La nueva vida de Notre-Dame: un “shock de esperanza”
La catedral parisina es ante todo un símbolo extraordinario de reunión, el lugar donde todos los franceses, y muchos otros, se encuentran
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Todo el mundo recuerda la conmoción que se produjo en Francia, en Europa y en todo el mundo al ver las imágenes de Notre-Dame-de-París en llamas el 15 de abril de 2019. Esta conmoción era por el miedo a una pérdida irreparable del patrimonio; el miedo, también, a no estar a la altura del deber de transmitirle a las futuras generaciones lo que nos fue legado. Rechazando la desesperación, el presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, rápidamente prometió la restauración total de la catedral en un plazo de cinco años, y muchos dudaron de que eso fuera posible. Hay que reconocer que hay pocos ejemplos en el mundo de obras que se hayan terminado a tiempo, y este era un calendario muy ambicioso. ¡Pues bien, esta apuesta se cumplió y no podemos sino felicitarnos por este logro «olímpico»!
Este éxito es ante todo el resultado de la voluntad política, sobre todo cuando se combina con la movilización de todos, desde el auspicio de las empresas más importantes hasta la gran cantidad de cheques recibidos de particulares. Notre-Dame se benefició de la generosidad de 340.000 donantes de 150 países. Esta extraordinaria movilización internacional permitió recaudar un total de 843 millones de euros.
A la altura de las responsabilidades generadas por esta admirable generosidad, la voluntad política de restaurar Notre-Dame en un tiempo récord se plasmó en la creación de un organismo administrativo a medida, encargado de ejecutar varios centenares de contratos públicos muy específicos, necesarios dada la naturaleza altamente especializada de cada aspecto de este proyecto sin precedentes. Y hoy recordamos al general Georgelin, ex Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas francesas, fallecido en agosto de 2023, que fue elegido para orquestar este inmenso proyecto. A pesar de la vertiginosa cuenta regresiva de 2000 días y del impacto sin precedentes que supuso la pandemia del Covid-19, todos los obstáculos de este gran desafío logístico y artístico fueron superados.
Hoy, la catedral resurge de sus cenizas gracias a la dedicación y al savoir-faire de cientos de artesanos que rescataron las tradiciones ancestrales de los primeros constructores de la catedral, hace más de ocho siglos. Las cifras son impresionantes: 2000 personas y 250 empresas; campaneros, montadores de andamios, carpinteros, escultores, ingenieros, restauradores de vitraux, techistas, fabricantes de órganos, ebanistas, etc.; 1200 toneladas de andamios; 2000 robles; 8000 tubos de órgano limpiados; casi 17 toneladas de campanas.
Recordemos que, durante mucho tiempo, las piedras ennegrecidas por el paso de las décadas le confirieron al interior de la catedral un aspecto medieval algo oscuro, pero hoy esas piedras han recuperado su claridad original, haciendo que la catedral sea más acogedora y luminosa que nunca. “Ustedes transformaron el carbón en arte”, declaró el presidente de la República Francesa el 29 de noviembre, durante la última visita a las obras antes de la reapertura.
Este 7 de diciembre, los franceses, los europeos y el mundo entero se conmoverán cuando se reabra solemnemente la iglesia metropolitana de París, por el reencuentro con un monumento de la literatura universal, epicentro de la novela más célebre de Víctor Hugo, que describía la catedral como “la casa común del pueblo parisino, el corazón palpitante de París”. Y es que Notre-Dame es, ante todo, un símbolo extraordinario de reunión, que trasciende los distintos credos y nacionalidades. Es, sin duda, el lugar de encuentro de todos los franceses. Y en este sentido, recordaremos las hermosas palabras del gran historiador Marc Bloch, que pronto entrará al Panteón: este gran combatiente de la Resistencia decía que hay dos categorías de personas «que nunca comprenderán la Historia de Francia» : «aquellos que se niegan a vibrar con el recuerdo de la coronación de Reims», lugar del primer bautismo real, y «aquellos que leen sin emoción el relato de la fiesta de la Federación», momento de reconciliación en el corazón de la dinámica de emancipación de la Revolución Francesa.
Como dijo el presidente de la República Francesa el 29 de noviembre, “el shock de la [re]apertura será (...) tan fuerte como el del incendio, pero será (...) un shock de esperanza”. En un momento en que el mundo se ve golpeado por la multiplicación de crisis, esta nueva vida de Notre-Dame es, en efecto, un gran momento de resiliencia y de unión y, en este sentido, le dejo la última palabra a Víctor Hugo, que decía sobre la catedral: “cada fachada, cada piedra del augusto edificio es una página no sólo de la historia de mi país, sino de la ciencia y del arte”.
- Embajador de Francia en la Argentina