
Los vascos: retrato de un pueblo tenaz
Por Alan Riding De The New York Times
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NUEVA YORK.- TAL vez no sean los únicos que se creen diferentes, pero vienen afirmándolo desde hace bastante más tiempo que la mayoría de los pueblos. Lo afirmaban dos mil años atrás, ante los romanos, y continúan afirmándolo hoy. Dicen que esa diferencia les da derecho a tener gobierno, leyes e idioma propios. Como los demás no siempre han compartido estas opiniones, su historia ha sido tumultuosa, pero su porfía también se ha visto recompensada. Los 2,2 millones de vascos españoles, que habitan cuatro de las siete provincias ancestrales (los 212.000 vascofranceses pueblan las tres restantes), gozan de mayor autonomía que cualquier otra comunidad española.
Para algunos, esto no basta. Los vascos apoyaron a los republicanos, derrotados en la Guerra Civil de 1936-1939. En castigo, Franco prohibió su idioma e intentó aplastar su cultura e identidad. En 1969, un puñado de nacionalistas tomó las armas con el lema Euskadi ta Askatasuna ("Patria Vasca y Libertad"), más conocido como ETA, y al instante devinieron en héroes por enfrentar al régimen. Muerto Franco, en 1975, continuaron su lucha y, con igual rapidez, se convirtieron en terroristas para la mayoría de los españoles. Aún hoy, la ETA tiende a definir cómo ve el mundo a los vascos.
En The Basque History of the World ("La historia vasca del mundo, Walker & Company, 387 páginas), un libro ameno e instructivo, Mark Kurlansky se propone modificar esta percepción. Adopta el mismo enfoque, nada ortodoxo, que en su obra anterior sobre el bacalao, mezclando la historia con las anécdotas, los poemas con recetas culinarias. No oculta su simpatía por los vascos. Aunque intenta explicar por qué el movimiento separatista se hizo violento (en treinta años, lleva cometidos unos 800 asesinatos), su planteo es que los vascos merecen ser conocidos por algo más que la ETA, que su verdadera historia es mucho más antigua y rica.
Factor sanguíneo
Los mismos vascos viven bastante obsesionados por su antigüedad, actitud comprensible por cuanto ahí radica su diferencia. Quizá no desciendan del hombre de Cro Magnon, ni siquiera de la tribu perdida de Israel, como lo insinúan algunas versiones de su mito, pero sí es probable que representen la más antigua cultura europea superviviente. Su idioma, el eusquera, es anterior a la invasión indoeuropea a Iberia ( c. 900 a. C.) y no está emparentado con ninguna lengua moderna. Físicamene, se distinguen por tener el mayor porcentaje mundial de individuos con sangre tipo 0, factor Rh negativo.
Los romanos, que hacia el 200 a. C. conquistaron Iberia y dieron nombre a los vascos, encontraron más fácil coexistir con aquellos montañeses indómitos que subyugarlos. Construyeron caminos que los comunicaron con el resto de Iberia, pero no asumieron el control militar ni les cobraron impuestos. Tras el colapso del Imperio Romano, aun siendo invadidos ocasionalmente y, a menudo, gobernados a distancia, los vascos mantuvieron su modo de vida. Sólo perdieron su autonomía a mediados del siglo XIX, luego de haber sufrido sucesivas derrotas en guerras civiles. No obstante, su nacionalismo empezó a resurgir antes de 1900.
Kurlansky necesita volver a narrar esta historia porque es inseparable de la identidad vasca. Felizmente, entremezcla su crónica político-militar con anécdotas vivaces y digresiones sobre diversos temas, desde los orígenes de la boina hasta las intrincadas reglas del jai alai o pelota vasca. Y, puesto que la buena cocina ha sido desde siempre una especialidad vasca, aprovecha cualquier pretexto para compartir recetas clásicas que parece haber probado, y aprobado, en su totalidad.
Aun siendo tan introspectivos, los vascos nunca han vacilado en ejercer su influencia más allá de sus fronteras. Desde el siglo IX, fueron pescadores eximios que se aventuraron mucho más allá de las traicioneras aguas del Golfo de Vizcaya, adentrándose en el Atlántico Norte en busca de ballenas y, más tarde, de bacalao. ¿Recalaron en América del Norte antes de que los vikingos construyeran, supuestamente, varias chozas en Terranova, hacia el año 1000? Kurlansky considera probable que hayan arribado al Nuevo Mundo en el siglo XIII o XIV. Una centuria después, escribe, "aún se rumoreaba, en especial entre la gente de mar, que pescadores vascos habían descubierto". Entretanto, proveían de bacalao seco a gran parte de España y Francia.
Combatientes fervorosos
El cristianismo les llegó tardíamente (todavía hoy, perduran muchas tradiciones paganas), pero pronto los transformó en combatientes fervorosos, tanto en la Reconquista de España como en la Contrarreforma. Iñigo de Loyola encarnó el nexo entre la espada y la cruz: como Ignacio, "caballero de la Virgen", fundó la Sociedad de Jesús en 1534. Menos de un siglo después, los jesuitas (entre los que abundaban los vascos) desempeñaban un papel central en la catequización de América Latina y la educación de las elites europeas.
Sin embargo, no fue así como mejor aseguraron su supervivencia, sino como capitalistas. Mientras los vascofranceses eran agricultores pobres, mal pertrechados para resistir la centralización del siglo XIX, el País Vasco español, en particular Bilbao, florecía en astilleros, minas, acerías y bancos. Por otra parte, esto hizo que, al retornar el nacionalismo hacia fines de siglo, el resto de España se sintiera amenazado. En verdad, hasta Franco quizá se habría preocupado menos por los vascos, de no haber sido éstos un pivote de la economía. A la inversa, en los últimos veinte años, el cierre de muchas industrias pesadas ha facilitado a la ETA el reclutamiento de jóvenes desocupados.
Pero el País Vasco está resurgiendo. Desde los años 30, nunca hubo tanta vida cultural; pruebas de ello son la rápida difusión del eusquera y el orgullo que sienten por el nuevo Museo Guggenheim de Bilbao. En economía, busca una vocación posindustrial que absorba a sus desocupados. Y en política, si bien la independencia es improbable (y, tal vez, ni siquiera sea deseada por la mayoría), "no luchamos por un Estado vasco, sino por ser un nuevo Estado europeo", explica el líder nacionalista Xabier Arzalluz. Con todo, no ha cambiado su verdadero objetivo: de los vascos depende el seguir siéndolo. Kurlansky, al menos, confía en que será cosa fácil para ellos.
© La Nación (Traducción de Zoraida J. Valcárcel)






