La música de la tradición itálica
El sábado de la semana pasada, el Colón festejó por anticipado el Día de la Madre de un modo imprevisto. Esa noche, se presentaron en un mismo concierto dos barítonos formidables: Thomas Hampson, el mayor, de una larga y brillante trayectoria, con la voz intacta y una presencia imponente; y su yerno, el magnífico Luca Pisaroni. Los acompañaba el pianista Christian Koch, que además resultó un simpático y notable comediante. El recital estaba concebido como un espectáculo y, en calidad de tal, tenía un título ingenioso: No se admiten tenores. El público celebró a los tres con mucho entusiasmo y, otro tanto, hicieron los críticos. Pablo Kohan en la nación los calificó con cinco estrellitas: casi una galaxia en el caso del austero Kohan.
El programa de los dos barítonos estaba compuesto en la primera parte por arias de óperas; y, en la segunda, por canciones populares, de opereta y de musicals. El italiano Pisaroni, como era natural, se lució en las canzonette de la península; es necesario aclarar que nació en Venezuela en una familia de inmigrantes, pero sus padres italianos se volvieron con el hijo a la península cuando éste tenía cuatro años. Luca creció en Busseto, el pueblo natal de Verdi, en la provincia de Parma.
Entre los bises que Hampson y Pisaroni interpretaron como solistas y en dúo, éste cantó una canzonetta popularísima en toda tierra habitada por italianos: era "Mamma", de Cesare Andrea Bixio (música) y Bixio Cherubini (letra).
Mientras estaba atento a la voz potente y, al mismo tiempo, aterciopelada y dramática de Pisaroni, me di cuenta de que hacía muchos años, quizá dos décadas, que no escuchaba esa canción. La tradición itálica en la Argentina se fue borrando en los últimos cuarenta años del siglo XX. Los dos primeros versos me sorprendieron como si me hubiera encontrado, de improviso con un amigo al que no veía desde la adolescencia: Mamma son’ tanto felice
Perché ritorno da te (Mamá, soy tan feliz / porque vuelvo a tu lado).
En mi niñez y en mi juventud, durante los almuerzos de familias italianas inmigrantes siempre había alguien que cantaba mientras se tomaba café o una grappa; así se sucedían "Torna a Sorrento", "Core’ ngrato", "Funiculí, funiculà" y, por supuesto, "Mamma". Con "Mamma", los comensales lloraban. Y después de las lágrimas, la paz ganaba el alma de todos y alguna señora mayor decía: "Llorar un poco después de la comida hace bien". Tras esa máxima, florecía una sonrisa apacible. Faltaban los violines, aunque a veces había un acordeón.
En Radio El Mundo y en Radio Splendid, durante las décadas de 1940 y 1950, los tenores italianos eran contratados para cantar frente al micrófono con la presencia de público. Los famosos Tito Schipa y Carlo Buti no se privaban, entre aria y aria, de "Mamma". Quizá hoy, en algún hogar argentino, se escuche esa canzonetta, cantada por su intérprete perfecto: el tenor Beniamino Gigli.