotros -explicó un rabino reformista que prefirió mantener el anonimato ´para evitar choques con los sectores ortodoxos´-, lo que interesa es que haya un pacto ritual, es decir, que aquel que sea hijo de madre o de padre judío quiera pertenecer a nuestra religión y cumpla sus preceptos. El sostener sólo la herencia matrilineal es discriminatorio hacia el padre y además no es un concepto que esté definido en la Biblia. Si usted sacude el árbol genealógico de los judíos caerían innumerables frutos no judíos que, sin embargo, pertenecen a nuestro pueblo".
-¿Cuál es el origen, si no está definido en la Biblia, del concepto matrilineal?
-Eso está definido en la Halajá (la ley judía). La idea se sostiene en el hecho de que siempre se sabe quién es la madre de un niño pero nunca hay seguridad de quién es el padre. En tiempos remotos eso tenía un sentido práctico: si tropas de un ejército invasor, por ejemplo, violaban a mujeres judías que conservaban a sus hijos consigo, era correcto no expulsarlos de la sociedad porque su padre no era judío. ¿Qué se hubiera hecho con ellos, marginarlos? Y también eso funcionaba en el caso inverso: si un judío llegaba a violar a una mujer griega, por ejemplo, y seguía viaje, ese niño que se quedaba con su madre cristiana, ¿podría ser judío?
-¿Por qué en Israel se reconoce sólo la ortodoxia?
-Más por razones políticas que por motivos religiosos. Los ortodoxos no reconocen las conversiones al judaísmo hechas ni por conservadores ni por reformistas, que son mayoría en la diáspora. Esto significa que nosotros (los rabinos no ortodoxos) podemos casar a parejas judías en cualquier parte del mundo, menos en Israel.
¿Al borde de un cisma?
En 1986, la Suprema Corte obligó al Ministerio del Interior a registrar como perteneciente al pueblo judío a Shoshana Miller, que había sido convertida al judaísmo por el movimiento reformista, lo que validó las conversiones no ortodoxas que se realizaran fuera de Israel, posición que también adoptó la Corte de Jerusalén en 1993 en el llamado "caso Birach".
Sin embargo, pese a tales precedentes, dos años más tarde, la Suprema Corte se negó a dictaminar sobre el tema y pidió a la Knesset (el Parlamento unicameral israelí) que resolviera qué criterio adoptar en el espinoso asunto.
El proyecto aprobado en primera lectura por la Legislatura (diciembre de 1996), presentado por el partido ortodoxo Shas (un socio vital de la coalición del primer ministro Benjamin Netanyahu), esablece el otorgamiento de status legal sólo a las conversiones ortodoxas, una decisión que, de ratificarse, pondría al judaísmo mundial al borde del cisma.
Quienes apoyan la ley opinan que reconocer las conversiones no ortodoxas desvirtuaría el carácter judío del Estado de Israel porque permitiría el abuso de la ley del retorno. Quienes se oponen (la amplia mayoría de la diáspora) opinan que es una legislación alejada de la realidad y fundamentada, más que en criterios religiosos, en una sorda disputa del poder político. Mientras el debate continúa, el proyecto descansa en algún cajón del Parlamento.
Nacionalidad poco clara
En cuanto al hermano Daniel, meses después de la negativa de la Corte (fallo que luego se convirtió en tema de estudio obligatorio en Israel) le fue concedida la ciudadanía, pero fuera de las normativas establecidas por la ley del retorno. En su documento de identidad se incluyó, en el rubro nacionalidad, la frase "no está clara".
Pero allí no terminan las paradojas y contradicciones: Israel, el mismo Estado que no reconoció al hermano Daniel como judío, tampoco le otorgó la honrosa distinción que concede a los goi (no judíos) que ayudaron a salvar vidas de judíos durante el Holocausto, con lo que oficialmente adquirió un status imposible: no era judío ni tampoco no judío. También Alemania rechazó su pedido de indemnizaciones por los padecimientos sufridos por los judíos durante el nazismo, alegando que él no lo era.
Pero, independientemente de las definiciones formales y los dogmas, su propia definición de "católico judío" fue todo un símbolo, un puente tendido entre dos orillas.
El periodista israelí Sergio Rotbart, que asistió a su entierro en el cementerio cristiano de Haifa, contó que en la despedida (a la que no sólo asistieron judíos y católicos sino también musulmanes) se leyeron tramos del Nuevo Testamento y luego una plegaria tradicional judía. Fue la primera vez que esa liturgia ocurría en el entierro de un sacerdote.
Dispersión
AUNQUE no hay censos que lo avalen, fuentes judías en la Argentina coinciden en que desde los años sesenta hasta ahora los miembros de la colectividad se redujeron de aproximadamente 500.000 personas a 250.000.
Una dispersión tan marcada es explicada por la gran cantidad de matrimonios mixtos, que dieron lugar al nacimiento de niños que no fueron educados en la fe judía, ya sea porque sus padres se reconocían laicos o, en el peor de los casos, como una manera de proteger a sus hijos por el temor de que sufrieran discriminaciones.
Tres corrientes
PESE a que tales calificaciones tienen fronteras difusas y son siempre arbitrarias, la caracterización política de las tres corrientes del judaísmo ubicaría a los ortodoxos hacia la derecha y a conservadores y reformistas hacia una posición de centroizquierda. El término conservador suele ser el que genera mayor confusión, por su asociación con los partidos conservadores, pero no tiene ningún punto de contacto con ellos sino sólo con cuestiones de orden teológico. La corriente ortodoxa, dominante en Israel, rechaza por igual a conservadores o reformistas.