La Patagonia unida
Antes de fines del siglo XIX, toda la Patagonia era una sola gobernación. Más tarde, Río Negro, Neuquén y una parte de la provincia de Buenos Aires fueron propuestas en un plan para crear una gran provincia argentina, sueño permanente -entre otros- del ingeniero bahiense Domingo Pronsato (también impulsor de un ferrocarril patagónico trasandino y fundador de Monte Hermoso).
Aquella sugerencia de Pronsato, que data de 1941, buscaba formar "una rica provincia ubicada entre la cordillera y el océano Atlántico, sólido baluarte económico-estratégico austral de 284.200 kilómetros cuadrados". Lo esbozó en su artículo para La Nueva Provincia del 11 de octubre de 1943, no casual en un diario cuyo nombre alude a otro proyecto de antigua data: el que intentó una secesión para la "nueva provincia" en el sur bonaerense con mayor identidad con lo patagónico.
El argumento es histórico desde el 19 de junio de 1779. Ese día, Francisco de Viedma mudó -a causa de una inundación provocada por el río Negro- la sede por fortificar del asentamiento que había fundado en la orilla sur (hoy Viedma) el 22 de abril anterior. Así nació la bonaerense Carmen de Patagones.
Nombres y cambios
A fines de la década del sesenta también se promocionó la regionalización del Comahue, un nombre que cobijó planes y expectativas diversas. Pero en términos históricos, el principal enclave de la región fue visitado en posesión estratégica y geopolítica. Poco antes que que lo hiciera Julio A. Roca, como comandante de la llamada Campaña del Desierto, el general Ignacio Fotheringham llegó al nacimiento del río Negro. En sus memorias al lugar lo menciona como Las Juntas (de los ríos Neuquén y Limay).
Días después -el 11 de junio de 1879-, Roca arribó a esa convergencia de ríos y apostó 2000 pesos que le ganó Fotheringham por cruzar a nado el brazo del río Neuquén. El lugar de cruce se llama paso Fotheringham y a las juntas se lo conoció como Confluencia. El nombre trascendió en estos días porque hay versiones que lo eligen en caso de bautizar la posible fusión provincial aludida en el acuerdo de Viedma -el miércoles último- entre los gobernadores Pablo Verani y Jorge Sobisch.
Confluencia se llamó el paraje y esmirriado poblamiento en ambas márgenes de las juntas hasta que la capital Neuquén se asentó allí en 1904, trasladada desde Chos-Malal, acontecimiento que presidió Joaquín V. González. Como ministro del Interior de Roca la declaró inaugurada el 12 de septiembre de aquel año con largo discurso que alentaba a imitar el empuje "que el genio anglosajón y angloamericano improvisa en las arenas de Africa del Sud, en las selvas de Australia y Nueva Zelandia o en los bosques donde nace y muere el Misisipí, y en las soledades nevadas de Klondike" (porque mucho se esperaba del oro que hurgaban en las cordilleras y que aludió el Dr. Gabriel Carrasco, enviado del ministro en 1902. El informante también deslindó la realidad de fábulas como la que hablaba de vetas inagotables o pepitas gigantes que llamaban "mi señora doña Josefa").
El nombre de Confluencia perduró por costumbrismo -entre los vecinos y también en un famoso hotel desaparecido- y en el nombre del departamento neuquino que encabeza la capital de Neuquén.
Cuando el general Julio A. Roca y las huestes que comandó durante la denominada Campaña del Desierto festejaron el 25 de mayo de 1879 en la isla de Choele-Choel, preexistía desde siete meses antes la Gobernación de la Patagonia. La inmensa jurisdicción gubernamental fue creada por ley 954, promulgada el 11 de octubre de 1878. Para administrarla, diez días después se nombró gobernador al coronel Alvaro Barros, que tomó posesión el 2 de febrero de 1879.
Esa solemnidad pública se cumplió con un acto en la actual plaza Alsina de Viedma -en tiempos más recientes candidata a constituirse en el distrito federal de la república-, cuando la hoy capital rionegrina se llamaba Mercedes de Patagones. Fue Roca que, de regreso de Confluencia hasta Choele-Choel por tierra y desde allí embarcado hasta Patagones, le sugirió al gobernador Alvaro Barros le cambiara el nombre a Mercedes capital para homenajear al fundador Viedma (el gobernador cumplió rubricando el decreto del 4 de julio de 1879).
La ley que había dado nacimiento a la gran jurisdicción territorial, según el historiador rionegrino Jorge Raúl Entraigas, "creaba una extensa gobernación cuyos límites no estaban ni siquiera más o menos delimitados ya que lo único que se sabía era que se extendía desde el océano por el este, hasta la cordillera por el oeste y desde los ríos Negro y Neuquén por el norte hasta el Cabo de Hornos por el sur".
Estaba claro que se trataba de una decisión geopolítica relacionada con la inminente ocupación militar proyectada por Roca y que, como señala Entraigas, el artículo 3º establecía que el gobernador dependería del Ministerio de Guerra y Marina, aunque tiempo después la ley 1532 del 16 de octubre de 1884, que subdividió la región en cinco territorios nacionales, hizo depender a sus gobernadores del Ministerio del Interior.
La probable unidad territorial y política de las actuales provincias patagónicas y la exhumación de viejos proyectos ferroviarios trasandinos en la región austral fueron una constante, que se tamizaron con ópticas geopolíticas, pero que estaban connotadas con otros proyectos de regionalización. El cruce ferroviario que uniría dos puertos de aguas profundas en ambos océanos y que evitarían la navegación austral también hubiera acercado los mutuos intereses sureños a ambos lados de la cordillera, además de derrotar las hipótesis de conflicto.
Ramos Mejía y Pronsato
Los planes ferroviarios trasandinos en los Andes australes abundaron. No sólo los impulsados por el ministro de Obras Públicas Ezequiel Ramos Mejía al Nahuel Huapí y su posterior prolongación que hasta con trazados de mapas se encuentran en El Norte de la Patagonia, del ingeniero Bailey Willis, sino los que el Ferrocarril Sud proyectó hasta el paso limítrofe de Pino Hachado que aspiraba construir la empresa británica (y que historió William Ršgind) y conectarse con la red chilena.
La comisión Pro Ferrocarril Trasandino del Sur fue fundada en 1941 y tenía sede en Dorrego 204 de Bahía Blanca. No era otra que la casa del anciano pintor e ingeniero Domingo Pronsato. Entrevistado allí por quien esto escribe en el otoño de 1970, Pronsato, también amante de la buena música y pintor notable, que había abandonado los pinceles por sobrellevar una ceguera de años, desovilló su pasión por impulsar sus viejos proyectos que noche a noche soñaba como cumplidos.
Nacido en la misma ciudad que amó hasta su muerte, tenía 89 años y 5 bisnietos. Aseguró que en 1896 estudiaba en Buenos Aires -colegio Pío IX de Almagro- cuando eran compañeros Ceferino Namuncurá y Carlos Gardel. Enviado a estudiar a Italia, se recibió de doctor en física en Turín e ingeniero agrimensor. También conoció a Verdi y a Puccini, y a Marie Curie. En la Patagonia trató con Bailey Willis, Primo Capraro y Guido Jacobacci. Había nacido en el siglo XIX. Quizá sus sueños se cumplan en este siglo.