La negación florece cuando faltan ideas
El festejo de la derrota electoral refleja los niveles de desconcierto en el que está enfrascado el Gobierno a dos años de asumir
El domingo, cerca de la medianoche, el presidente Alberto Fernández, convocó eufórico a la militancia a un acto multitudinario en Plaza de Mayo para “celebrar este triunfo como corresponde”. Dos días después, su portavoz, Gabriela Cerruti, hablaba en Casa Rosada de “un empate técnico”, lo que mostraba una leve mejora respecto a una correcta lectura de la realidad de parte del gobierno que perdió claramente las elecciones de término medio. A este paso, quizás la semana que viene reconocen que perdieron, saludan a la oposición y comienzan a comportarse con algún modo de madurez política.
De todas maneras, el partido de gobierno tiene derecho a hacer un acto en honor a su militancia, aunque éste se desarrolle apenas 72 horas después de la mayor derrota electoral del peronismo de su historia. Un acto que tiene muchos mensajes políticos para analizar con distintos destinatarios. La primera es la vicepresidenta, Cristina Kirchner, la figura que sigue vistiendo el traje de jefa y que aún no movió su ficha después de la derrota, lo que podría cambiar todo el escenario y empañar la exagerada alegría militante que se vivió ayer en Plaza de Mayo. Un movimiento de Cristina, similar al que realizó después de las PASO, podría poner a muchos de los que fueron ayer a vitorear a Alberto Fernández a criticarlo en modo “Fernanda Vallejos”, porque si hay algo que reconoce la militancia peronista es el verticalismo; allí no hay matices para interpretar liderazgos.
Otros receptores del menaje de unidad, que intentó dar la movilización, son los viejos dirigentes gremiales peronistas, intendentes y algunos gobernadores que están cansados del “doble comando”. Son los que necesitan ordenar el verticalismo mencionado marcando un rumbo para enfilarse detrás. Es gente no acostumbrada a la atomización de poder, necesita identificarlo y responder, como lo hicieron con Perón, Menem, Duhalde y los Kirchner. Esto de decir y hacer para conformar a varios no está en su manual de pertenencia política.
La oposición no recibió el mensaje del acto de otra manera que no sea con incredulidad. Es que aún no pueden creer que se celebre una derrota por más de ocho puntos en todo el país y se hable de apoyo popular al camino trazado. Si el gobierno quiere dialogar con Juntos por el Cambio, la principal fuerza opositora, deberá estar seguro de que el acto de la militancia, con las consignas que allí se barajaron, rompió uno de los pocos puentes que los unía. Además, dejar afuera al ex presidente Mauricio Macri de un llamado al diálogo, es un error político casi de aficionado, porque colocaría a uno de los dirigentes más representativos ante la posibilidad de convertirse al otro día en el más importante enemigo de un posible acuerdo.
Pero estas son todas lecturas que quedan dentro de la política, de ese retozo de poder y demanda que hace especular a todos los dirigentes que lo practican, incluso a los nuevos libertarios “anti casta”, que por más que no lo reconozcan, también son parte del mismo juego, porque son las reglas de la política y ningún sector puede escapar de ellas. Podrán criticarlas e intentar cambiarlas, pero, para hacerlo, deberán comprobar que el barro también mancha por encima de las rodillas.
El acto de este miércoles fue, sin dudas, el festejo de la militancia, mucha de ella rentada, el del clientelismo, de los punteros que pasaron lista, el de aquellos que viven por y para la política. No fue el acto del pueblo. Los ciudadanos quedaron afuera del festejo y de las interpretaciones políticas porque a pesar de votar de acuerdo a sus convicciones, se encontraron con un gobierno que no reconoció el valor de quienes no militan en los aparatos, pero opinan cívicamente.
Es la misma sociedad que sufrió las consecuencias de una pésima administración de la pandemia, de las malas decisiones en la compra de vacunas, de la cuarentena eterna, de las escuelas cerradas que generó un desastre educativo, del “hagan lo que ordeno pero no lo que hago” del mismísimo Presidente, de los privilegios abusivos, de las violaciones a los derechos cívicos y humanos que dejaron centenares de casos con 23 muertes que merecen aún ser aclaradas, de la mala economía, de la inflación, del crecimiento de la pobreza, de la inseguridad.
A esos males ahora hay que sumar el cansancio de ver cómo en un país con una democracia asentada, donde se vota ininterrumpidamente desde hace casi 40 años, hacerlo el domingo pasado no tuvo valor ni sentido, porque aunque 7 de cada 10 argentinos eligieron votar otras opciones como una manera de protestar por la gestión oficial, el gobierno, destinatario de ese voto protesta, respondió con una festividad.
Probablemente reaccionen así porque no saben qué hacer, porque dos años después están comprendiendo que gobernar sin plata no es materia aprobada por el populismo y que siguen sin encontrar un rumbo. Entonces eligen mirar para otro lado para poder construir una realidad paralela y celebrarla.
Después de todo, siempre se dijo que “la negación es el argumento favorito de la ignorancia”. Y es allí donde reside la mayor debilidad del gobierno.