Los pájaros no son reales
Estamos en Memphis, Estados Unidos, un sitio en el que se presume que Elvis todavía está con vida. Peter McIndoe (23 años) está visitando allí a unos parientes. Encuentra un cartel del recientemente electo Donald Trump, lo da vuelta y escribe “Birds aren’t real”, o sea, “Los pájaros no son reales”. La frase empieza a aparecer escrita en Pittsburgh, Los Ángeles y San Francisco. Tenemos un nuevo movimiento que sostiene que aquello que creemos pájaros son drones del gobierno puestos allí para espiarnos desde la década el 70.
Esto, que empezó como un chiste, está alcanzando proporciones fantásticas. Las cuentas en las redes no dejan de acumular seguidores, millones de personas conscientes y deseosas de jugar a la conspiración. “Birds Aren’t Real no es una sátira superficial de las conspiraciones desde fuera. Es una sátira desde lo más profundo”, explica McIndoe. “Mucha gente de nuestra generación siente la locura en todo esto, y Birds Aren’t Real ha sido una forma de que la gente lo procese”. Se trata de respondere a la locura de las redes –esa línea que cruzamos todos los días con el consumo tóxico que hacemos de ellas– y responderles con más locura. De ponernos la gorra del bufón por un rato y decir: “Qué cosa. Es verdad. Los pájaros no existen.”
Y además:
McIndoe dice que su iniciativa se convirtió, básicamente, en un experimento de desinformación. “Fuimos capaces de construir un mundo totalmente ficticio que los medios de comunicación locales informaron como un hecho y que el público cuestionó”. Connor Gaydos, socio de MacIndoe, agrega: “Si alguien cree que los pájaros no son reales, somos la última de sus preocupaciones, porque entonces probablemente no haya ninguna conspiración en la que no crean”.