La educación y la grieta: un repaso por los 40 años de democracia
El próximo 10 de diciembre comenzará un nuevo mandato presidencial en Argentina. En estos 40 años de democracia escuchamos interminables veces decir que la educación debe ser una de las grandes prioridades de la política. A partir del informe que realizamos desde el Observatorio Hacer Educación intentamos dilucidar si en los hechos esto se cumplió. Una pregunta concreta fue nuestro disparador: ¿Cuáles son las principales normas (leyes, decretos, resoluciones) en materia de educación, ciencia y tecnología de estos 40 años de democracia?
Un primer acercamiento a esta respuesta indica que entre 1983 y 2022 fueron sancionadas 321 leyes educativas. ¿Es mucho o es poco? Aunque por sí sólo el nivel de productividad legislativa no sea un parámetro relevante, al desagregar esta información por décadas surgen datos interesantes: se registra una progresiva merma en la cantidad de leyes sancionadas a la vez que hay un aumento significativo de los proyectos no sancionados. Volveremos sobre este punto.
Desde una mirada complementaria es posible afirmar que la legislación de ECyT, aún con sus particularidades, guardó una estrecha correspondencia con lo sucedido en el país. Así, en la década de 1980, el campo educativo y tecnológico acompañó y fue fiel reflejo del proceso general de redemocratización. Visto desde la coyuntura actual, debe valorarse también el Congreso Pedagógico Nacional que, si bien no se plasmó en forma inmediata en reformas concretas, abrió un proceso de reflexión sistemático y plural.
La década de 1990 fue una década de reformas profundas y cuestionadas que modificaron el sistema educativo. Por ejemplo el proceso de transferencia de servicios iniciado en la última dictadura militar, la reforma de la Educación Superior y la introducción del polimodal marcaron la época. Aunque cabe destacar la extensión de la obligatoriedad de la educación a 10 años.
La primera década del siglo XXI puede concebirse como un proceso de reversión y/o modificación (parcial) de los cambios acaecidos durante los años noventa. No sería exagerado calificar algunas de estas reformas como estructurales y, en su mayoría, de signo diferente y/o contrario al de la década precedente. Son dignas de mención el fin del polimodal y el retorno al esquema de ciclo primaria-secundaria tradicional; la obligatoriedad de la escuela secundaria; la fijación de un piso mínimo de inversión (como porcentaje del PBI) en educación, ciencia y tecnología; la creación de Universidades nacionales; el establecimiento de un mínimo de 180 días de clase; y la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología.
Finalmente, en las etapas 2010-2019 y 2020-2022 se advierte un progresivo estancamiento en lo que refiere a los niveles de productividad legislativa, reflejado en la cantidad promedio de leyes sancionadas y en el aumento sustancial de los proyectos no sancionados. En los cuales predominan decretos y resoluciones que, sin desmerecer su importancia, no representan un cambio sistémico.
Como hipótesis, vemos que la creciente polarización que caracteriza al sistema político argentino desde el 2008 fue impidiendo generar consensos que permitan transformar el sistema educativo. Y así, mientras el mundo cambia a toda velocidad, las transformaciones del sistema educativo llevan más de 10 años estancadas.
Como dijimos antes, la productividad legislativa no nos habla por sí sola del estado de salud de nuestro sistema de ECyT. Más leyes no van a traer ,como por arte de magia, las soluciones a nuestros problemas. Al respecto, a partir de 1983 unas pocas leyes de carácter normalizador bastaron para restaurar derechos y libertades en el ámbito educativo y esos cimientos del Estado de derecho se mantienen hasta el día de hoy. El informe revela, a su vez, que muchas reformas estructurales implementadas en los años venideros no redundaron en una mejora sustancial en la calidad de nuestra educación.
Aún así no deja de llamar la atención que el estancamiento en materia legislativa sucede en simultáneo con un extendido reconocimiento acerca del estado crítico en el que se encuentra el sistema educativo en la Argentina. Todo parece indicar que nuestro sistema político no está encontrando la manera de arribar a consensos básicos para dar una respuesta a esta crisis.
En síntesis, más que pedirle al Congreso que se convierta en una máquina de producir leyes es urgente que la dirigencia en su conjunto pueda encontrar puntos mínimos de acuerdo para transformar la educación. La grieta nos condena a discusiones estériles y cortoplacistas cuando sabemos que los cambios que necesitamos deben trascender la coyuntura y mirar el largo plazo.
Muchas veces no somos conscientes de que en el ciclo lectivo de un niño o niña pueden sucederse más de 3 gobiernos de distintos signos políticos. Es por eso que si estamos de acuerdo en que sin educación, sin ciencia y sin innovación tecnológica no hay desarrollo posible, son los tiempos de la política los que deberían adaptarse a los de la educación y no al revés.