La peor crisis internacional desde el default
Una compra acordada de YPF a Repsol (que era posible) le hubiera amputado a la operación el trazo épico y el aspecto guerrero. Así no servía. En su lucha cuesta abajo con las encuestas, Cristina Kirchner necesitaba del teatro heroico que le gusta cultivar. Las encuestas le están dando a la expropiación una aceptación menor de la que el Gobierno esperaba; es posible, además, que a los argentinos les importe muy poco si YPF es manejada por Axel Kicillof o por Antonio Brufau. Según la encuesta de Poliarquía que publica hoy LA NACION, una mayoría social culpa más al Gobierno que a Repsol por la disminución de las reservas de petróleo y gas. También la mayoría espera negativas repercusiones en el exterior. Estos dos datos incuban un serio riesgo para la Presidenta en el futuro mediato.
A cambio de tan poco, Cristina Kirchner metió al país en la peor crisis internacional desde la guerra con la OTAN por las Malvinas y desde el campante default, el más importante en la historia de la humanidad. El mundo ha hecho saber públicamente, con menor o con mayor intensidad, su rechazo a la expropiación de YPF. Hay dos informaciones extraoficiales, sin embargo, que sobresalen. Una dio cuenta de que la mayoría de los países latinoamericanos avisó oficiosamente a España, al resto de Europa y a los Estados Unidos que no son como Cristina Kirchner o, lo que es peor, como la Argentina. Algunos países lo hicieron en declaraciones públicas (México, Colombia y Chile), pero otros lo deslizaron en ámbitos más reservados. Es exactamente lo mismo que sucedía con Hugo Chávez en el apogeo del chavismo. La aclaración de entonces (No somos como Chávez) incluyó varias veces al entonces presidente argentino Néstor Kirchner.
La otra información alude a la reacción de los Estados Unidos. A la Argentina no le fue bien en la reciente cumbre de Cartagena. Tiene pleitos pendientes con gran parte de los países asistentes por el virtual cierre de las importaciones y, además, sólo quería sacarle a la reunión un documento contra Gran Bretaña por las Malvinas. Washington no quiere desviarse del estrecho sendero de la neutralidad que eligió. El caso de Canadá es más comprensible aún: la reina de Gran Bretaña es su simbólica jefa de Estado. El consenso estaba roto.
A su vez, los países latinoamericanos tienen problemas más urgentes, como la economía y la droga, que la retórica de una vana declaración. La reunión de Cristina Kirchner con Barack Obama pudo ser el mejor saldo de ese viaje, pero la Presidenta insistió con las Malvinas, escuchó la preocupación norteamericana por la cuestión de las importaciones y calló su secreto mejor guardado: la expropiación de YPF.
Obama debió sentirse defraudado, 48 horas después, cuando se enteró por televisión de la decisión argentina. En la capital norteamericana se ratificó que Cristina no le dijo nunca nada a Obama lo que sucedería con YPF. Ante una consulta precisa, la embajada estadounidense en Buenos Aires fue tajante: Nadie le advirtió al presidente Obama sobre la expropiación, contestó. Hillary Clinton, primero, y su vocero, luego, precisaron que la expropiación había caído muy mal entre ellos. Es probable que pase mucho tiempo antes de que Cristina vuelva a tener una reunión cara a cara con Obama.
Varias empresas y bancos internacionales han decidido hacer un corralito con sus filiales en la Argentina. Temerosos de que la ola de confiscaciones no se haya agotado con YPF, no enviarán dinero para nuevas inversiones, sus sucursales se acomodarán al que mueven en el país y estarán jurídicamente en condiciones de cerrar las puertas en cualquier momento y entregar las llaves de las compañías. ¿Es para tanto? Todos estamos ahora en libertad condicional, explicó un empresario argentino.
La producción y comercialización del petróleo y el gas (no su propiedad, que siempre fue argentina) forman parte de un debate legítimo. Las preguntas son otras: ¿cómo y para qué se hacen las cosas? El Gobierno violó la Constitución porque no siguió ninguno de los pasos previstos, como la estipulación de un precio del bien expropiado y el depósito previo, aun en el desacuerdo. Pero hizo algo mucho más grave: confiscó en los hechos una empresa privada, un acto prohibido claramente por la Constitución. No existe ningún antecedente de una empresa intervenida por una ley; sólo un juez puede hacerlo.
El cómo importaba para preservar la inversión en el país. Podría haberse intentado una compra consensuada o una oferta hostil de compra del ciento por ciento de las acciones, que eran los mecanismos legales. Estaban previstos precisamente para evitar una expropiación de YPF. Una cosa es la legalidad y otra, el delito. Una es seguir los pasos de la ley y otra, la confiscación, el desalojo ultrajante y discriminatorio de sus dueños, y el insulto final. Es lo que hicieron desde Cristina hasta Kicillof. Ellos sacrificaron la confianza y la inversión aquí por muchos años.
El para qué era significativo para establecer la manera en que el Estado mejoraría la supuesta falta de inversión de Repsol. Hasta ahora, lo que reluce es la voracidad del Estado kirchnerista para hacerse de la caja de YPF cuando el dinero comienza a escasear. Es llamativo que ningún argentino exaltado por la expropiación se haya preguntado de dónde saldrán los millonarios recursos que necesitarán las imprescindibles inversiones de la petrolera. Los políticos, no sólo los del Gobierno, se han confirmado como fisiócratas, devotos de una teoría económica que atribuye exclusivamente a la naturaleza el origen de la riqueza.
El radicalismo ni siquiera se detuvo en las formas y en el porqué para apoyar la expropiación. La defensa de la Constitución y de la legalidad era su principal capital político, que también lo malvendió en un tributo a la fugacidad de las encuestas. El radicalismo define sus posiciones en contraposición con Mauricio Macri; teme que una asociación con él, aunque sea casual y precisa, lo contamine de ideas de derecha. Macri es el único político opositor que apostó claramente a ser en el futuro una opción electoral al eventual fracaso de las políticas kirchneristas. Elisa Carrió será la otra política que votará en contra del proyecto oficial: No votaré por el delito, la corrupción y el encubrimiento. Votaré mi propio dictamen, dijo. El problema es que los bloques parlamentarios de Macri y de Carrió son muy minoritarios en el Congreso.
La prepotencia kirchnerista y la deserción opositora provocaron un verdadero estado de shock en Madrid. Hay un antes y un después tras la expropiación, dijeron cerca de Mariano Rajoy. La Argentina y Alemania son –o eran– los países mejor vistos por los españoles. España y Brasil son los más queridos por los argentinos. Es difícil explicarle a un español que no hubo segregación cuando le sacaron una empresa donde habían incorporado, por presión de los Kirchner, a los argentinos Eskenazi. Los Eskenazi, que recibieron préstamos de la propia Repsol para adquirir parte de la propiedad de Repsol, se quedaron con sus acciones y los españoles fueron desplumados.
La filial argentina de la ítalo-española Endesa podría quebrar en los próximos 60 días por obra de las subsidiadas tarifas eléctricas del kirchnerismo. Será otro momento de tensión con España y con Italia. Cristina Kirchner elevó la tensión con España hasta convertir la situación en un drama histórico y emocional inexplicable. Las encuestas son importantes, pero no son un dios que merezca poner de rodillas a nadie.
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