La París de América del Sur
Para mostrar su condición de gran potencia, en 2008, la China milenaria asombró al mundo con la construcción de una villa olímpica monumental. Un siglo atrás, la Argentina había construido el equivalente de docenas de villas olímpicas para dar testimonio de su progreso en el centenario de su vida independiente.
En un esfuerzo que nos debería llenar de orgullo, en apenas una década edificó una nueva y completa ciudad, La Plata, como capital de la provincia de Buenos Aires, un logro que no tiene paralelo en el siglo XIX y que es comparable con la fundación de San Petersburgo y Washington en el siglo XVIII y Brasilia en el siglo XX.
La capital de esa pujante nación debía su extraordinaria vitalidad a la singularidad geográfica argentina que conforman la llanura pampeana y el colosal cerco natural de la cordillera de los Andes, la región del Altiplano, la gran selva del Chaco, los ríos de la Mesopotamia y la Patagonia. En conjunto, constituyen un embudo territorial único en el mundo. Su energía creadora converge sobre la ciudad puerto que en el Centenario sería reconocida como la París de América del Sur.
Tomando solamente el entorno temporal cercano al Centenario, el programa de construcciones públicas y privadas que se llevó adelante en Buenos Aires es asombroso.
Sobre el flamante eje cívico de la ciudad que marcó la apertura de la Avenida de Mayo, en 1894, y la finalización de la Casa Rosada, en 1898, se construyó la sede del Congreso de la Nación (1906) y la Plaza del Congreso, terminada en tiempo récord para los festejos de 1910. Como un símbolo del equilibrio de poderes de la República, desde entonces, los poderes Ejecutivo y Legislativo están se miran cara a cara. Para completar las obras consagradas a jerarquizar los tres poderes de nuestra Constitución, en 1912 se instala la Corte Suprema de Justicia en el edificio que, con el correr de los años, sería el imponente Palacio de Tribunales. La educación no podía estar ausente en la consideración de los hombres que habían hecho de la misión de educar al soberano el máximo ejemplo, junto con el fomento de la inmigración. En 1911 se inicia la construcción del nuevo Colegio Nacional de Buenos Aires. En 1909 se inauguran las sedes de la Escuela de Comercio Carlos Pellegrini y de la Escuela Técnica Otto Krause; entre 1909 y 1910 se edifica el Colegio Nacional Mariano Moreno. A pesar de su apelativo, los porteños no habían tenido un puerto hasta la inauguración, en 1897, del Puerto Madero. Insuficiente en pocos años, se concretó la proeza de iniciar en 1911 las obras de Puerto Nuevo, habilitado parcialmente en 1919 y completado en 1925. En apenas tres décadas, se habían construido dos puertos de ultramar. En esta apretada síntesis, se destacan la estación Constitución (1907), el Teatro Colón y el teatro Avenida (ambos en 1908); la Aduana (1910); el inicio, en 1911, de la primera línea de subterráneos de América del Sur, inaugurada en 1913 con el nombre de Línea A, y el nuevo Hotel de Inmigrantes (1911).
En 1910 estaban en construcción la sede del Departamento Central de Policía, el Palacio de Correos, el puente Nicolás Avellaneda, en La Boca, y la estación Retiro (que sería una de las más grandes del mundo). Se inauguró el parque Centenario, al que seguiría, en 1911, el parque Japonés o Del Retiro. Serían, sin embargo, los palacios construidos por los terratenientes de la época los que convertirían a Buenos Aires en la París de América del Sur. En orden cronológico de su inauguración, entre docenas de grandes residencias sobresalían el Palacio Anchorena (Palacio San Martín, sede de la Cancillería), el Hotel Plaza, el Palacio Fernández Anchorena (Nunciatura Apostólica), el Palacio Vera, el edificio La Inmobiliaria, el hotel Majestic, las Galerías Gath & Chaves, el Palais de Glace, el Club Español y el Palacio Paz (Círculo Militar).
En 1910 se inician las obras del Palacio Bosch (1918, embajada de Estados Unidos). En 1911, las obras del Palacio Errázuriz (1917, Museo de Arte Decorativo), y en 1912, las del Palacio Ortiz Basualdo (1918, embajada de Francia). La ciudad de Buenos Aires no hubiera sido posible sin el sustento maravilloso de la geografía pampeana y la confluencia territorial argentina sobre la desembocadura del Plata. Como puerto de ultramar, como centro de civilidad, como adelantada cultural, como ágora revolucionaria, Buenos Aires es mucho más que la París de América del Sur: es un canto a la libertad y la modernidad.
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