La crisis del coronavirus, una oportunidad para cambiar la política
La pandemia no quita la función: somos "políticos". Nos llegó esta peste global y lo que tenemos de protección y de imprevisión viene de nuestra forma de practicar la política. Es la oportunidad de repensar la política como arte y acción para generar un diálogo productivo que nos aleje del abismo.
En marzo de 2020, ante la acertada decisión de la cuarentena, decíamos con responsabilidad que acompañamos a los oficialismos sin especulación, entendiendo la gravedad y excepcionalidad de la situación.
Los gobiernos (tanto nacional, como provincial y municipal) en forma ejemplarmente coordinada y con información basada en ciencia lograron aplanar la curva de contagios, mejorar el sistema de salud y sobre todo evitar muertes. La sociedad en su conjunto acompaña la propuesta.
Pero no debemos olvidar que entramos en cuarentena con más del 30 % de la población en situación de pobreza, casi cinco millones de trabajadores no registrados, casi dos millones de desocupados urbanos, inflación, déficit fiscal, en un proceso de negociación con acreedores externos al borde de la cesación de pagos y sin crédito.
Desde el inicio rechazamos la posición binaria entre Salud o Economía. Dijimos que había que atender la economía de las personas y las empresas, mientras cuidamos la salud recluidos en casa y con las manos limpias, sabiendo que millones no tienen casa adecuada ni agua para lavarse las manos.
Los científicos alertan que el fin de la pandemia llevará mucho tiempo. Debemos aprender a convivir con el virus. El impacto de esta nueva normalidad sumada a la situación económica social de inicio genera dramáticas secuelas que debemos abordar ya.
También sabemos que millones de compatriotas, además de no tener casa ni agua para cuidarse, son desempleados o tienen un trabajo no registrado (en negro) o son cuentapropistas con un oficio, o hacen changas cuando pueden. Su trabajo está en riesgo, dicen los economistas. Sus trabajos ya no son remunerados.
La conclusión es obvia. Se agranda la brecha de desigualdad. Marchamos a una sociedad invivible para todos. También para los que trabajan en agroindustria, en comercio electrónico, en software, en salud, en alimentos, en el sector público o tienen la posibilidad del teletrabajo en muchas actividades. Ellos también sufrirán las consecuencias a pesar de tener ingreso asegurado.
¿Cómo atendemos la urgencia y acordamos una nueva normalidad que cierre la brecha de desigualdad? Estamos convencidos del valor del diálogo institucional. El gran desafío es lograr una agenda sustantiva que genere debates y acuerdos en la diversidad.
La crisis nos desafía a recomenzar la actividad económica y cuidar la salud.
Los protocolos de seguridad por actividad y por establecimiento deben ser elaborados, discutidos y acordados con los trabajadores, por el delegado de salud y seguridad del Comité Mixto. Solo la participación activa y comprometida de los trabajadores se garantizará una cultura efectiva de la prevención. Que la misma empresa y los propios trabajadores puedan involucrar a sus familias y extender los beneficios de la prevención. Escribir un protocolo en un papel para mandarlo a una oficina gubernamental no garantiza nada. Solo la prevención será efectiva cuando los propios trabajadores tengan plena conciencia de los riesgos propios y de sus familias y sean activos protagonistas de la evaluación de riesgos del entorno, de la propia empresa, de su puesto de trabajo, del traslado hasta su casa.
El Plan de Acción elaborado, aplicado y controlado por el Comité Mixto de Salud y Seguridad. Activar el Comité es responsabilidad de empresas y sindicatos y del Estado controlar que se cumpla la Prevención.
El papel del Estado
Los distintos niveles del Estado deben revisar su propia organización. La mayoría acuerda ya sobre el insustituible rol que cumplen los Estados en las sociedades desiguales e injustas. Pero también acordamos sobre su ineficiencia, su fragmentación vertical y horizontal, su colonización partidaria, su falta de modernización digital adecuada a la demanda ciudadana, a la burocracia de trámites que no agregan valor, a rígidas normativas de control que no garantizan transparencia, a la duplicación descoordinada de distintos niveles del Estado en el territorio.
Vivimos en un país productor de alimentos y el virus nos encuentra ocupados en saciar el hambre de una parte importante de nuestros conciudadanos. Cuidar la salud no es solo lavarse las manos, aislarse o tener acceso a un hospital, es fundamentalmente tener una buena vida en un ambiente saludable con acceso a alimentos sanos.
La pandemia nos interpela en el enfoque fragmentado de salud: la salud humana, la salud vegetal y la salud animal es una sola. Una Salud. Aprendimos de la zoonosis. Por eso debemos discutir cómo y qué fitosanitarios usamos, cómo producimos en los cordones periurbanos, cómo racionalizamos el uso de antibióticos en la producción de carnes, cómo producimos energía limpia con los residuos, cómo certificamos normas sanitarias, cómo producimos biocombustibles, biomateriales, cómo dejamos atrás en forma planificada el mundo de los químicos y entramos en el mundo de lo biológico con la tecnología disponible para cuidar el ambiente, los suelos y la salud.
Si la crisis es oportunidad sería bueno aprovechar y acordar sobre la coordinación de las políticas fiscales, crediticia y monetaria, sobre la estabilidad macroeconómica como bien público, sobre que los impuestos recaigan sobre el patrimonio y la renta y no sobre el que produce y trabaja, sobre la renta básica como política de derecho ciudadano con una única base de datos; sobre el derecho a estudiar toda la vida, sobre la legislación laboral, sobre el seguro desempleo, sobre acabar con las villas de emergencia y construir viviendas atendiendo la demanda de las familias diversas, sobre la nutrición infantil, sobre la paridad de género y sobre revisar la legalidad de las drogas con un enfoque de salud para abandonar el rol de América latina como proveedor global basados en una economía criminal que permea culturalmente en amplios sectores sociales.
En fin, sabemos que no es fácil, es para dirigentes que no piensen solo en las próximas elecciones. Es para dirigentes políticos, sociales y empresarios que quieran un cambio y estén dispuestos a resignar cosas en pos del bien común. Esto es la política.
Exdiputada Nacional y exministra de Producción de la provincia de Santa Fe