La tarea de revivir el sueño argentino
Sacar un cero en un examen es el peor aplazo posible. ¿Qué tendríamos que decir de un alumno que saca trece ceros seguidos y parece dispuesto a repetir esa nota una y otra vez? Este es el increíble historial negativo de la inflación argentina, único en el mundo: por nuestra inflación galopante, de 1969 a la fecha debimos quitar trece ceros a nuestra moneda, si es que se puede llamar moneda al desastre monetario que iniciamos en 1975 con el fatídico Rodrigazo.
En 1881, el país de la Generación del 80 creó el peso moneda nacional, que se mantuvo sin cambios hasta fines de 1969. En esta fecha, nuestra moneda perdió sus dos primeros ceros (pesos ley 18.188). En 1983 perdió cuatro ceros (peso argentino). En 1985, tres ceros (austral), y en 1991 perdió otros cuatro ceros (peso argentino 1991). Si no se hubiera cambiado la moneda, lo que vale hoy $1 equivaldría a diez billones de pesos moneda nacional. En rigor de verdad, hoy se debería quitar un cero más, ¡el número catorce! para reflejar la desvalorización de la moneda desde 1991.
No podríamos calificar de mal alumno al país porque esta categoría se aplica a quienes tropiezan en alguna materia, pero se gradúan. Para la Argentina hay que inventar una categoría, ajena a la normalidad de un plan de desarrollo. ¿Cómo se explica que se tolere una decadencia de 75 años, en los que se han repetido sistemáticamente los mismos errores? ¿Qué se debería pensar de una sociedad que piensa que la culpa es siempre de los demás? Porque el Presidente también dice que el problema es la sequía, la suba de la tasa internacional, la política de Trump o Turquía. Y no es así. El problema somos nosotros. Es enteramente argentino. E incluye a dirigentes y ciudadanos por igual. Nadie saca 13 ceros por una racha de mala suerte o de conspiraciones misteriosas. Saca 13 ceros porque no estudia, no aprende de su pasado y no acepta las verdades que en todo el mundo permitieron el mayor período de prosperidad de la historia luego de la Segunda Guerra Mundial.
Somos un mal chiste combinado de Mafalda y Jaimito. Que nos han hecho reír de nuestras "costumbres argentinas" cuando en realidad se trataba de una tragedia. Porque es una tragedia que hayamos destruido la Argentina que nos legaron nuestros mayores. Una Argentina que se encaminaba al desarrollo, alfabetizada y con escuelas y universidades públicas que eran un ejemplo, con premios Nobel, escritores, pintores y músicos excepcionales, que fue el hogar de millones de inmigrantes que acudían por el imán del sueño argentino. ¿Qué hicimos con ese sueño?
Los argentinos hemos aprendido la lección. Quien gasta más de lo que gana, se funde. Los gobernantes viven en una fantasía de despilfarro porque las naciones no quiebran, pero al poder emitir moneda espuria generan crisis equivalentes a estar en bancarrota, con la diferencia que ellos no pagan las consecuencias, sino los ciudadanos. Por eso es hora de decir basta. No queremos seguir pagando los platos rotos de una fiesta en la que una asociación ilícita de políticos corruptos, malos empresarios y sindicalistas venales se enriquecieron a costillas nuestras. Macri llegó al poder con el mandato de cambiar el colosal robo a los bolsillos y las esperanzas de los argentinos. La pregunta de la hora actual es qué hará y qué haremos los argentinos para que esta enésima crisis inflacionaria sea la última, qué haremos todos juntos para que algún día nuestros hijos puedan decir: "Allá por 2018 la clase dirigente y el pueblo dijeron 'nunca más'". Qué haremos para sacar un diez en desarrollo y revivir el sueño argentino.
Miembro del Club Político Argentino
Alejandro Poll Gonzalvo
LA NACION