"Las actitudes de De Angeli no ayudan a quienes él representa"
El titular de la Federación Agraria cuestiona el rol de De Angeli en las protestas frente al Congreso, esta semana, y se queja de su "ataque de cuentapropismo". Afirma que "hay condiciones para que todos bajemos los decibeles" y apuesta por una tregua que haga posible un diálogo con el Gobierno Ricardo Carpena LA NACION
Mientras se escriben estas líneas, Eduardo Buzzi está por afrontar otra batalla. Más decisiva, quizá, que las que entabla contra los Kirchner. Es una batalla en la que hay superpoderes en juego, buenos y malos, héroes y villanos, lealtades y traiciones, luchas a brazo partido, gente enmascarada, disfrazada para no revelar su verdadera identidad, individuos sinuosos y de doble personalidad.
Este viernes al mediodía, Buzzi, titular de la Federación Agraria (FA), habla con Enfoques por teléfono para actualizar la entrevista que se hizo un día antes, a raíz de los incidentes protagonizados por Alfredo de Angeli en las puertas del Congreso, pero confiesa que está apurado porque tiene que darle de comer a su hijo Santiago, de 5 años, desconectar los teléfonos y tirarse al piso con él para jugar con los muñequitos de personajes como Superman, Batman, Flash y Flecha Verde, acaso su programa más esperado y, sobre todo, más relajado de la semana.
Una semana en la que el mismo kirchnerismo que había perdido las elecciones salió victorioso con la prórroga legislativa de las facultades delegadas, que le permitirá seguir fijando las retenciones, y en la que un dirigente como De Angeli, de la propia Federación Agraria, contradijo, entre trompadas y forcejeos con la policía en las puertas del Congreso, a este Buzzi moderado que en esas mismas horas no desaprovechaba micrófono alguno para machacar en que hay que buscar mecanismos para una tregua con el Gobierno y en que no es el momento de hacer piquetes ni nada que sirva de pretexto al oficialismo para no dialogar con el agro.
¿De Angeli es el Luis D´Elía del campo? "Cuando se corta solo, cuando no se cuida, a veces termina siendo involuntariamente eso", afirmó Buzzi durante la entrevista, en la que se quejó de "su ataque de cuentapropismo", pero destacó, justificándolo: "Prefiero atajar locos que empujar boludos".
Así como el jueves Buzzi decía que había hablado con De Angeli y que éste había mostrado un "cambio de actitud" por el que había dejado de "cortarse solo y ser inorgánico", apenas 24 horas después, incidentes de por medio, tuvo que afirmar que "el cambio de actitud le duró hasta las siete de la tarde de ayer (por el jueves)" y advirtió: "No podemos reproducir lo mismo que repudiamos y que repudia la sociedad: la gente votó en contra de la confrontación". Aun así, dijo que "esos incidentes los termina pagando él, pero no los motorizó De Angeli".
El violento protagonismo del mellizo más famoso de la dirigencia agropecuaria, de todas formas, no debería opacar lo más interesante de la charla de Buzzi con Enfoques: su insistencia en que "hay condiciones para que todos bajemos los decibeles" y en que "si hay una señal [del Gobierno], la Mesa de Enlace tendría que ver qué cosas se ceden". O, hacia el final, su llamado a crear "un socialismo argentino", en el que se respete la propiedad privada y el Estado intervenga "de manera reguladora y no de manera elefantiásica".
"Asumimos democráticamente la votación de las retenciones en el Congreso, entendemos que no hay que tomar un camino de confrontación, que no debemos agitar. Eso es crear condiciones para una especie de tregua. Dentro de 15 días, quizá tendremos todo a nuestro favor para decir que el Gobierno no entendió y que debemos ir para adelante [con las protestas]", sostuvo el líder de la FA, en la señal más clara de que el campo se muestra muy bien dispuesto a reanudar el diálogo con la Casa Rosada.
De todas formas, consideró que los cortes de ruta "son altamente improbables" y reveló que en la Comisión de Enlace fue acordado que algunos de sus integrantes tuvieran menos protagonismo mediático: "Esto se empezó a plantear desde que en aquella sobreexposición [por los duros discursos en la inauguración de la Exposición Rural], por algunos tonos y contenidos, sentimos que, como en el Juego de la Oca, habíamos retrocedido algunos casilleros", afirmó.
Buzzi, que se consideró "peronista y progresista", reconoció que fue un aliado del kirchnerismo ("simpatía, pero nunca pertenencia") y explicó por qué su adhesión al régimen cubano y al gobierno venezolano no implica que quiera trasladar esas experiencias a nuestro país. "Somos pueblos distintos, con experiencias distintas. Se necesita que en nuestro país se dé un socialismo propio, argentino", dijo.
-¿Para ustedes, representa un fracaso la prórroga de las facultades delegadas? ¿No pudieron frenar este proyecto?
-No sé si la palabra más adecuada sería fracaso. Es un indicativo, una señal clara de la volatilidad de los acontecimientos políticos de este país. No siento eso como un fracaso sino como un aprendizaje. Porque el 29 de junio a la mañana creíamos que Néstor Kirchner era Nino Benvenutti, en el 72 (risas). Creíamos que estaba contra las cuerdas. Hoy está en el centro del cuadrilátero, con ofensiva, con iniciativa.
-¿Por qué sucede esto?
-Por varias razones. La primera: este Congreso es el de 2007, no el del 28 de junio. La segunda es que está claro que hay una capacidad de negociación y de ofensiva del Poder Ejecutivo que no se debe subestimar. Pretendíamos que no se delegara la cuestión de retenciones agropecuarias. Las otras 1900 facultades no tienen que ver con lo agropecuario. Como no nos sentimos los jefes de la oposición, no se puede vivir como un fracaso algo que es un intento, sobre un instrumento sectorial, que si no es de esta manera se tratará de reformar de otra.
-Hablaba de fracaso porque la capacidad de lobby que ustedes tenían no surtió efecto. ¿O sólo fue responsabilidad de la oposición?
-Ahí hay otro elemento. Hay una oposición que está en un proceso de debate y de reacomodamiento, donde queda marcada la ausencia de liderazgos que aglutinen, que ordenen. La oposición tiene que plantearse una forma de revisión de sus conductas.
-Usted dijo que ahora habrá asambleas de productores y protestas...
-Asambleas que van a venir bien para saber si hay una situación de malestar creciente. No en los mismos niveles que en mayo, junio o julio de 2000. No estamos en ese nivel de efervescencia. Antes de cualquier desenlace que tienda a volver a la protesta, debemos hacer una fuerte apelación a la sensatez y a la búsqueda de acuerdos. Hace falta volver a crear condiciones de negociación y llamar a la sensatez. Buscar resquicios por los que se puedan encontrar bases de acuerdo.
-¿Por ejemplo?
-Si nos ponemos más o menos de acuerdo en el tema de retenciones, en una de ésas podemos dar consenso al Consejo Económico Social. Pero algún tipo de acción tendiente a una tregua transitoria, del campo y del Gobierno, debemos conseguir. Por lo menos para atravesar el próximo año, la próxima cosecha gruesa, sembrar con entusiasmo, inyectar recursos, que no se continúe en esta lógica de enfrentamiento y empiece a visualizarse una forma de convivencia. Aunque no le gustemos a Cristina Kirchner y no nos guste su modo de gestión, hay que hacer lo posible por llegar a una tregua.
-¿No es probable entonces que vuelvan los cortes de ruta?
-No, el corte es altamente improbable. El corte es la reacción. No es la actitud buscada y planificada. Es como el cacerolazo. ¿Quién es el dueño de los cacerolazos? ¿Quién es el que lo decreta? Nadie, las circunstancias lo decretan. El corte de ruta, en 400 o 500 lugares de nuestro país, fue la reacción intempestiva, visceral, de los tipos que estaban calientes. Eso no se planifica.
-Sin cortes de ruta, pero ¿qué están dispuestos ceder en la negociación?
-Si efectivamente hay una señal como para empezar a conversar, la Mesa de Enlace tendría que ver qué cosas se ceden. La letra chica no está acordada entre nosotros, pero sí abrir una cantidad de puentes. No hay una acción beligerante ni destituyente. Es el momento de llegar a algún tipo de acuerdo.
-¿Esperan qué tipo de señal?
-Estamos esperando una actitud que permita que si se llega, qué se yo, a 50 millones de toneladas, bajen cinco puntos las retenciones de tal cosa. Que determinado volumen de un producto signifique reducir porcentajes de retenciones, que se constituyan fondos específicos con otros, que se habiliten líneas de financiamiento, que se abran exportaciones sin distorsiones. Si hay tres o cuatro cosas y empieza a normalizarse la producción, hay condiciones para que todos bajemos los decibeles.
-¿No hay riesgo de que ustedes sean superados por los autoconvocados y vuelva la presión de los cortes?
-Hay malestar en ciertas vanguardias, que no son de izquierda, sino aparecidas en el fragor de la lucha por la resolución 125 y que ahora han descubierto el gremialismo agrario. En general, no estamos en una reacción colectiva y masiva en contra de la política agropecuaria vigente. Hay altísima disciplina, pero con relativa movilización y relativa presión hacia la dirigencia.
-¿Y no hay contactos con el Gobierno? ¿Ninguno de ustedes habla?
-No, no. El silencio de algunos colegas es una forma de hablar...
-¿Se refiere al silencio de Biolcatti tras sus polémicas declaraciones?
-Cuando hay algunos silencios también es una forma de hablar, y hay puentes, como éste, que se están tirando.
-¿Cree que su discurso al inaugurar la Rural le quitó aliados al campo en esta votación en el Congreso?
-Sí, por lo menos les sirvió de pretexto. La tribuna de Palermo existe desde hace 150 años, pero la sobreexposición, esa asamblea que se hizo, en ese marco, con esos tonos y con ese nivel de agresividad hizo que muchos se tomaran de ahí y empezaran a catalogarnos como "la derecha".
-¿Acordaron en la Comisión de Enlace que algunos tuvieran un perfil bajo?
-Se habló en la reunión anterior, de la semana pasada. Biolcatti estaba afuera del país. Ahora nos hemos reencontrado esta semana. Hay una actitud caballeresca de autocrítica que es importante. A mí me ha tocado varias veces decir "me equivoqué en esto". Entonces se dijo: "A lo mejor en algunos temas tengamos que aparecer algunos y en otros, otros. Pensemos mejor cómo y qué comunicamos". Esto se empezó a plantear desde que en aquella sobreexposición, por algunos tonos y contenidos, sentimos que, como en el Juego de la Oca, habíamos retrocedido algunos casilleros.
-Usted habla de una tregua y Alfredo De Angeli acaba de ser protagonista de hechos de violencia ante el Congreso. ¿No es una contradiccción?
-He sido crítico de su ataque de cuentapropismo, de cortarse solo y de ser inorgánico. También le reprocho no haber sido más claro y categórico cuando dice a qué clase pertenece. Representa a los medianos y pequeños productores. Pero trabajamos con él en las últimas dos semanas y notamos un cambio de actitud. Que le duró hasta ayer [por el jueves] a las siete de la tarde. Esos incidentes no los motoriza De Angeli pero los termina pagando él.
-¿Es una mala señal del campo?
- No podemos reproducir lo mismo que repudiamos y que repudia la sociedad: la gente votó en contra de la confrontación.
-¿Usted sabía que iba a protestar ante el Congreso o él se cortó solo?
-Sabía que iban a estar hasta el último minuto, pero nunca a los empujones. Es un disparate. En los últimos tiempos, De Angeli va de banquina a banquina, navega entre las actitudes orgánicas y otras actitudes que no lo ayudan a él ni a los que representa. Siempre digo que prefiero atajar locos que empujar boludos. Pero no tan locos...
-¿Le parece que De Angeli es el Luis D´Elía del campo?
-Cuando se corta solo, cuando no se cuida, a veces termina siendo involuntariamente eso...
-¿Pudo hablarlo con él?
-No, de ninguna manera. Es una lástima, un error, pero esto no lo provoca ni lo planifica De Angeli. Debería haberse corrido de esa situación. En su condición de dirigente debería haber dicho: "No, muchachos, no podemos ser el ala dura". Esto desdibuja de manera injusta al movimiento agrario.
-Usted se considera progresista: ¿qué siente cuando lo relacionan con expresiones de derecha que están en juego en el conflicto del campo? Quizá festejó el triunfo electoral de candidatos con los que no comulga ideológicamente.
-Terminé contento por la experiencia del progresismo trucho de Kirchner...
-¿Nunca fue progresista?
-Julio Bárbaro dice que si uno es peronista es difícil ser progresista.
-¿Y usted es peronista?
-Y progresista (risas). Lo que pasa es que ellos tomaron banderas progresistas y no hicieron las transformaciones progresistas. De qué progresismo se habla si la primera definición progresista es una mejor distribución y acá no hubo mejor distribución. Podemos tomar después las banderas de las Madres de Plaza de Mayo, de recuperar la ESMA, de la vinculación de América latina, pero el nudo de un gobierno progresista debería llevar a que haya menos concentración, más democratización, más calidad institucional, más horizontalidad, más respeto por el Congreso. Siento que estuve en el lugar que tenía que estar. Si la Federación Agraria no asumía con toda fuerza el conflicto, desaparecía. No tengo sentimiento de culpa. La historia continúa. Nosotros no acumulamos para Macri.
-Pero es cierto que usted fue uno de los aliados de Kirchner...
-Veía con simpatía algunas definiciones iniciales, de mayo de 2003. Felizmente, nunca tuvimos pertenencia. Cuando algunos me dicen traidor estoy tranquilo: se traiciona aquello a lo que se pertenece. Aquellas definiciones eran interesantes: la movilidad social, traje a rayas para los evasores, que un chico de Jujuy y uno de Capital Federal tengan los mismos derechos, igualdad de oportunidades... Después empezaron las frustraciones. Y una de las grandes cuestiones: ellos se enriquecen mientras la Argentina se empobrece. Sale [monseñor Jorge] Casaretto a decir que hay un 40% de pobres y 48 horas después se conoce el patrimonio de los Kirchner. Es la más grande contradicción, la más tangible, de este matrimonio.
-Usted dijo que "el proceso de Hugo Chávez es transformador en serio y su maestro se llama Fidel Castro". ¿Le gustaría un proceso como el venezolano o el cubano para nuestro país?
-No me gustaría un proceso similar al de Fidel o al de Chávez porque somos pueblos distintos, con historias distintas.
-¿Y no le preocupa el avance chavista sobre la libertad de expresión, la expropiación de empresas, la educación?
-Hay que ser respetuoso de los procesos, de las sociedades. A la hora de elegir quién gobierna, un 50 y pico por ciento optó por Chávez. Pero en América latina, más que a Chávez, hay que mirar a Lula: el país se desarrolló, creció con una impronta socialista pero ha sido respetuoso de los factores de producción. Se necesita que nuestro país se dé un socialismo propio.
-¿Puede hacerse desde el PJ?
-Hace falta una nueva experiencia política que empiece por resolver el hambre y la desnutrición. Que empiece a crear condiciones de democratización de la riqueza, no de concentración y de extranjerización, como sucede desde 1976. Hay que crear un socialismo argentino respetando la propiedad privada, con un Estado que intervenga de manera reguladora y no de manera elefantiásica ni estatizando todo de vuelta, ¡un disparate! Hay un modelo en la gestión de la ciudad de Rosario, en manos socialistas, que vale la pena explorar.
-Parece un candidato. ¿Tiene ganas de ser presidente de la Nación?
-¿A qué cura no le interesa ser obispo? Pero mi sueño es seguir en este lugar hasta 2012, en que se cumplen 100 años del Grito de Alcorta. En 2013 me gustaría continuar actuando con alguna responsabilidad parlamentaria. No estoy apurado (se ríe).
Mano a mano
¿Cómo sacarle alguna declaración original a un dirigente que virtualmente vive en los medios? Imposible. ¿Cómo evitar que envejezcan afirmaciones de un dirigente que pertenece a un sector en conflicto permanente? Imposible. Concertar una entrevista con Eduardo Buzzi no es imposible, pero sí complejo. Tiene una agenda cargadísima. Tuvimos dos encuentros en el lapso de un mes. En ambos se mostró espontáneo, directo, sincero. Es, como se decía en otras décadas, un sólido cuadro político. Quizá confunda un poco cuando explica que es peronista y progresista, pero que apuesta a un socialismo criollo, con ecos de Fidel Castro, Hugo Chávez y, sobre todo, de Lula. Se nota que el indomable Alfredo De Angeli le preocupa mucho, quizá más que los corcoveos ideológicos de Hugo Biolcatti y Mario Llambías. Su palabra recurrente fue "tregua". Su queja íntima: que engordó porque dejó de fumar. Y si bien es uno de los duros de las entidades rurales, se mostró tierno: mientras De Angeli preparaba su última movilización ante el Congreso, Buzzi estaba buscando el muñeco de Flecha Verde que le faltaba a su hijo para completar la colección de la Liga de la Justicia. No sólo de protestas y reclamos vive el dirigente rural.