Crónica desesperada de una vida solitaria
Santiago Loza (Córdoba, 1971) escribe obras de teatro, guiones de cine y televisión y novelas. Todos sus textos, de cualquier género, revelan una sensibilidad potente. Sus personajes, como la protagonista de la obra Nada del amor me produce envidia, suelen ser criaturas frágiles, desamparadas, solitarias, angustiadas. En su segunda novela, La primera casa (Tusquets), Loza narra la historia de Gonzalo, un chico de un pueblo de provincia que busca huir con desesperación de los lugares que lo oprimen: el hogar, el colegio, la comunidad chata donde vive. Lo único que lo mantiene a salvo es el cine: las películas que ve y que le cuenta a su hermana mayor, también solitaria y depresiva.
En la búsqueda de escape hacia un futuro que sueña mejor, Gonzalo crece y descubre la atracción sexual, el deseo que le provocan algunos cuerpos, el rechazo que siente hacia su propio cuerpo en desarrollo. También conoce la burla, la discriminación, la indiferencia. Ya adulto, cuando regresa después de varios años a la casa familiar, todo parece igual, aunque él se sienta distinto.