Las enseñanzas del Grito de Alcorta
El centenario del Grito de Alcorta es una buena oportunidad para reflexionar sobre la enseñanza que estos grandes acontecimientos de nuestra historia proyectan sobre el presente.
1912 fue un año difícil para los chacareros de la región maicera del norte de la provincia de Buenos Aires, sur de Santa Fe y este de Córdoba. Ya desde los años anteriores venía combinándose una suma de factores negativos: malas cosechas, descenso del precio internacional del maíz, agravamiento de la situación de endeudamiento de los productores y el encarecimiento de los arrendamientos, todo lo cual llevó a los pequeños productores de la zona a una situación desesperada.
La respuesta fue la gran huelga agraria que se extendió rápidamente desde Alcorta, donde se inició, a toda la región maicera. No se trataba de obreros industriales, sino de chacareros, es decir, de productores agropecuarios que arrendaban la tierra a propietarios o a empresas intermediarias y que combinaban en la producción su trabajo personal y el de su familia con el trabajo de jornaleros, sobre todo en el momento de la cosecha. Considerando estas características propias de los chacareros sorprende el carácter que asume la huelga, con un estilo que hace pensar rápidamente en las huelgas obreras de las grandes ciudades, como Buenos Aires y Rosario.
En la provincia de Santa Fe gobernaba desde hacía pocos meses la Unión Cívica Radical, y las características del nuevo gobierno permitieron evitar la represión salvaje del movimiento que solicitaban los grandes propietarios. En esta misma dirección, jugaba también a favor de los huelguistas el clima de apertura política instalado por la reforma electoral propuesta por el presidente Sáenz Peña y aprobada por el Congreso Nacional apenas unos meses antes.
La huelga chacarera consiguió imponer las rebajas en los arrendamientos y muchas otras mejoras que exigían. Pero sin duda lo más importante fue la creación de la Federación Agraria (FA) como institución que habría de expresar desde entonces los intereses de los pequeños productores agropecuarios en toda la región pampeana.
¿Qué podemos aprender de aquellas jornadas de lucha en nuestra pampa gringa?
La Argentina de hoy es muy diferente a aquella de 1912. Sin embargo, la historia siempre tiene enseñanzas para quien está dispuesto a revisarla con afán de aprender.
Lo primero a destacar como enseñanza es la importancia del involucramiento de los hombres y mujeres en los problemas de su tiempo, la importancia de la participación pública, de asumir como propios los problemas colectivos.
Lo segundo es la importancia de encauzar esa participación de manera pacífica y construyendo institucionalidad. Poco hubieran logrado los huelguistas de Alcorta sin la creación de la Federación Agraria, herramienta de lucha fundamental en ese momento y en los años futuros, hasta hoy mismo.
Lo tercero, la importancia de la política para ordenar esa participación colectiva dándole la institucionalidad necesaria para que tenga resultados prácticos y de largo alcance. En este sentido debemos pensar en la importancia de dos tipos de participaciones políticas que acompañaron a los chacareros.
Por un lado la intervención más cercana de figuras como los abogados Francisco Netri y Juan Ferrarotti, y el párroco de Alcorta, Pascual Netri, hermano de Francisco. Los tres contribuyeron a encauzar la huelga en un proceso relativamente ordenado que bajó notablemente la densidad del conflicto y, por lo tanto, la violencia; y los dos hombres de leyes supieron orientar la protesta al conseguir esa herramienta institucional de una organización como la FA. Aunque tiempo después Francisco Netri pagara con su vida, a manos de un sicario en las calles de Rosario, el atrevimiento de redactar el acta del llamado a la huelga.
Por otro lado, es necesario destacar otra intervención política, que no se dio en el centro del conflicto, sino en el Congreso Nacional en defensa de los huelguistas. Me refiero a la célebre y solitaria intervención del diputado socialista Juan B. Justo en el Congreso de la Nación. En su memorable discurso en la cámara de diputados, Justo definió el sentido de la protesta al inscribirla en un momento del desarrollo del capitalismo agrario argentino que enfrentaba a lo que él llamaba las "clases parasitarias" con las "clases laboriosas o trabajadoras".
Ese es el mejor mensaje de ese gran grito de Alcorta: participación de la sociedad, en defensa de sus derechos; institucionalidad, para orientar democráticamente esa participación y darle alcances más allá del acontecimiento, y política, para interpretar el momento e inscribirlo en un plano más amplio, que supere no sólo la coyuntura temporal sino también la defensa corporativa del interés particular considerando a los derechos más universales de la sociedad en su conjunto.
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