La ampliación de la UE: Europa, ante su gran desafío
El sábado próximo, la Unión Europea incorporará a diez nuevos miembros y se convertirá en un megabloque político y económico de 25 naciones, que alcanzará, por primera vez, las fronteras de Rusia. Sin embargo este paso, que transformará el perfil del Viejo Continente, está plagado de dificultades y amenazas para su prosperidad
MADRID
Es cuestión de días para que de un plumazo la Unión Europea entierre los vestigios que la Guerra Fría erigió entre los pueblos del continente y vuelva a reunirlos bajo su misma esfera, llegando hasta las mismas puertas de Rusia y dejando chico al Danubio que, por una vez, ya no alcanzará para simbolizar a Europa.
En efecto, con el ingreso el sábado próximo de Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Chipre, Malta, Eslovenia y los tres Estados bálticos --Letonia, Lituania y Estonia--, el mapa de la UE se estirará hasta abarcar 25 miembros, esto es, 75 millones más de habitantes. Con esta reunificación tan largamente esperada culmina un atribulado camino de 10 años de negociaciones que necesariamente debieron atravesar por un lado los países aspirantes, con duras reformas políticas y económicas de difícil digestión, y por otro la misma UE, que debió adaptar sus colosales y burocráticas instituciones al tiempo que buscaba su lugar en el escenario internacional.
A 14 años de la caída del Muro de Berlín, ésta es la quinta ampliación comunitaria pero no la última: la firma en Atenas del tratado de adhesión, en abril de 2003, y su masiva ratificación en Europa del Este, consagraron no sólo la Europa de los 25 sino también la de "los 27", al abrir para 2007 la puerta a Rumania y Bulgaria.
Sin embargo, no es tan idílico como suena: la necesaria ampliación trae aparejadas cuestiones sumamente difíciles de tipo institucional, ya que coincide con la dificil revitalización del proyecto de Carta Magna. También será difícil en el plano geopolítico, donde deberá considerarse una política exterior común en 25 países de ideología diferente, así como el eventual ingreso de miembros difíciles como Turquía o los países balcánicos, ambas decisiones históricas, ya que obligarán a revisar las verdaderas ambiciones del Viejo Continente cuyas fronteras a veces son más conceptuales que geográficas.
¿Y qué busca Europa con la ampliación? ¿Sangre nueva, mano de obra barata, o el sueño paneuropeo desmembrado desde la caída del Imperio Austro-húngaro? Nada de eso: a primera vista, para algunos, las negociaciones de Copenhague de 2003, en las que se decidió la ampliación, fueron lo más parecido a un mercado persa, donde unos --los candidatos-- buscaban embolsar lo que pudieran mientras que los otros --el elenco estable-- buscaban precisamente soltar el menor monto posible.
Desde esta visión mercantilista, los nuevos sólo se acercan para mejorar su modo de vida. No es extraño: los recién llegados conformarán apenas "un aumento del 20% de la población, del 66% de los Estados, del 25% del mapa... y del 80% de las lenguas oficiales", ha explicado el comisario británico Neil Kinnock a medios franceses. Pero escasamente aportarán 404,1 miles de millones de euros (el 5%) adicionales al Producto Bruto Interno europeo y, a cambio, recibirán 40.800 millones, incluidas subvenciones agrícolas y fondos estructurales, de aquí a 2006.
Son en su mayoría países pequeños de tradición agrícola y con salarios y una renta per cápita muy por debajo de los de los tradicionales Quince. Así lo estima el hasta hace una semana comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, el flamante ministro español de Economía Pedro Solbes: "Se necesitarán al menos 20 años para que los Diez alcancen el nivel económico de los miembros actuales". Algunos, como Polonia o Eslovenia, tienen potencial para alcanzar en breve a otros miembros de la Vieja Europa, pero no tendrán un corto plazo fácil: deberán sanearse aún más de lo que lo han hecho en los últimos 10 años. "No excluyo que un par pueda adherir al euro en 2007, pero la mayoría de los nuevos no lo logrará", advirtió.
Sangre nueva
Entonces, ¿qué ven en ellos los países de la Vieja Europa, si a eso se suma la distancia ideológica, ya que casi todos los nuevos miembros --ex satélites de la ex Unión Soviética-- son, en general, afines a los intereses norteamericanos y apoyaron la guerra en Irak? "Pues nada menos que gracias a ellos la UE será el tercer grupo más poblado del mundo después de China e India y se convertirá en el mercado interno más grande del planeta", explicó Kinnock. Más bucólico --no en vano es poeta--, el canciller francés, Dominique de Villepin, explicaba al Senado galo: "Traerán sangre nueva, mayor mercado a nuestras empresas, la distensión de las ideas?".
Los nuevos no traen tanto entusiasmo sino la convicción de que es lo único que puede sacarlos del atraso. "Nos necesitan, por eso entran", explicó a LA NACION Antonio Brotons, catedrático de Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Madrid. Y explica que, salvo Malta y Chipre, los nuevos ciudadanos europeos no se beneficiarán del privilegio de libre circulación laboral en los demás países ricos hasta dentro de siete años, cláusula que éstos se habían guardado de declarar abiertamente. En vano han sido los esfuerzos del presidente de la UE, Romano Prodi, por hacerlos entrar en razón, afirmando que "la inmigracion de masas no provendrá de los países adherentes, sino que de ellos vendrá la mano de obra que necesitamos".
Todas estas particularidades suscitan en los nuevos miembros cierta "eurofobia" que aprovechan los varios movimientos populistas de tinte nacionalista en alza en casi todos ellos. Además de otros muertos en el armario, ninguno está al día con el respeto a los derechos civiles de las minorías y el control de la corrupción o la ya célebre "cleptocracia", inserta hasta en los actos más cotidianos de sus países, sea para conseguir cama en un hospital o saltearse unos trámites. Se estima que la futura prosperidad limará las asperezas, pero eso es en el largo plazo, y mientras unos sigan siendo más ricos que otros --los salarios varían entre los 110 y los 1400 euros mensuales--, habrá que ver en qué Estado se llega a ese bienestar, "si es que la Cortina de Hierro, más poderosa que el frío de los Tatras o de los Alpes julianos, no ha congelado su capacidad de adaptación al cambio", sonríe Brotons.
Excepto Malta, los demás tienen una renta de apenas el 20% de la media de los europeos ricos. Eslovenia es el mejor alumno: su PBI supera incluso al de Portugal y Grecia. Nota aparte: estos, los "menos favorecidos entre los favorecidos", ven con temor cómo los fondos de Bruselas viran hacia el Este, junto con buena parte de las empresas multinacionales como Siemens, que si antes se asentaron en los países mediterráneos por su mano de obra barata, ahora levan anclas hacia Hungría o Letonia.
Algo tienen en claro todos: el agro quedará atras. En Polonia la mitad de las granjas menores de cinco hectáreas desaparecerá. Los granjeros recibirán unos 200 euros mensuales para favorecer el consumo pero no reinvertir. El modelo a seguir es Irlanda que, tras sufrir su cuota, apostó los dineros de la UE en desarrollo tecnológico de calidad, al punto que hoy diversas empresas coreanas y japonesas desembarcan en Dublin.
El símbolo polaco
A ello apunta Varsovia, cuyo regreso es por demás simbólico ya que con su invasión por parte de Alemania comenzó la Segunda Guerra y todo lo que sucedió después. Trae 39 millones de habitantes (la mitad de los nuevos), por lo que recibirá la mitad del dinero de Bruselas para los Diez. Mostró su atlantismo al apoyar el ataque norteamericano a Irak sin complejos de dar la espalda a una UE en la que aún no ingresaba. Representa una exitosa transición del comunismo a la democracia pero aún debe mejorar su sistema judicial, restar prepotencia a sus fuerzas armadas y policiales, promover una mayor libertad de prensa y, sobre todo, alejar la discriminación a minorías como gitanos y homosexuales. Tras el fracaso socialista, en su seno surge hoy un fuerte populismo antieuropeo a manos del grupo Samoobrona (Autogestión), que ya es la segunda fuerza del país que profetiza la caída de la industria y el agro polacos, que los hundirá en el desempleo total. Quien pase hoy por la ciudad-fábrica de tractores Ursus le dará la razón: de 16.000 puestos de empleo hoy quedan 400. Hace años, los temibles sindicatos de Ursus y Gdansk fueron el germen del sindicalismo que acabó con el comunismo; hoy es un páramo. Los granjeros también saben que los subsidios no serán para ellos sino para fomentar el comercio.
La República Checa es el país ex comunista que más rápido logró la apertura económica. A 11 años de su "divorcio de terciopelo" de Eslovaquia, se solaza de volver a ser centroeuropea, con tradicional inclinación por Alemania aunque simpatice con Estados Unidos. Desarrollada, urbana, industrial, más rica y pujante que su ex "cónyuge" eslovaco, sus 10 millones de habitantes comparten un PBI per cápita de 15.000 dólares. De impresionantes progresos en derechos humanos, desde que se separó del comunismo ha avanzado en materia judicial e institucional pero debe controlar una incipiente xenofobia y las olas migratorias.
A su lado, Eslovaquia quedó como el hermano pobre. Al separarse ambas tuvo dificultades para alcanzar los estándares e ingresar en la economia internacional. Basada en el agro, su renta per cápita no llega a 12.000 dólares y su desempleo dobla al checo. No ha logrado controlar el "problema gitano", pueblo que constituye el 10% de su población pero que, según organismos de derechos humanos, es rechazado en todos los ámbitos. Su líder Vladimir Meciar acaba de perder las elecciones ante Iván Gasparov, su ex mano derecha y tan populista como él. Meciar, que aún hace promesas al estilo comunista, promete resurgir con toda la eurofobia.
Hungría, dividida entre proeuropeos y nacionalistas, es la segunda economía más internacionalizada del mundo después de Irlanda y se halla en el mismo nivel que Portugal hacia los años ochenta.
Los países bálticos están de parabienes: hace un mes ingresaron en la OTAN y ahora en la UE, de modo que no sólo dejan atrás su pasado soviético y van del rublo al euro sino que dejan la dominación moscovita por la sociedad con Bruselas.
Malta aportará menos de medio millón de ciudadanos pero una posición estratégica entre Africa y Europa. El reloj de su apariencia, mezcla de oriente con cosmopolitismo europeo, parece detenido hace 500 años, pero su vocación comercial y una renta de 10.000 euros per cápita la muestran capaz de liderar el nuevo grupo. Su peor problema, la eliminación de residuos, le preocupa más que la declinación de sus astilleros, por la cual la UE promete compensarlos con desarrollo financiero y turismo.
Eslovenia, de dos millones de habitantes y paisajes idílicos que mezclan el clima de los Alpes y el Mediterráneo, tardó en acostumbrarse a la propiedad privada. Ahora teme ser dominada pero promete adaptarse. Su alto PBI (19.000 dólares per cápita) supera a varios europeos. Con vestigios nacionalistas desde su independencia en 1991, discrimina a los gitanos y ahora el gran problema es haber borrado los datos de 200.000 ciudadanos de la ex Yugoslavia, que como en una novela kafkiana a veces se enteran de su inexistencia al querer renovar el carnet de conducir. Esto no tiene miras de mejorar: hace pocas semanas, un referéndum para restablecer los derechos a esta gente dio un abrumador no del 94%.
El más complejo
De todos los nuevos países, sin embargo, el más complejo es Chipre. Esta isla de 800.000 habitantes, al este del Mediterráneo, alberga la última ciudad dividida en dos tras la caída del Muro de Berlín, Nicosia, cuidada por los cascos azules. Esto ocurre desde que en 1974 Turquía se apoderó del norte al entender que Grecia pesaba demasiado en la isla y autoproclamó república a su trozo. Desde entonces ambos se la tironean, y con irreconciliables diferencias los septuagenarios líderes caudillistas de uno y otro lado exasperan a Koffi Annan dando vueltas para no llegar a nada. El líder turcochipriota, Rauf Denktash, está en la encrucijada: si acepta la reunificacion, "nos veremos nuevamente sometidos al dictar de Grecia", reconoció a LA NACION. Pero si no acepta, su pedazo de isla será para siempre turco y quedará aislado en el ámbito internacional.
Y ésa es la lista. Quedan para 2007 Rumania y Bulgaria y quieren sumarse a la lista los Balcanes. Pero, si bien ha felicitado a Croacia y no descarta considerarla porque, a diferencia de los otros Estados balcánicos, "tiene una democracia que funciona y una constitución estable que garantiza el Estado de derecho", Europa no puede darse el lujo --por ahora-- de incorporar cierto tipo de conflictos tan importantes como la recientemente renovada limpieza étnica en Kosovo. A la cola quedan también Georgia, Bielorrusia, Moldavia, Armenia y una Ucrania atravesada por irregularidades y abuso de poder, pero también por oleoductos, y muy buena clienta de la UE. Rusia... Rusia es demasiado grande para ser integrada.
El país que quiere y al que no se lo permiten, la manzana de la discordia, es Turquía. Su incorporacion es terriblemente compleja y discutida y tiene tantos defensores como detractores. Quienes la defienden señalan los verdaderos esfuerzos de Ankara por ser digna de la elección, como la abolición de la pena de muerte, su laicismo y sus progresos legislativos. Pero su deseo incomoda, agrega Brotons, "porque nos obliga a preguntarnos a los europeos cuáles deben ser los límites geográficos a los que está dispuesta a llegar Europa... y cuáles son los valores que quiere defender: ¿el libre mercado? ¿una estabilidiad burocrática? ¿la democracia? ¿la cristiandad? ¿una tranquilidad lo más lejana posible de los problemas islámicos? Quizás todo eso --expresó el catedrático--. Europa podría entonces tener la oportunidad de ser, además del mercado interno más grande del mundo, un ámbito donde, al mismo tiempo que todos se vuelven prósperos, comparten valores democráticos y civilizados".
Lo que viene
Además, Europa intenta diseñar su Constitución. "Muchos comparan a esta Carta Magna con la Convención de Filadefia que creó la Constitución norteamericana en 1878 --dijo a LA NACION el politólogo Christian Freres, catedrático de la Fundacion Ortega y Gasset, especializado en Estados Unidos--, pero ésta es mucho más enredada y no incita a la acción." En ese caso, ¿se logrará un verdadera unidad? "Lo que viene son más posiciones adversas --estima Freres--. De estos 10 nuevos socios, la mayoría apoya lo que el eje franco-alemán critica".
Sin embargo, hay razones para ser optimistas. "Sólo se necesita voluntad", ha dicho, reanimado por los últimos acontecimientos, el irlandés Bertie Ahern, en la presidencia rotativa de la UE. "Hay razones para pensar que se puede lograr un acuerdo global aceptable para todos si existe la necesaria voluntad política."
Mientras tanto, conviene recordar al diplámatico francés Jean Monnet, fundador de la Comunidad Europea: "Europa no existe y nunca existió --dijo alguna vez--. No es la suma de varias soberanías lo que crea una entidad, sino que se debe, genuinamente, crear Europa todo el tiempo".