Medio ambiente y desarrollo
Por Patricia I. Vásquez Para La Nación
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LA dinámica globalizadora, que se impuso poco después del retorno del país a la democracia marcó los primeros pasos en el largo camino de la toma de conciencia ecológica en la Argentina. Con la caída de las barreras comerciales y la apertura al exterior, llegó la noción del cuidado de los recursos naturales, que lentamente fue tomando cuerpo en algunos sectores de la sociedad. El mercado contribuyó así a instalar el tema de la protección del medio ambiente; queda ahora la ardua tarea de desarrollarlo.
El mayor contacto con el exterior expuso a nuestros productores a hábitos de respeto por la naturaleza que ya están arraigados en los países del Norte. Las demandas ecológicas de esos mercados y la creciente competencia local de productos importados "amigables" con respecto al ambiente los indujeron a ponerse al día. Lentamente, el respeto por los recursos naturales pasó a ser parte integral de la política general de muchas de las grandes empresas. Se crearon departamentos de medio ambiente; se diseñaron estrategias de sensibilización del personal sobre el tema y se comenzaron a llevar registros de las actividades contaminantes. El cuidado ambiental pasó a convertirse en una herramienta más de la competitividad empresarial.
Códigos de conducta
Una sustancial contribución a este proceso fue la norma voluntaria de la International Standard Organization (serie ISO 14000), que introdujo el concepto de gerenciamiento ambiental. En muchos casos, el acceso a los mercados externos depende de la previa certificación de esa norma. A su vez, firmas extranjeras con sede en la Argentina trajeron las mejores prácticas de sus casas matrices, y progresivamente trasladaron demandas ambientales a su cadena de proveedores del mercado local. Además, algunas asociaciones industriales con alcance internacional introdujeron sus códigos de conducta ambiental a empresas miembros en nuestro país.
La incorporación del tema a través del mercado se fue produciendo también en forma indirecta. Para no perder terreno frente a la competencia extranjera, muchas empresas nacionales encararon una profunda reconversión, y también adoptaron mecanismos para reducir costos de producción. En ambos casos, se benefició el medio ambiente. Se introdujo tecnología nueva, que de por sí es de menor impacto ambiental, y con el fin de disminuir costos se adoptaron mecanismos para el ahorro de energía, el reaprovechamiento de insumos y el reciclado, que tuvieron una incidencia positiva en el medio ambiente.
En el sector agrícola, la apertura comercial y la eliminación de las retenciones incentivaron la producción y las exportaciones. Se introdujeron prácticas de producción que beneficiaron el cuidado del medio ambiente, como la siembra directa, que ayuda a preservar los suelos, herbicidas con menos efectos residuales y también cultivos transgénicos, que aunque controvertidos, son más amigables con el ambiente.
Con el impulso exportador y la incorporación del cuidado ambiental como variable de competitividad comenzamos a familiarizarnos con las ideas rectoras de la preservación de los recursos naturales. Uno de los testimonios más evidentes de este proceso es la incorporación del concepto de "desarrollo sustentable" en la reforma constitucional de 1994.
Hubo otras evidencias, como el dictado de la aún perfectible ley nacional sobre generación, manipulación, transporte, tratamiento y disposición final de residuos peligrosos, y el traslado de ese tema al ámbito provincial; también la adopción de medidas de prevención ambiental para radicar industrias en la provincia de Buenos Aires, para nombrar sólo algunas.
La globalización, que llegó de la mano del sistema democrático, sembró la semilla del cuidado ambiental, pero falta aún desarrollarla. Nuestro país carece de una ley marco de medio ambiente, y no se elaboraron los presupuestos mínimos que estipula la Constitución Nacional. Tampoco hay metas ambientales regionales dentro del Mercosur. Se tomaron sólo medidas aisladas en diversas áreas. Faltan ahora mecanismos participativos, que sirvan para compatibilizar los múltiples intereses y perspectivas de la comunidad con las características propias de nuestra realidad ambiental.
Ejemplos de Europa
Para esta segunda etapa de afianzamiento de la toma de conciencia, se podrían tomar como ejemplo los programas de acción progresivos de la Unión Europea. A partir de 1972, Europa acordó cinco programas, basados en metas ambientales preestablecidas según las demandas de los consumidores. En la Argentina se podría buscar el consenso social para definir objetivos claros, y planes de acción con cronogramas de actividades, y evaluaciones periódicas de los resultados logrados.
Los programas de acción así entendidos podrían, entre otras cosas: promover la prevención de conflictos ambientales, más que la remediación del daño; poner en efecto el cumplimiento de la ley como obligación, no como opción; diseñar políticas proactivas en el Mercosur, y trazar estrategias de descentralización para prevenir y fiscalizar. La transparencia y participación serían fundamentales en el proceso.
De hecho, el sistema democrático contribuyó a generar cierto grado de participación popular en cuestiones ambientales. Hubo oposición ciudadana a la construcción de obras de infraestructura, al vertido indiscriminado de residuos peligrosos, a la desaparición de espacios verdes. Pero no se instauró la participación popular como mecanismo continuo de monitoreo de la acción de gobierno.
La identificación de objetivos ambientales, derivados de las inquietudes y necesidades de la sociedad y tendientes a preservar nuestras ventajas comparativas en materia de recursos naturales, contribuirá a estimular el interés del público y a esclarecer la importancia de un tema que merece ocupar un lugar preeminente en todos los ámbitos y en todas las políticas.
La licenciada Patricia I. Vásquez es consultora en temas de medio ambiente y desarrollo sostenible.



