
La ciencia y la decisión de Sophie
En el verano de 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, las fuerzas de la Alemania nazi completaron el cerco a la ciudad de Leningrado (hoy San Petersburgo) en la Unión Soviética. El sitio duró hasta la liberación total en el invierno de 1943. Durante gran parte del sitio la ciudad estuvo completamente aislada, lo que generó una hambruna generalizada. El asedio provocó la muerte de unos 750.000 de civiles. El hambre se convirtió en el enemigo cotidiano: se registraron casos de consumo de animales domésticos e incluso episodios de canibalismo. El sitio no sólo puso a prueba la resistencia física y moral de la población civil, sino que también reveló casos extraordinarios de heroísmo. Uno de los más sobresalientes fue el de los botánicos del Instituto de Industria Vegetal.
El Instituto había sido fundado en 1921 por el célebre botánico y explorador Nikolái Vavílov. Durante el sitio, Vavilov era un preso político en un gulag lejos de Leningrado, donde murió en 1943. El Instituto albergaba unas 250.000 muestras de semillas, tubérculos y frutos provenientes de más de 60 países visitados por Vavilov. Esta colección, el primer “banco de semillas” del mundo, representaba décadas de expediciones botánicas, clasificaciones sistemáticas y estudios de mejoramiento genético. Su valor radicaba, no sólo en la diversidad biológica conservada, sino también en su potencial para enfrentar crisis alimentarias futuras, plagas, enfermedades y cambios climáticos. Proteger ese tesoro biológico equivalía a proteger la seguridad alimentaria del futuro.
Esos botánicos arriesgaron y, en muchos casos, entregaron sus vidas durante el sitio para proteger la colección. Los alimentos escaseaban y las semillas, tubérculos y frutos a su alrededor eran comestibles. Paradójicamente, algunos de ellos murieron de hambre rodeados de arroz, trigo, nueces, papas y legumbres, que no tocaron. Esta decisión proyectada hacia el porvenir convierte su sacrificio en un acto de altruismo intergeneracional sin paralelo. Gracias al sacrificio de ellos, gran parte de la colección sobrevivió. Pero ese sacrificio incluía también a sus seres queridos, lo que transformó a esa decisión en lo que la pensadora alemana Hannah Arendt (1906-1975) llamaba “la fabricación de la culpabilidad de inocentes”, por regímenes totalitarios.
Arendt subraya que los totalitarismos no buscan simplemente cometer atrocidades, sino transformar al individuo en un sujeto culpable, incluso cuando es totalmente inocente. La idea de Arendt se ve reflejada en una novela, La decisión de Sophie (1979) de William Styron y una película (1982) de Alan Pakula basada en la novela. Narra la historia de Sophie, una sobreviviente de Auschwitz. El título hace referencia a una decisión devastadora que Sophie se vio obligada a tomar en el campo de concentración: elegir cuál de sus dos hijos sobreviviría y cuál sería enviado a la muerte, si no elige, matan a los dos. Al elegir a uno de sus hijos, Sophie se condena a una existencia marcada por la angustia y la culpa.
De alguna manera los botánicos de Leningrado también se vieron sometidos al dilema atroz donde ambas opciones eran devastadoras. De un lado, la propia vida y la de sus seres queridos, y del otro, las generaciones futuras. Y mucho más atroz era no tomar ninguna decisión. Un ejercicio interesante es preguntarse: ante el dilema “seres queridos versus generaciones futuras” ¿Qué haría yo? La respuesta dará una idea del costo emocional que pagaron esos botánicos. El banco de semillas del Instituto de Industria Vegetal (hoy día Instituto Nikolai Vavilov), es uno de los más grandes del mundo y una referencia global en estudios de biodiversidad agrícola, seguridad alimentaria y mejoramiento genético. El heroísmo de los botánicos del sitio de Leningrado demuestra que la ciencia no es sólo un cuerpo de conocimientos y un método, sino también una manera de comprometerse éticamente con la humanidad.
Profesor emérito de la Universidad Nacional de La Plata, académico de número de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria







