La política en la vida la gente
Es la base para construir una épica distinta, que sirva a personas de carne y hueso
Ir al trabajo y volver. Tener tiempo para estar con nuestras familias. Poder desarrollar nuestras ideas y proyectos. Caminar tranquilos por la calle. Sentirnos seguros en nuestra casa. Dormir sin preocuparnos de más cuando nuestros hijos salen a divertirse. Que no te ataquen por pensar distinto. Saber que tu trabajo te va a estar esperando mañana. Asumir que si te esforzás vas a alcanzar lo que te proponés. Que tu salario te alcance. Ir al supermercado y saber cuánto cuestan las cosas. Ahorrar. Dejar un futuro mejor a nuestros hijos. Que todos tengamos las mismas oportunidades.
Estas son las cosas básicas que suceden cuando la política funciona. Cosas que nos permiten dejar de preocuparnos por las reglas básicas, indispensables en cualquier sociedad, y nos permiten construir una vida personal y colectiva que valga la pena. Es entender a la política como los cimientos de una sociedad donde, si los políticos se ocupan de la base, los demás van a poder levantar el país con el que sueñan. Lamentablemente, parte de la política argentina hoy no parece entender estas realidades básicas.
Si los políticos se ocupan de la base, los demás van a poder levantar el país con el que sueñan
Mientras la inflación carcome los salarios, la respuesta oficial es enviar a militantes a controlar los precios. Al reclamo por transparencia y lucha contra la corrupción, responden con una reforma que busca domesticar a la Justicia. Contra el estancamiento de la economía y la falta de divisas, proponen que la plata de evasores, narcotraficantes, y quién sabe qué otros transgresores y delincuentes, ingrese al sistema con mayores beneficios que los del ciudadano que siempre cumplió con sus obligaciones. Son todas medidas que generan nuevos problemas y ninguna solución. Pero que además profundizan la sensación de que la política puede discutir apasionadamente y encontrar argumentos para defender cualquier bandera, pero no puede resolver los problemas más inmediatos.
La tragedia de Castelar viene a convalidar esa sensación. Nos enrostra en la cara que mientras la política oficialista discute el poder de las corporaciones, el imperialismo financiero y la conspiración mediática, la gente muere en un transporte público que ya dio incontables alarmas de su estado de emergencia. Aún más, nos muestra que está forma de hacer política ya no sabe reaccionar. De lo contrario no hubiese sucedido Flores, tampoco Once y nunca Castelar.
Pensar que la política debe solucionar problemas concretos no significa el fin de la épica
Borges, para una de las líneas de su poema "Fragmentos de un evangelio apócrifo," adapta una idea básica del estoicismo: que lo único que importa, ya que es lo único que cada uno de nosotros puede realmente controlar, es nuestra propia conducta: "Piensa que los otros son justos o lo serán, y si no es así, no es tuyo el error." Es un ideal precioso, pero uno que fracasa cuando se relaciona con la percepción que cada vez más personas tienen de la política. No se puede correr el riesgo de pensar, siquiera de manera hipotética, que alguien es justo si esa ingenuidad lleva a la muerte, trágica e innecesaria, de un ser querido. Entender esa realidad es remarcar que hay otras formas de hacer política que comienzan por las necesidades de la gente y la llegada a la política de gente nueva, o por lo menos requiere de un cambio de actitud. Pensar que la política debe solucionar problemas concretos no significa el fin de la épica. Todo lo contrario, es la base para construir una épica distinta, que sirva a personas de carne y hueso.
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