La política de la destrucción
Un oficio llegó el martes pasado a la Bolsa. Lo firmaba el fiscal José María Campagnoli y pedía detalles sobre la composición de Helvetic Services Group, la sociedad involucrada en el escándalo de lavado en Madero Center. Campagnoli es el mismo que requirió de oficio, apenas horas después del primer programa de Jorge Lanata sobre Lázaro Báez, que se hicieran investigaciones y allanamientos en Santa Cruz.
La Bolsa tiene diez días para contestar. El documento quema las manos de unos cuantos: la respuesta debería incluir a varios hombres de negocios relevantes. Madero Center , sede de las oficinas del trader financiero arrepentido Federico Elaskar, es un vecindario explosivo en cuestiones de poder. Además de la Presidenta, Amado Boudou o Cristóbal López, tiene allí propiedades Jorge Brito, a quien Helvetic Service Group le compró el 4% de Continental Urbana, firma que el banquero dice haber vendido después a Isaac Kiperszmid, empresario inmobiliario. Abajo, la extensa planta baja del edificio pertenece a Delfín Jorge Ezequiel Carballo, su cuñado y socio en el Banco Macro.
¿Hasta dónde irá la Justicia? ¿Está la Argentina preparada para los resultados de semejante investigación? El establishment teme que la ola expansiva toque incluso a quienes han hecho negocios de buena fe. Horas después de las revelaciones y los documentos presentados por el periodista Nicolás Wiñazki en El Trece, un empresario que tenía un vínculo inmejorable con Néstor Kirchner llamó a colaboradores de la Presidenta: quería sondear hasta dónde podían llegar los reverberos del asunto. Cristina no devolvió la comunicación y abonó así una vieja sospecha: a diferencia de lo que ocurría con otras administraciones, el Gobierno no vacilaría en entregarlos si la ocasión fuera propicia.
Esta noción es decisiva para entender el kirchnerismo y, más aún, el cristinismo. Apenas muerto Néstor Kirchner, la jefa del Estado no se comportó con el entorno de su marido como lo habría hecho cualquier viuda, sino que adquirió, casi para con todos, el trato de una divorciada. Esa voltereta inesperada desperdigó parte de los secretos de Néstor y alejó de la escena a aquellos que sabían guardarlos bajo llave. El ejemplo más literal: Daniel Muñoz, el histórico secretario privado del matrimonio, hombre de buen trato hacia un círculo de empleados que lo llamaba "Danielito" y uno de los pocos que tenía acceso a las cajas de seguridad.
La raíz de esta trasmutación es psicológica, pero sus consecuencias, políticas. La Presidenta reemplazó los consejos del líder ausente por los de Carlos Zannini, un dirigente infinitamente menos negociador que aquél. Si la mecánica del PJ más elemental había indicado siempre la elección de un adversario y el ulterior encolumnamiento de toda la militancia en pos de esa destrucción, el secretario de Legal y Técnica dio vuelta seis décadas de movimiento: el enemigo es múltiple y hay que dar todas las batallas al mismo tiempo.
Sobran ejemplos. A fines del año pasado, el Gobierno anunció que expropiaría el predio de La Rural sabiendo por los propios jueces que una medida cautelar lo frenaría días después. Hace un mes, en plena discusión por la reforma judicial, Daniel Reposo, jefe de la Sigen, aconsejó a la Comisión Nacional de Valores la necesidad de intervenir Papel Prensa, orden que el organismo todavía ni resolvió ni digirió. Un empresario de ingreso frecuente en Olivos lo explicó así: "Si hay una baldosa suelta en la vereda, Zannini levanta todas".
La teoría del enemigo simultáneo intensificó en momentos de incertidumbre económica la capacidad autodestructiva del Gobierno. Y llevó a los empresarios a la mayor autorreclusión de la historia: que Cristina Kirchner haya celebrado anteayer como proeza nacional la apertura de un supermercado es, por lo pronto, indicador de falta de inversiones.
La brecha cambiaria viene tentando además a varios de ellos con la informalidad. Horas antes de aquella euforia por las góndolas, Débora Giorgi, ministra de Industria, les advirtió a unos 30 ejecutivos del sector automotor que no toleraría sobrefacturación de importaciones. Es una práctica vieja. Se cambian la calidad del producto y la posición arancelaria en la declaración ante la Aduana y se reciben más dólares a 5,20 pesos.
"Nuestros números preliminares -empezó Giorgi- nos dicen que, en lugar de bajar por la crisis internacional, los precios de importación suben. Estamos viéndolo con mayor profundidad." El auditorio, que incluía a representantes de la UOM y de Smata, estaba impaciente porque se había citado a las 9.30 y la ministra llegó a las 10.50. Aparecieron entonces los quejosos. Un autopartista dijo que no se le estaban autorizando declaraciones juradas anticipadas de importaciones. Giorgi contestó en tono moderado que no le correspondía ese área, pero al segundo reclamo similar protestó: "Es un tema que no depende de mí. Díganselo a Paglieri [Beatriz] y a Guillermo [Moreno]". Fricciones de una industria que, hasta hace poco, era el motor del modelo.
Tanta desolación empresarial deriva entonces en un interés político casi sin precedente. No es casual que varios se estén envalentonando con Francisco De Narváez y Sergio Massa. Pero el intendente de Tigre es ambivalente. Hace dos semanas, después de un desayuno con ejecutivos del que participaron los jueces Rodolfo Canicoba Corral y Claudio Bonadio, todos se fueron con la sensación de que competiría en octubre. Casi al mismo tiempo, el líder comunal se comunicó con un operador de Olivos y le encomendó lo contrario: que le transmitiera a la Presidenta su decisión de no jugar "ni a favor ni en contra". Massa reforzó su mensaje ofreciendo él mismo explicárselo a Máximo Kirchner.
La primera necesidad de un gobierno de militantes dispuestos a ir por todo en un año electoral es recuperar la iniciativa mediática. Toda la Secretaría de Inteligencia está, por ejemplo, detrás de la licuación del caso Lázaro Báez, estrategia que empezó al día siguiente de aquel programa de Lanata y que tuvo como eje la instalación del tema en la farándula. Operadores mediáticos no kirchneristas fueron tentados a sumarse a la iniciativa. La idea fue aplicarla sobre un canal de TV de buena relación con el Gobierno, pero sin dejar huellas oficiales.
Uno de los arietes de la defensa es el abogado Fernando Burlando, consejero no asumido en público de Leonardo Fariña. Solucionador de casos imposibles, Burlando se ha jactado siempre en la intimidad de tener infinitos contactos políticos. No vive en Madero Center, pero acaba de mudarse a Barrio Parque, donde ocupa la casa que pertenecía a Claudio Cirigliano, aliado del Gobierno hasta la tragedia de Once, accidente que le valió la detención y el procesamiento. El elenco cambia, los emblemas de poder permanecen. El kirchnerismo parece empecinado en que hasta sus metáforas sean inmobiliarias.
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